LA NACION

La primera y última novela de Sam Shepard

- Pedro B. Rey

uién no lo vio alguna vez? Sam Shepard (illinois,

1942-Kentucky,

2017) es uno de esos escritores a los que la mayoría conoce más por las actividade­s satelitale­s a la literatura que por sus propios libros, que están en el origen de todo. Salido del bullicio contracult­ural de los años 60, Shepard fue sobre todo dramaturgo (escribió más de cincuenta piezas teatrales) y también un narrador escueto, de estilo bien norteameri­cano. Crónicas de motel es su libro más recordado, tal vez porque fue el germen de París, Texas, la película de Wim Wenders de la que fue guionista. También se dedicó a la música (fue amigo de Bob Dylan y de Patti Smith) y, a partir de cierto momento, a la actuación. Se lo pudo ver al principio en Días de gloria

(1978) y al final en la serie Bloodline, en un personaje a su medida.

Yo por dentro es la primera y última novela del escritor estadounid­ense. Última, si se piensa que sus otros textos en prosa pueden ser considerad­os tan novelístic­os como este. Lejos de los tiempos en que se declamaba la muerte del género, el nuevo milenio cataloga como novela, de manera expeditiva, objetos literarios más o menos inclasific­ables. Yo por dentro es novela por convención, aunque tiene más de experiment­o autobiográ­fico al que impulsa, como una gran correntada, la cercanía de la muerte. Víctima de esclerosis lateral amiotrófic­a (ELA), Shepard escribió su libro contra reloj. Con Agape agape (de William Gaddis) o Paso a paso hasta el último (de Louis-rené des Forêts), podría sumárselo a un género conmovedor al que, a falta de nombre, podría llamarse literatura terminal. Obra y vida concluyen, de manera consciente, casi a la par.

Shepard explotó como pocos en clave moderna cierto paisaje prototípic­o de Estados Unidos: aquel que en su época supieron retratar los westerns. Sus personajes no solo se ven afectados por la desolación de esos territorio­s (el desierto, las asperezas del campo), sino también por los traumas de la violencia, la virilidad y los coletazos de la psique norteameri­cana profunda.

La armazón del libro final de Shepard tiene un eco dramático: las escenas y recuerdos se hilaran de manera desordenad­a dentro de una conciencia que agoniza entre el sueño y la lucidez. The One Inside, el título del original en inglés, tiene más resonancia que la llaneza del Yo por dentro en castellano. Le pone ambigüedad, sugiere una personalid­ad habitada, como si buscara reflejar la frase de Rimbaud (“Yo es otro”). Porque ¿quién es el que narra y recuerda barajando presente y pasado, vejez, infancia y adultez, cruzando fragmentos rapsódicos con algún monólogo febril y los diálogos secos y directos? Ahí están los recuerdos de una infancia pobre en el terruño, el mundo de la actuación, los ámbitos del jazz y del rock que el autor supo frecuentar. Y también la figura del padre –una constante en la obra teatral de Shepard– que en estas páginas adquiere un carácter definitivo: soñado como cadáver jibarizado en el comienzo y, luego, retratado como alcohólico desastrado, al que sigue Felicity, una novia adolescent­e.

No hay nombres propios evidentes, contra todo, ni los anecdotari­os que abundan en las memorias. Estructura­da a través de capítulos cortos, Yo por dentro consiste en un puñado de situacione­s que vuelven una y otra vez, sin atender la cronología, de manera algo sonámbula. Hay desierto, hay ruido de coyotes, una cabaña aislada en que la voz protagonis­ta intenta escribir. A su manera, cada secuencia propone un estilo. Los diálogos con “la chantajist­a” (la tentación de la lectura en clave sugiere a Jessica Lange, mujer de Shepard durante años, aunque no lo es) tienen un alcance metalitera­rio. Los recuerdos de las experienci­as como actor algo del último Philip Roth, el de La humillació­n. Hay excursos literarios: el suicidio conjunto del romántico Heinrich von Kleist y su novia Henriette Vogel, por ejemplo, que obsesiona al personaje que se sabe condenado. Y toda la suma de detalles perceptivo­s que hacen una vida y que Shepard intenta fijar en palabras: aquello que solo circula por la memoria y se pierde para siempre con el individuo.

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Shepard en la película Don’t Come Knocking (2006), una de sus colaboraci­ones con Wim Wenders
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212 págs./ $ 845
Yo por dentro Sam Shepard Anagrama Trad.: Jaime Zulaika 212 págs./ $ 845

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