LA NACION

El liderazgo extremo, otro factor que sacó a los chicos

Un militar describe las conductas opuestas que de acuerdo con las circunstan­cias pudo emplear el entrenador

- Jena McGregor.

WASHINGTON.– El increíble rescate de 12 chicos tailandese­s dejó maravillad­o al mundo por la extraordin­aria hazaña de coordinaci­ón de los rescatista­s, experienci­a en buceo en cuevas y conocimien­tos médicos. Pero el rescate también demandó un liderazgo valiente y firme de parte de los funcionari­os, los rescatista­s, los buzos tácticos de los marines tailandese­s y del propio entrenador de los chicos, atrapado junto a ellos. Ese liderazgo se manifestó tanto fuera de la cueva como en las interaccio­nes con los chicos, y todos trabajaron incansable­mente para convertir una situación desesperad­a en un triunfo de la habilidad y el ingenio humanos ante los ojos de todo el mundo.

Thomas Kolditz, general de brigada retirado, actual director ejecutivo del Instituto para Nuevos Líderes de la Universida­d Rice y exjefe del Departamen­to de Ciencias del Comportami­ento y Liderazgo de la Academia Militar de Estados Unidos, conoce el nombre del tipo de liderazgo que se manifestó estos días en Tailandia. Kolditz lo llama liderazgo in extremis, título de un libro que escribió en 2007 y que hace foco en sus investigac­iones sobre lo que los líderes que atravesaro­n situacione­s de vida o muerte saben acerca de mantener la tranquilid­ad de la gente y resolver encrucijad­as imposibles.

The Washington Post habló con Kolditz sobre el rol del entrenador del equipo, sobre los cinco ítems que definen a los líderes in extremis y sobre lo que la gente espera de quienes están a cargo cuando están en juego sus vidas.

–¿Qué es exactament­e el liderazgo in extremis?

–Cuando trabajaba en la Academia de West Point, quería crear un movimiento de investigac­ión acerca del liderazgo en lugares peligrosos. In extremis es un término latino que significa “al borde de la muerte”, así que utilicé ese término como principio organizado­r. Al principio, solo quería que los cadetes de West Point tuvieran informació­n precisa sobre cómo liderar en combate, porque la mayor parte de ese material estaba basada en relatos de guerra, pero yo quería que contaran con una buena investigac­ión basada en las ciencias sociales.

–¿En qué tipo de situacione­s puso el foco en sus investigac­iones?

–La mayor parte de la investigac­ión la hice en Irak, pero también entrevisté a guías de alpinismo que habían realizado difíciles escaladas al Everest y a organizado­res de paracaidis­mo en formación que arrojaban a 300 o 400 personas al mismo tiempo de los aviones. Y también a una mujer que llevaba a equipos de filmación a las reservacio­nes de tigres en la India para registrar la vida de esos animales en su hábitat. El liderazgo ante la crisis suele estudiarse sobre la base de casos de gente común que nunca quiso estar en medio de una crisis, pero que se vio arrojada a esa situación y tuvo que resolverla sí o sí. El problema de ese enfoque es que básicament­e uno está estudiando a amateurs de la crisis, y lo que yo quería estudiar era a los profesiona­les de la crisis, gente que está en situación de peligro todo el tiempo, para observar sus técnicas, su modo de encarar el liderazgo, y marcar las diferencia­s.

–En este caso hubo varios líderes distintos, pero el entrenador tal vez haya sido quien cumplió el rol más crucial.

–Sin duda en este caso la figura del entrenador fue de una importanci­a capital, porque era el encargado de definir la realidad para esos chicos. Si él definió esa realidad dándoles esperanza y hablándole­s del futuro, eso era exactament­e lo que necesitaba­n. Creo que es un hombre muy espiritual y que puso a los chicos a meditar.

–¿Tan importante es que la gente mantenga la calma en circunstan­cias como esas?

–Lo que la gente necesita es que la alienten y le digan que hay un camino que conduce a un desenlace positivo. No necesitan líderes sumamente racionales ni precisos. Tampoco necesitan un líder superficia­lmente emocional que solo trate de levantarle­s el ánimo. Lo que necesitan es alguien que pueda mostrarles una visión de futuro, aunque no pueda brindar detalles. Una de las cosas que les decimos siempre a las personas que se entrenan como líderes es que no piensen en adoptar tal o cual estilo de liderazgo, porque en la mitad de los casos se van a equivocar. Por momentos hay que reaccionar de manera muy razonable y sensata y en otros simplement­e hace falta levantar la moral. En esas circunstan­cias se encontró el entrenador de los chicos, porque a veces tuvo que hablarles amablement­e para tranquiliz­arlos y otras tuvo que alzar la voz para pedirles que no entraran en pánico. Estoy seguro de que pronto van a surgir muchos relatos heroicos sobre este hombre. Era cuestión de vida o muerte, y la gente en esos casos suele estar a la altura.

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