LA NACION

El Puma que ahora se juega por las criptomone­das

- Texto Andrés Krom | Foto Diego Spivacow/AFV Carlos Manzoni

Habían transcurri­do ya 72 minutos del partido. En una noche lluviosa de Wellington, la Argentina caía ante Escocia en los octavos de final del Mundial de Nueva Zelanda 2011 y el resultado parecía irremontab­le. El fullback Lucas González Amorosino recibe la ovalada cerca de la línea de touch, supera una embestida de tres “cardos” y, frente a la posibilida­d de apoyar el try, decide hacer un quiebre adicional para allanar todavía más el camino a la conversión de Felipe Contepomi.

Gracias a la jugada, los Pumas vencieron a los escoceses por 1312 y pasaron a cuartos de final. La secuencia y su nombre quedaron grabados en la memoria de muchos fanáticos del rugby. Siete años después, el presente lo encuentra más cerca del emprendedo­rismo que del deporte.

1 No todo es deporte.

El rugby ha sido una parte central de la vida de González Amorosino. Empezó a jugar a los cuatro años, aunque recién a los 19 comenzó a cambiar sus hábitos alimentari­os y a entrenar con mayor intensidad. En 2007 ganó una beca que otorgaba la UAR y en 2009 se inició en el profesiona­lismo, cuando fue convocado para jugar en el Leicester. “Pasé nueve temporadas en Europa –cuenta, durante su charla con Estuve dos años en Inglaterra, tres en Francia, uno y medio en Gales y otro en Irlanda”, recuerda.

A pesar de que el deporte consumía buena parte de su tiempo, tenía otros intereses. “Creo que fui emprendedo­r desde que nací, siempre fui inquieto”, reconoce González Amorosino, que a los 17 años inauguró un restobar llamado El Viejo Justiciero, en Adrogué, que debió abandonar cuando fue llamado a jugar en Europa. Más adelante, se recibió de técnico superior en Comercio Exterior en la Fundación Bank Boston, inspirado por su padre, que tenía una empresa de exportació­n de carbón.

2 Aprender jugando.

Pero todos los proyectos empresaria­les que encaró fueron forzosamen­te pasajeros hasta 2017, cuando decidió retirarse del profesiona­lismo y volvió a tener tiempo libre. Por esa época creó Rugby Pro, una compañía que organizaba eventos deportivos para chicos.

“Cuando volví de Europa me puse a pensar cómo podía devolverle al deporte lo que me dio y se me ocurrió organizar clínicas de rugby. Nos tocó la suerte de ir a muchas provincias, donde los chicos no suelen tener al alcance a sus ídolos. Aparte, las clínicas de rugby solían durar media hora y yo cambié ese sistema por un campus de dos o tres días”, dice.

3 Con ayuda de mis amigos.

Justo cuando buscaba encarar nuevos proyectos, dos amigos de la adolescenc­ia lo invitaron a formar parte de Revire, un restaurant­e en Corrientes y 9 de Julio, a 30 metros del Obelisco. “Me metí y me encantó, mi tarea fue traer todo tipo de sponsors”, señala. Por entonces conoció además a Dardo De Marchi, fundador de la cadena de gimnasios Sportclub, e inició una colaboraci­ón para organizar distintos eventos deportivos.

Poco después, se produciría el encuentro que sellaría su ingreso al mundo “cripto”. Durante una partida de póquer, conoció a Kevin Bootz y Bruno Tiberti, que estaban desde hacía nueve meses trabajando en Inbest, un sistema basado en blockchain que permitiría utilizar una criptomone­da nativa (IBST) para comprar y pagar diferentes productos y servicios sin la necesidad de intermedia­rios.

4 Por la ruta de blockchain.

Aunque este tipo de activos digitales vio la luz en 2008 con el nacimiento del bitcoin, en la actualidad ya existen más de 1600 divisas diferentes con valores que oscilan entre los US$6500 y meros centavos.

“El proyecto me pareció increíble –afirma–. Les dije que yo encaro las cosas al 100% y empecé a abrir puertas. Una semana hablaba con inversores de la Argentina, otra con gente de Chile o México. Hasta el día de hoy soy un jugador ‘24/7’ de Inbest”.

No fue el único atraído por la propuesta de la compañía, que acaba de cerrar una oferta pública de monedas (ICO) de US$120 millones provenient­es de 30.000 inversores en 100 países.

“Queremos ser la moneda de mayor adopción en América Latina –revela el rugbier–. En toda la región hay casi 700 millones de personas y muchas de ellas no están bancarizad­as. Creemos que este podría ser un medio para que puedan ingresar en la economía. Para eso lo creamos”.

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