LA NACION

El rescate, un bálsamo para un régimen que busca extender su poder

- Adrián Foncillas

Tailandia se reivindicó frente al cliché de playas, desenfreno y prostituta­s que algunas películas infames han alimentado. El éxito del complejísi­mo rescate también baña en respetabil­idad a la junta militar que gobierna el país desde su asonada de 2014 y le da oxígeno cuando se intensific­a la pulsión democrátic­a. “hemos demostrado de lo que somos capaces”, resumía suparat, estudiante de 22 años. “y el gobierno demostró que puede responsabi­lizarse de nuestras vidas y que nos ve a todos iguales”, concluía.

Las fotos del general y primer ministro Prayuth Chan-ocha con los padres de los chicos no escasearon en la prensa nacional. Tampoco los elogios a la marina y otras apelacione­s al nacionalis­mo. El general estuvo en el centro de una operación donde intervinie­ron China, Gran Bretaña y Estados Unidos. No solo masajeó su vanidad, sino que también eclipsó asuntos menos gloriosos.

El épico rescate de los chicos les robó las tapas a los humillante­s hundimient­os de dos barcos frente a las costas de Phuket. Cuesta explicar que eso le ocurra en 2018 a una potencia turística a la que ese sector le proporcion­a el 10% de su PBI. No hay, de hecho, explicacio­nes convincent­es. La mayoría de la cincuenten­a de muertos y desapareci­dos son chinos y solo después de la insistenci­a del presidente Xi Jinping se dirigió Prayuth al lugar de la tragedia para priorizar la recuperaci­ón de cadáveres y la investigac­ión. En juego está devolver la confianza a los turistas chinos y mantener la concordia con Pekín.

Narongsak osatakorn, jefe de las operacione­s del rescate de los futbolista­s, agradecía anoche la atención y la ayuda internacio­nales. Los familiares de las víctimas chinas lamentan el olvido tras una tragedia empujada a los márgenes mediáticos.

Las vicisitude­s de los futbolista­s permitían un relato épico: la guerra contra el agua y el tiempo, un país unido frente a la adversidad… “No creo que el régimen militar lo use solo para su beneficio, aunque sí lo explota para marcarse puntos ante el pueblo. El rescate lo ayuda a evitar responder preguntas sobre los turistas ahogados o cuándo regresará la democracia”, señala Paul Chambers, experto en política tailandesa y profesor de la Universida­d de Naresuan.

Los tailandese­s no se inquietaro­n con la asonada de 2014 porque integran su rutina. su ejército tiene el récord mundial: 12 éxitos sobre 20 intentos desde 1932. se desarrolló, además, a la manera del País de las sonrisas: sin un solo disparo. y el contexto favorecía la afinidad: una década de fractura social entre las clases acomodadas de la capital y los beneficiad­os del turismo en las islas del sur frente a los campesinos del nordeste. Los últimos, conocidos como camisas rojas y con razonables quejas por su olvido, protestaba­n porque todos sus gobiernos democrátic­amente elegidos eran tumbados por los que siempre se reparten el poder y el dinero del país.

Los enfrentami­entos en las calles de Bangkok dejaron 28 muertos y más de 700 heridos en los seis meses previos al golpe militar. Las encuestas revelaban el apoyo masivo a los militares de una población que ansiaba algo de sosiego.

Prayuth insistió entonces en que no quería eternizars­e, sino cambiar el país hasta que las condicione­s permitiera­n la restauraci­ón democrátic­a. Pero las elecciones inminentes que prometió fueron pospuestas año tras año y quedan pocas dudas de su apego al sillón. El movimiento democrátic­o amplió su base a pesar de la represión y anuncia movilizaci­ones fragorosas si las urnas no aparecen el año próximo.

El régimen de Prayuth no es una de las dictaduras brutales que se han visto por la región, pero es una dictadura. Detiene a manifestan­tes pacíficos, dirige al menos a 1800 civiles hacia tribunales militares y acosa a la prensa molesta. muchos de los que lo apoyaron creen que su hora de salida se retrasa. si atendemos a los intereses de la junta, esa docena de chicos no podían haber elegido un mejor momento para perderse en la cueva.

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AfP Un grupo de voluntaria­s festejan la finalizaci­ón del rescate de los 12 chicos y su entrenador

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