LA NACION

Uno de esos días en los que el fútbol hace historia

- Sebastián Fest ENVIADO ESPECIAL

MOSCÚ.– El foco debía estar puesto en Krestovsky, una isla asomada al Báltico que forma parte de la esplendoro­sa San Petersburg­o. ¿Qué podía competir contra una semifinal del Mundial? Nada. O casi nada. Bueno, a una semifinal mundialist­a puede sucederle que en esas mismas horas el jugador estrella de las redes sociales, además de enorme delantero, se tome un avión privado para aterrizar en Kalamata, una tranquila ciudad de Grecia, y se junte allí con el presidente de un club que es mito del fútbol. Puede suceder que mientras Francia le gana a Bélgica un gran partido en Rusia, Cristiano Ronaldo se junte con Andrea Agnelli, presidente de la Juventus, para firmar como nuevo jugador del “calcio”. Puede suceder que las famosísima­s aceitunas de Kalamata compitan mano a mano con los no menos reconocido­s arenques de San Petersburg­o. Y ganen, según sea quién lo mire.

Hay un Mundial de fútbol aún en juego, pero los todopodero­sos clubes europeos se impacienta­n y copan la escena. Si Florentino Pérez ya dejó claro hace un mes que no hay nada que se le interponga en el camino al contratar y simultánea­mente hundir al técnico de España en pleno torneo, Cristiano Ronaldo lo forzó a aparecer de nuevo perturband­o el ambiente. El portugués aceleró su adiós a España (y eso incluye a Lionel Messi), y como a él y a Agnelli les quedaba cerca de sus vacaciones la ciudad en el Peloponeso, hacia allí enfilaron todos. Hasta el Sporting Lisboa y el Manchester United cobrarán una parte.

Que la Juve entre en escena cuando una de sus grandes figuras en la historia escribe precisamen­te eso, historia, es llamativo. Ni siquiera le da margen de festejo al campeón del Mundial, porque los italianos presentará­n a Cristiano el lunes, apenas horas después de que haya un nuevo campeón. Que Italia mire el Mundial por TV debe tener algo que ver. Y eso que Didier Deschamps, histórico de los bianconeri, es el primer campeón del mundo como jugador que llega a una final como entrenador desde que Rudi Völler lo hiciera en 2002 con Alemania. Deschamps quiere ser como Franz Beckenbaue­r, y tiene con qué. No hay selección que, como Francia, haya sumado tres finales en 20 años y tenga además atragantad­a la definición perdida dos años atrás en la Eurocopa. Perdió… contra el Portugal de Cristiano Ronaldo. Una Francia que 12 años atrás vio como Zinedine Zidane tiraba a la basura la victoria en la final contra Italia. Zidane, otro histórico de la Juve, en la que jugó junto a Deschamps. Zizou, otro histórico del Real Madrid. El fútbol, se sabe, es circular: todo vuelve. Deschamps, que en su época de jugador era conocido por su disciplina táctica, hoy muestra las emociones con mucha más facilidad que en aquellos tiempos, también más que cuando entrenó a la Juve. “Hay mucho orgullo en este grupo, hemos estado 49 días juntos y han pasado cosas que fueron difíciles. Y quiero sumar a todo el resto del equipo técnico, son 20 personas más. Si estamos en la final es gracias a todos ellos. Y no, la final de 2016 todavía no se digirió, sigue ahí”. Francia tiene una nueva oportunida­d. Lo entendió instantes después de la victoria un hombre clave de los “bleus”, Antoine Griezmann: “Es increíble ver la alegría que podemos brindar”.

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