LA NACION

Belén Blanco realiza un gran trabajo en Kinderbuch, de Diego Manso, un unipersona­l intenso

- kinderbuch Mercedes Méndez

muy buena. dramaturgi­a y dirección: Diego Manso. intérprete: Belén Blanco. diseño sonoro: Joaquín Segade. vestuario: Pablo Ramírez. diseño de imagen: Germán Gentile. asistencia de dirección: Fernando Viñas. producción: Daniela Lozano. sala: El Extranjero, Valentín Gómez 3378. funciones: domingos, a las 21. duración: 60 minutos

No hay palabras neutras. Cada discurso fue antes ocupado por otro, atravesado por un pensamient­o ajeno. El escritor Diego Manso retoma estas ideas, que provienen del teórico ruso Mijail Bajtin, para crear la historia de una mujer alemana que se acerca a la Hedda Gabler de Henrik Ibsen. Mujeres que están determinad­as por su estatus social, pero que en sus mentes son unas extranjera­s permanente­s, que se obligan a aparentar y están constituid­as por una esencia violenta y cercana al horror. En Kinderbuch el autor y director pone en el centro de la escena a la actriz Belén Blanco, para evocar a una persona oscura, que es víctima y victimaria, con la que nunca se empatiza, pero que asume una posición personal y política que forma parte de una sociedad cercana y poderosa.

Con una retórica elocuente que condensa metáforas y referencia­s literarias e históricas, Diego Manso presenta un espectácul­o que, como en otras de sus obras, contiene varias capas de lectura. Kinderbuch devela el germen de una posición política, un pensamient­o vinculado con la violencia, la xenofobia y el sometimien­to, pero también es una historia personal e intimista, de una mujer que alguna vez fue ultrajada, que creció en la indiferenc­ia y el desamor y que su única fortaleza fue aprender a disparar en un mundo de hombres.

El argumento de este uniperso- nal sucede en una sociedad distópica: las mujeres de los funcionari­os viven encerradas en una especie de country, atemorizad­as por un mundo exterior que, dicen, está poblado por grupos de insurgente­s. La protagonis­ta es una de ellas: está embarazada y casada con un político ascendente, así que pasa el tiempo disparando en un polígono de tiro, tejiendo y escribiend­o y leyendo cartas. Así, surgen las voces del pasado: la presencia de su padre, un militar que está preso por “desinfecta­r a la patria”, según las palabras de su hija; el recuerdo de un amor que ella decidió no vivir (igual que sucede con Hedda Gabler), y las cartas de una amiga que le pregunta: “¿Qué clase de monstruo te habita?”. Es que a medida que el relato avanza, se empieza a conocer el origen de esa violencia y cómo ciertas personas llegan a disociar la vida del mundo sensible hasta el punto de solo encontrar la belleza en las armas y la muerte.

Entre el resentimie­nto y el odio a una sociedad ignorante que ella deplora, esta mujer se desvanece en su soledad. Belén Blanco logra esos estados de frialdad y arrogancia que pide el personaje, incorporó con mucha seguridad textos largos y complejos para hablar de pensamient­os que muchas veces están cercanos a la abstracció­n y la poesía. “La belleza acontece y pasa. Es un exhalar de branquias. Aire que sale y se desmenuza en aire. Un deshilacha­rse. Nada. No trasciende la belleza, hijo mío. Un silencio que sigue a otro silencio”, dice la protagonis­ta que por momentos le habla a su bebé a punto de nacer, o a su padre, o a su vieja amiga. Todas evocacione­s que remarcan el nivel de asfixia de esta mujer.

Desde la dirección, Manso apostó a un interesant­e uso del espacio con varios niveles de alturas, que hacen que por momentos el personaje hable solo aunque nadie la vea, y una puesta sutil y austera, que da cuenta del vacío, una sensación recurrente en toda la obra: el vacío de una mujer y el vacío de la vida.

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Gran trabajo de Belén Blanco

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