Una original travesía íntima
Los niños, de la colombiana Carolina Sanín (Bogotá, 1973), no necesita más que del encuentro entre una mujer y un huérfano para explorar las profundidades del espíritu maternal. La trama puede resumirse en pocas líneas: Laura vive sola en Bogotá y conoce de casualidad a un nene que parece no tener hogar, al que llama Fidel. Lo aloja, le da de comer, le compra ropa. Al día siguiente lo pierde de vista en una oficina estatal y empieza a buscarlo con desesperación. A la vez, intenta leer Moby Dick, el clásico de Herman Melville. El tiempo que demora en hallar al chico y el tiempo que consigue ganar a su lado resultan una travesía personal no muy distinta a la búsqueda de la ballena blanca de la novela.
Sin embargo, desde el inicio los hechos se suceden de una forma original: el mundo se ordena de acuerdo a los deseos, las fantasías y las supersticiones de los personajes. La orfandad de los dos es palpable, pero la esperanza sobrevuela cada acción que emprenden como si el mundo los impulsara el uno hacia el otro. La intimidad, el cuidado por un ser extraño que se acerca sin aviso, los malos entendidos y las sorpresas le dan un aura enigmática a la historia.
No hay realismo mágico, ni seres maravillosos. La prosa explora la condición humana con un estilo propio: “Era como si, para Laura, recuerdo, deseo y promesa fueran una sola cosa, una cosa que a la vez fuera distinta de las tres”. Así Sanín extrae imágenes claras de la oscuridad de las experiencias indecibles y con lentitud perdurable pinta, centrándose en el vínculo entre dos desconocidos, el lado más íntimo de la maternidad.