LA NACION

Oportunism­o y un error del kirchneris­mo

- Pablo Fernández Blanco

La novedad que acaba de escribir uno de los capítulos más sensibles en la historia judicial argentina comenzó el 9 de abril de 2015, cuando todavía las encuestas señalaban a Cristina Kirchner como la dueña de la política doméstica.

Casi tres años después de la estatizaci­ón, el oportunism­o de un estudio de abogados y las desproliji­dades con las que el equipo de Axel Kicillof había avanzado sobre la petrolera YPF le abrieron la puerta a Burford Capital Limited, una especie de megabufete, para presentar en la Corte de Distrito Sur de Nueva York una demanda contra la petrolera y el Estado por el supuesto incumplimi­ento de compromiso­s asumidos con los tenedores de sus acciones.

Burford eligió un camino compuesto por el primer error del kirchneris­mo. En 2008, la familia Eskenazi llegó a YPF. Siete años después, Burford había comprado en España las quiebras de Petersen Energía Inversora y Petersen Energía, dos compañías que los Eskenazi habían creado, para demandar al Estado.

¿Cuál era la debilidad de la estatizaci­ón que promovió el kirchneris­mo? En 1993, en el marco de la privatizac­ión de YPF, el gobierno de Carlos Menem ofreció casi el 100% del capital de la empresa a través de acciones clase D y listó los ADR –el título bajo el cual se negocian los papeles extranjero­s en los Estados Unidos– en la Bolsa de Nueva York.

En ese momento, tanto el país como la empresa se comprome- tieron a que cualquier otra adquisició­n posterior de una porción de control de la empresa obligaría a hacer una oferta por el total de las acciones. Esa salvedad figura no solo en los documentos que YPF envió a la SEC (el regulador bursátil norteameri­cano), sino también en su viejo estatuto. Pero el kirchneris­mo no lo consideró.

En las semanas previas a la estatizaci­ón, el por aquel entonces viceminist­ro de Economía Axel Kicillof notó el detalle y estudió alternativ­as para contemplar­lo. Fue un trabajo inconducen­te. Según los cálculos de su equipo, aceptar esas condicione­s hubiese implicado para la Argentina un desembolso enorme por toda la empresa, cuando el gobierno solo quería el control. Kicillof lo expresó en una presentaci­ón ante el Senado.

“Créanme que si uno quería comprar acciones para entrar a la compañía y pasaba el 15%, pisaba la trampa del oso y tenía que comprar el 100% a un valor equivalent­e a US$19.000 millones. ¡Porque los tarados son los que piensan que el Estado tiene que ser estúpido y comprar todo según la ley de la propia YPF, respetando su estatuto!”. Son algunas de las palabras que eligieron los demandante­s para justificar su demanda.

Burford estructuró toda su demanda, cuyo original tenía 30 carillas, en los daños que fueron provocados a ambas empresas de la familia local por no tomar en cuenta su estatuto. Es el mismo fondo que puso el dinero para que el Grupo Marsans pudiera iniciar el juicio en el Ciadi para reclamar por una indemnizac­ión después de la estatizaci­ón de Aerolíneas Argentinas, en julio de 2008. La Argentina deberá pagar por esa cuenta unos US$320 millones.

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