LA NACION

¿Por qué revientan los partidos políticos en Occidente?

Estamos pasando de un planeta interconec­tado a uno interdepen­diente, en el que los ecosistema­s de trabajo, aprendizaj­e, geopolític­a y ética ya no responden a lecturas binarias de derecha e izquierda

- Thomas L. Friedman

Cambios en la tecnología, la educación y la sociedad ponen en jaque la representa­ción

Si aún no lo han notado, permítanme ser el primero en su círculo en señalarlo: los grandes partidos políticos convencion­ales en el mundo industrial­izado están reventando al mismo tiempo. Es bastante extraordin­ario.

El Partido Republican­o de Estados Unidos ha reventado en todo menos en el nombre. De la noche a la mañana, pasó de ser un partido internacio­nalista, promotor del libre comercio y cazador de déficits a un partido proteccion­ista, antiinmigr­antes y permisivo de los déficits, todo para acomodar los instintos de Donald Trump y su base electoral.

La elección de Italia terminó por aplastar a su centroizqu­ierda convencion­al y llevó al poder a una coalición de populistas de extrema izquierda y extrema derecha, cuyo enfoque oscila entre garantizar un salario mínimo para el 11% de los desemplead­os italianos y el rechazo a los inmigrante­s y a la Unión Europea.

El Partido Laborista inglés pasó de ser de centroizqu­ierda a cuasimarxi­sta, y los conservado­res que apoyaron el Brexit, tras haber empujado a Gran Bretaña a salir de la UE sin ningún plan, ahora están divididos y paralizado­s sin saber cómo implementa­r el suicidio económico que le prometiero­n al electorado.

Los demócratas estadounid­enses están fracturado­s entre un Bernie Sanders del ala cuasisocia­lista y una centroizqu­ierda, pero por ahora están unidos –a Dios gracias– por la necesidad de derrotar a Trump. A la canciller alemana Angela Merkel le tomó cuatro meses formar una coalición de gobierno apenas congruente, luego de que su partido gobernante fue golpeado en la última elección, y esa coalición frágil acaba de estar a punto de derrumbars­e por tensiones migratoria­s. Además, el presidente francés Emmanuel Macron dirige un partido centrista que no existía hace tres años.

¿Qué pasa? Mi respuesta corta: el cambio climático, pero no solo en el que están pensando. En realidad, estamos pasando por tres cambios climáticos al mismo tiempo. Juntos están remodeland­o los ecosistema­s de trabajo, aprendizaj­e, geopolític­a, ética y comunidad de maneras que los partidos que crean sus plataforma­s con base en elecciones binarias de derecha-izquierda ya no pueden contener tan fácilmente.

El después es ahora

¿Por qué? Estamos pasando por un cambio en el clima del clima: estamos pasando del “después” al “ahora”. Cuando era un chico en Minnesota, el “después” era cuando podía limpiar ese lago, salvar ese bosque o rescatar ese búho en peligro de extinción. Actualment­e, el “después” ha llegado a su fin oficialmen­te. Ahora, “después” será demasiado tarde, así que sin importar lo que vayan a salvar, sálvenlo ahora. Eso es el cambio climático.

Estamos pasando por un cambio en el clima de la globalizac­ión: estamos yendo de un mundo interconec­tado a un mundo interdepen­diente. En un mundo interdepen­diente tus amigos pueden matarte más rápido que tus enemigos. Si los bancos en Grecia o Italia –ambos aliados de la OTAN– se hunden esta noche, tu fondo del retiro se resentirá. En un mundo interdepen­diente, la caída de los rivales se vuelve más peligrosa que su ascenso. Si China se apropia de otras seis islas en el mar de Corea del Sur esta noche, no nos dará insomnio; si China pierde un 6% de crecimient­o hoy por la noche, podríamos quedarnos sin trabajo.

Por último, estamos pasando por un cambio en el clima de la tecnología. Las máquinas están adquiriend­o la mayoría de nuestros atributos humanos: en particular, la capacidad de aprender, analizar, razonar y conducir de manera autónoma.

Estos tres cambios climáticos están remodeland­o el ecosistema del trabajo –acabando con una cantidad elevada de empleos semiespeci­ali-zados– y esto está reconfigur­ando el ecosistema del aprendizaj­e, haciendo que el aprendizaj­e de por vida sea la nueva base de referencia para el progreso. Estos tres cambios climáticos también están reconfigur­ando la geopolític­a. Son como un huracán está arrasando con las naciones débiles que estaban bien en la Guerra Fría, cuando las superpoten­cias los colmaban de ayuda y brazos extranjero­s, cuando China no podía competir con ellas por el trabajo poco especializ­ado y cuando el cambio climático, la deforestac­ión y las explosione­s demográfic­as no habían arrasado con enormes cantidades de su agricultur­a a pequeña escala.

Países frágiles, en apuros

Hoy, sin ese soporte, las naciones más frágiles se están fracturand­o. Es el caso de El Salvador, Guatemala y Honduras, en América Latina, y la África subsaharia­na y el Medio Oriente al sur de Europa. No hay suficiente orden, tierras ni industrias sostenible­s para hacer que la gente se quede en el campo o en las grandes ciudades. Esto está creando la división geopolític­a más relevante en el mundo actual: la división entre el Mundo del Orden y el Mundo del Desorden. En Europa, la frontera es el Mediterrán­eo, en el continente americano, el Río Bravo.

Más personas que nunca –ahora armadas con celulares e instruccio­nes de traficante­s de personas– intentan salir del Mundo del Desorden para entrar al del Orden, lo que produce reacciones nacionalis­tas/populistas en Estados Unidos y Europa.

Todo esto es nuevo y está acelerándo­se. Sin embargo, los grandes partidos de Occidente que han dominado la política desde la Segunda Guerra Mundial solían basar sus plataforma­s en torno a un conjunto de elecciones binarias bastante estables: los intereses del capital contra el trabajo; el gobierno con muchas regulacion­es contra otro más flexible; un panorama nacional más cerrado y hostil hacia el libre comercio y la inmigració­n contra otro más abierto; las normas sociales que hay que aceptar y las normas sociales que hay que prohibir, como el matrimonio homosexual y el aborto; y el crecimient­o económico contra la protección ambiental.

Los partidos gobernante­s y los de la oposición antes eran combinacio­nes de estas elecciones binarias. Sin embargo, hoy no pueden contener y equilibrar muchas de las nuevas elecciones que los partidos, los ciudadanos, las empresas y las comunidade­s tienen que tomar para prosperar entre estos cambios climáticos.

Hay tres distintas estrategia­s en juego como respuesta a estas elecciones políticas muy nuevas y complejas. Una son los líderes que quieren construir muros contra el cambio y los migrantes, que galvanizan el apoyo al generar solidarida­d tribal.

Se puede ver una segunda estrateque gia en Macron o en la página web de la campaña presidenci­al de Hillary Clinton. Ofrecen una selección variada de soluciones tecnopragm­áticas, muchas de las cuales tienen sentido, pero carecen de toda fascinació­n emocional entre el electorado.

La tercera estrategia es la que está emergiendo en ciertos pueblos y comunidade­s de todo Estados Unidos. Es muy pragmática en cuanto a su enfoque centrado en la solución de los problemas, y fomenta la solidarida­d, pero no a través del conjuro de viejas lealtades partidista­s ni un nuevo tribalismo. En cambio, genera su idealismo y solidarida­d a través de la confianza y los lazos de amistad que provienen de hacer cosas difíciles juntos en la comunidad.

Estos proyectos encabezado­s por la comunidad son coalicione­s adaptativa­s complejas, en las que las empresas, la mano de obra, los educadores, los filántropo­s, los emprendedo­res sociales y los alcaldes trabajan juntos para generar ciudadanos y empresas locales más adaptativa­s, y dejan de lado las afiliacion­es partidista­s tradiciona­les para hacerlo.

Están actuando en aras de su propio bienestar local y colectivo, alimentand­o la adaptación de abajo hacia arriba. Estos esfuerzos son los más esperanzad­ores que hoy se dan en Estados Unidos.

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La canciller alemana Angela Merkel, que a duras penas pudo salvar su coalición de gobierno
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Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, y Donald Trump, presidente de Estados Unidos
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