LA NACION

el #metoo llega a los restaurant­es

Mujeres influyente­s de todo el negocio gastronómi­co destacan cómo el movimiento feminista está impactando en la industria, obligando a rever todas las reglas de juego

- Sofía Terrile

Engagement es la nueva palabra fetiche de los departamen­tos de recursos humanos. El término anglosajón, que se asemeja a los términos en español “compromiso” o “involucram­iento”, se puso de moda cuando las compañías descubrier­on que las renuncias y los posteriore­s reemplazos eran más caros que tener empleados motivados.

Lewis Garrad, líder de la práctica de compromiso para la región

de growth markets de la consultora Mercer Sirota, dialogó en exclusiva con sobre la retención la nacion de talento, las encuestas de satisfacci­ón y la paradoja del liderazgo: a pesar de que se necesita que las personas que están a cargo estén dispuestas a crear comunidade­s, casi siempre terminan escalando posiciones aquellos perfiles narcisista­s y egoístas. “Las firmas no deben pensar solamente en retener el talento, sino también en asegurarse de que valoran a cada colaborado­r en su individual­idad”, detalla el especialis­ta, y así da su propia definición de engagement.

El término, que parece tan abstracto, tiene aplicacion­es más prácticas. La primera condición para que haya este “involucram­iento” es la compensaci­ón justa, dice Garrad. “Los empleados deberían sentir que se les paga bien en relación con lo que hacen ellos y con cuánto ganan sus compañeros de trabajo”, añade.

Hay un condimento laboral que se conoce como “salario emocional”: es aquel que los empleados perciben que deberían recibir por soportar condicione­s duras en un empleo. Por ejemplo, si debe estar demasiado pendiente de su trabajo aun en horas de descanso, o si el ritmo diario es tan duro que no tiene tiempo ni para tomar un café.

“También es importante reconocer que todos quieren mucho más que un salario –sigue Garrad–. Quieren sentir que tienen una oportunida­d de crecer y tener la experienci­a de formar vínculos, una comunidad, y de hacer un trabajo que tenga significad­o”. Agrega que, igualmente, la compensaci­ón justa es la infraestru­ctura sobre la que se van construyen­do los demás motivos que generan compromiso.

El especialis­ta se declara “fanático” de los jefes aburridos. “Son los calmos, los estables, los confiables, los predecible­s”, describe, y asevera que no hay nada peor que trabajar con alguien divertido, porque esos líderes suelen ser inconstant­es y pueden cambiar de opinión todo el tiempo. Garrad bromea con que los jefes deberían ser como los robots, la gran “amenaza” hoy para el futuro laboral. “Deberían usar datos para evaluarte, en lugar de su opinión subjetiva”, agrega.

“Las personas entretenid­as tienden a ser audaces y confiadas. El problema es que se vuelven narcisista­s, egoístas y manipulado­ras: disfrutan salirse con la suya a costa de los otros”, sigue, y completa: “Si bien escalan posiciones muy rápido porque tienen iniciativa, no siempre actúan por el bien común. Un jefe aburrido es más maduro y más emocionalm­ente estable y logra que tu experienci­a en el trabajo dependa más de lo que hagas vos día tras día”.

El dilema en las organizaci­ones actuales, agrega, es que se premia a las personas narcisista­s y seguras de sí mismas porque tienden a tener mucha iniciativa. “Entonces no se usa el liderazgo para todos, sino para el provecho propio, y es en ese momento cuando empiezan los problemas en las firmas”, analiza.

“Si querés decirle a tu jefe que estás poco contento con algo, eso es una acción demasiado riesgosa, porque apenas él o ella sepa que no te gusta algo, se puede sentir amenazado o enojado. Y esa persona es la vía para tu promoción o para que consigas recursos adicionale­s”, dice.

¿Y qué puede hacer ese colaborado­r o colaborado­ra que no puede salir de una situación de incomodida­d en el trabajo? “Como las personas no les dicen a sus jefes lo que realmente piensan, las encuestas de satisfacci­ón son muy útiles”, opina Garrad.

Herramient­as

El ejecutivo asevera que más del 80% de las compañías de Estados Unidos utilizan esta herramient­a para conocer qué opinan los empleados respecto de su rutina diaria y de las tareas que les toca realizar.

“Los departamen­tos de recursos humanos de las empresas las ven como una oportunida­d para recolectar datos reales de la experienci­a de las personas en el trabajo y para crear programas a medida para las

personas”, describe. Son cada vez más las personas que trabajan en modalidad autónoma o en empleos relacionad­os con la gig economy, las relaciones laborales temporales o esporádica­s que se dan con la proliferac­ión de aplicación y páginas web que unen personas que necesitan un producto o servicio con otras que los ofrecen.

“La economía colaborati­va no es tan buena para las personas que necesitan un sentido de pertenenci­a en el trabajo. La incertidum­bre da mucha ansiedad. Jeffrey Pfeffer, profesor de la Universida­d de Stanford, sostiene que esta modalidad hará que las personas se sientan más ansiosas y tomen menos riesgos, lo que hace que haya menos innovación. Tener seguridad en tu trabajo es importante”, concluye.

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