Una bisagra para el plan de gradualismo económico
La economía real sufrirá por los desequilibrios en un escenario frágil
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central dimensionó el impacto, sobre el escenario económico, del desequilibrio monetario (inflación, expectativas de inflación y tasa de interés) y la corrida cambiaria.
¿Cambió el contexto externo? Sí, pero no es novedad. No hay cambio más anticipado y gradual que la suba de tasas de la Fed desde 2015. El dólar se fortalece, pero lentamente. ¿Influye? Sí, claramente. ¿Determina? Definitivamente no. Lejos estamos aún de un frente externo verdaderamente adverso. Pero el daño en la Argentina fue grande. Las monedas emergentes se depreciaron, salvo el real brasileño (+16%) y la lira turca (+24%), menos de 10% en el año, y nuestro peso perdió 60%. El ascenso del riesgo país fue estrepitoso: de 350 a 600 puntos. Subestimamos los desequilibrios y las vulnerabilidades quedaron expuestas.
Esta situación tiene dos secuelas graves. Por un lado, dejó sin fondeo el gradualismo, que por definición es dependiente del financiamiento, lo cual explica la asistencia del FMI. Y, por otro lado, implica un cambio rotundo en el escenario económico, agravado por mayor incertidumbre del proyecto político.
¿Cuánto cambió? Un año atrás, el REM proyectaba 14,9% de inflación y 3% de crecimiento para 2018. Las revisiones fueron muy negativas: la inflación esperada es de
30% y el crecimiento se prevé exiguo, de
0,5% (menos que el arrastre estadístico). La performance económica será desalentadora, producto de cómo la crisis cambiaria se propaga en la economía real. No sirven el optimismo y la subestimación del oficialismo ni la irresponsabilidad del apocalipsis de la oposición. Devaluación es más inflación; mayor tasa de interés es caída en el salario real, menor consumo, menores ventas, menor inversión y contracción del empleo, lo que a su vez implicará menor nivel de actividad.
Pero hasta acá, nada nuevo en este escenario de estanflación por asfixia fiscal que acarrea la economía argentina desde 2011. Simplemente “oxigena” en cada año par, en este caso, tal vez, en su versión “light”. No debería ser sorpresa bajo el sol de un plan económico que, en los dos primeros años, hizo gradualismo de contención, pero no de reversión. El verdadero desafío sigue estando en el desequilibrio macro de largo plazo: el frente fiscal y el externo. Son los déficits gemelos, frutos de la herencia y también de la gestión. Contener el desequilibrio con financiamiento limitado y en un contexto recesivo será complejo.
El escenario actual, frágil y adverso, representa una clara bisagra para la normalización económica. Bisagra que tendrá la difícil tarea de articular satisfactoriamente la primera e inconclusa fase del gradualismo con la de una nueva programación económica, que sea integral, consistente y que brinde mayor certidumbre para resolver los problemas de fondo. El desafío es grande.