LA NACION

Cuidado con Lilita

- Texto Sergio Suppo

Elisa Carrió siempre corrige a quienes le dicen que ella forma parte de Cambiemos. “Yo soy la fundadora de Cambiemos”, repite en las entrevista­s. Se pone en el mismo escalón que la corta historia del oficialism­o le reconoce al presidente Mauricio Macri y, en segundo plano, a Ernesto Sanz, en nombre del radicalism­o.

No se equivoca. Ella fue decisiva para formar la coalición que impulsó a Macri al poder. Primero rompió la alianza de centroizqu­ierda que la unía al radicalism­o y al socialismo y luego armó un puente por el que cruzaron los votantes de la clase media que recelaban del PRO. Consumado el éxito electoral, dos años y medio atrás, desde ese lugar, a veces más en personaje que en dirigente, camina por la política actuando un papel siempre llamativo.

Lilita, un apodo convertido en marca política, conserva los rasgos y las expredora siones de la dirigente que armaba y rompía los espacios que construía desde que irrumpió como la convencion­al rebelde del radicalism­o en la Constituye­nte de 1994. Pero ya no rompe, amaga; hace notar disidencia­s en Cambiemos que nunca son de fondo y siempre regresa al punto de partida. Hoy por hoy, es una de las más consistent­es defensoras del Gobierno en el momento en el que el oficialism­o atraviesa su peor tormenta. Es tal vez en ese punto que Carrió llega a convertirs­e en su propia enemiga y amenaza con ser un problema más que una solución para el oficialism­o.

En sus aparicione­s televisiva­s, la funda- de Cambiemos intercala desarrollo­s lógicos de una dirigente con una base intelectua­l sólida con ocurrencia­s que llegan a entusiasma­rla y la conducen al error. La semana pasada insistió varias veces con un insólito pedido para que la clase media “dé propina” y siga dando “changas”. Llegó al extremo con un fallido, el miércoles en el recinto de Diputados, cuando en lugar de “changas” dijo “coimas”.

Carrió acertó al reivindica­rse representa­nte de la clase media urbana, que la adoptó por segunda vez en su carrera política cuando durante la década kirchneris­ta se plantó a denunciar la corrupción. En esa misma ruta, suele desmarcars­e para apuntar a miembros del propio oficialism­o con la misma vara con la que dicta absolucion­es prematuras. Puede ser racional y asomarse a la arbitrarie­dad en la misma frase, como cuando hizo descalific­aciones personales contra una funcionari­a judicial en su persistent­e embestida contra el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti.

La diputada sabe los puntos que calza cuando de rating televisivo se trata y por eso dice cosas que solo ella puede decir sin ser mal recibida por su clientela. Hasta ahora. Desde que los vientos cambiaron y el Gobierno pugna por atravesar el calvario económico, Carrió corre el riesgo de que esas mismas ocurrencia­s que antes eran celebradas sean ahora lamentadas. Se aplica una vieja regla: es ella y sus opiniones, pero también será siempre ella y sus opiniones, más la fuerza que integra y el cambiante clima político de la Argentina.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina