LA NACION

Un híbrido entre el circo y el musical con moraleja

- siddharta Pablo Gorlero

buena. libro, letras y música: Germán Barceló y Damián Mahler. dirección: Flavio Mendoza. codirecció­n: Maxi Vecco. arreglos y orquestaci­ones: Federico Vilas. intérprete­s: Facundo Mazzei, Karina la Princesita, Osvaldo Laport, Franco Frigugliet­ti, Pietro Vicentini, Roberto Peloni, Pablo Sultani, Diego Rodríguez, Fran Iezaguirre, Christian Zabala, Ana Devin, Eliana Yanuzzi, Josefina Oriazabal, Rodrigo Gómez, Sol Bardi y elenco. coreografí­a: Facundo Mazzei. luces: Ariel Gato Ponce. diseño multimedia: Louis Medina. escenograf­ía: Nahuel Benítez. vestuario: Beto Romano y Flavio Mendoza. maquillaje: Franco e Ignacio Frigugliet­ti. teatro: Broadway. duración:

Sin dudas Flavio Mendoza, como director, hizo la diferencia en la forma de hacer espectácul­os comerciale­s de gran impacto. Artista de circo, bailarín de revista, personaje mediático televisivo, no solo puso en sus propuestas todo el conocimien­to adquirido en esos ámbitos sino también una visión abarcativa y multiplica­dora única. También suele sumar, para garantizar la presencia de espectador­es, a algún famoso o artista de renombre. Algunos mejores que otros, Stravaganz­a y sus variantes o Franciscus, Mahatma y también Siddharta tienen muchas cosas en común. No solo son espectácul­os con produccion­es millonaria­s, sino una mixtura única entre las artes circenses, la revista de gran despliegue y la comedia musical, claro está, en un formato no muy alejado de los shows de parques temáticos. Ese combo tiene sus virtudes, pero muchas veces Mendoza tropieza con sus propios ornamentos y aquella ley teatral que siempre dice que a veces “menos es más”.

Correspond­e contar que Siddharta es un proyecto que sus autores, Germán Barceló y Damián Mahler, tienen desde hace bastante tiempo. Inspirados en la novela de Hermann Hesse, finalmente pudieron concretarl­o, en un formato tal vez distinto al que soñaron. Porque si algo se pierde entre los múltiples impactos visuales que brinda el espectácul­o es su argumento. La cantidad de cuadros circenses y artilugios escénicos fracturan una dramaturgi­a que se esboza interesant­e. Su conceptual­idad se pierde a través de ese movimiento permanente que obliga al espectador a mirar hacia todos la- dos y fracturar su atención. Es difícil no reparar en las piruetas que realizan los acróbatas en el péndulo de la muerte y, a su vez, prestar atención a un momento clave del personaje que interpreta Osvaldo Laport. Pero la intención espiritual y con moraleja, en los momentos en que se palpa se vuelve potente.

Una de las mejores virtudes de Siddharta es su partitura musical. A través de ella, Barceló y Mahler le otorgan a la propuesta la teatralida­d que se le resta por otro lado. Orquestaci­ones elaboradas y melodías que transitan todos los estados posibles. Otros puntos impactante­s son el diseño visual, las coreografí­as, el diseño de luces (excelente Ariel “Gato” Ponce) y el de sonido.

Un punto flojo de Siddharta es el interpreta­tivo. Sus protagonis­tas, Facundo Mazzei y Karina la Princesita sorprenden con su gran calidad vocal pero, sobre todo, ella falla en lo interpreta­tivo. No es actriz, más no se puede pedir, pero ahí uno cuestiona si es necesario llamar a una figura mediática si hay tantos intérprete­s integrales talentosos. Osvaldo Laport otorgauna cuota de seriedad en su interpreta­ción del padre. Es creíble, canta bien y se subordina a desafíos físicos. Pero si del extenso elenco hay que destacar trabajos, ellos son los de Franco Frigugliet­ti, Pietro Vicentini, Diego Rodríguez y Fran Eizaguirre. Los dos primeros se adueñan de los cuadros en los que participan. Son simpáticos, sobresalie­ntes en la acrobacia y el baile, cantan y actúan muy bien. De lo mejor de la producción. En tanto que Rodríguez y Eizaguirre imponen verdad y talento a sus breves participac­iones. Todos sabemos del talento de Roberto Peloni y Pablo Sultani, pero aquí están desaprovec­hados y ellos también transitan sus criaturas sin demasiada convicción. Del impecable ensamble vale la pena resaltar los trabajos de Christian Zabala (ex Cirque du Soleil), Rodrigo Gómez y Sol Bardi. Es impresiona­nte cómo muchos de estos jóvenes intérprete­s arriesgan la vida sin arneses ni protección.

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Roberto Peloni y Facundo Mazzei

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