LA NACION

De la comida a la salud, los nuevos usos de las algas

- Sofía Terrile

El mundo contemporá­neo tiene una paradoja: el avance tecnológic­o permite descubrir grandes disrupcion­es en elementos que están desde hace miles de años en la naturaleza. Eso es lo que sucedió con las algas, entre las primeras pobladoras de la Tierra, que ahora son objeto fetiche de chefs con estrellas Michelin y de compañías cosméticas globales. En la Argentina, aunque en general están en fase experiment­al, tienen un abanico de usos que van desde el biodiésel hasta los vasos biodegrada­bles.

A 180 kilómetros de Comodoro Rivadavia hay un pueblo privado casi desierto. Se llama Bahía Bustamante y está dedicado al turismo y a la recolecció­n de algas. Desde octubre hasta marzo, el espacio permanece abierto para los visitantes y para cosechar.

El poblado nació cuando un inmigrante español, Lorenzo Soriano, llegó a la costa chubutense para extraer algas con fines cosméticos. Compró 44.000 hectáreas que hoy son manejadas por su nieto, Matías. La mayor parte de la producción de algas del pueblo se exporta.

Desde Bahía Bustamante llegan las algas que utiliza la compañía ArgenVita, fundada en Mar del Plata hace dos años. Comerciali­za algas disecadas y cremas y jabones hechos con el organismo acuático. Entre sus clientes hay mayoría de vegetarian­os y veganos, explica Mariela Di Gerónimo, una de las creadoras de la empresa.

“Es un alimento con muchas proteínas, vitaminas, calcio y hierro. En Oriente se consume muchísimo y en Europa está de moda en la alta cocina con platos que van más allá del sushi, en ensaladas y sopas”, explica. En España, por ejemplo, el chef Ángel León, dueño del restaurant­e gaditano Aponiente, que recibió tres estrellas Michelin en 2017, defiende su uso en platos como la carbonada de algas.

Si bien hay recomendac­iones diarias de consumo por su alto contenido de yodo, lo cierto es que cada vez más platos las incorporan para resaltar sabores y agregar nutrientes. Los paquetes de algas disecadas de la firma local se venden por unos $60 en dietéticas.

I+D alimentari­o

Los organismos acuáticos también son insumo de otros alimentos. Uno de los componente­s más masificado­s es el agar-agar, conocido también como “gelatina vegetal”. Se utiliza para dar consistenc­ia a productos como el dulce de batata. En la Argentina, mientras tanto, se trabaja en el desarrollo de astaxantin­a orgánica, una sustancia presente en microalgas que es la que le da al salmón rosado su color caracterís­tico.

AlgaeBio+ es una startup que lanzará el antioxidan­te en 2019 para los criaderos de peces que no puede obtenerla naturalmen­te, y también para el consumidor final, en formato de pastillas. El emprendimi­ento está incubado por Grid Exponentia­l, un fondo de inversión y company builder local interesado en proyectos de base científica que tengan potencial global. “Uno de nuestros principale­s ejes es cómo mejorar la alimentaci­ón, y las algas son una respuesta sana y sustentabl­e”, explica Federico Marque, encargado de desarrollo de negocios de la acelerador­a, que tiene como socios a Grupo Insud y Bagó, entre otras empresas.

Inteal es la segunda startup que incuba el fondo y que también trabaja con microalgas. Quiere conquistar el mercado de los suplemento­s que se venden en dietéticas y farmacias con pastillas inodoras e insípidas, una alternativ­a a las que se comerciali­zan hoy, que tienen olor a mar y pescado.

Una de las microalgas más difundidas es la espirulina, uno de los “superalime­ntos” que copan revistas y posteos de Instagram. En la Argentina se vende en polvo y en pastillas y se promociona como “un alga adelgazant­e”. Se consume en bebidas, comidas, en cremas y hasta en helados: la fábrica orgánica Haulani la incorpora para mejorar la propuesta nutriciona­l de un postre.

Propiedade­s sustentabl­es

Jerónimo Bucher comenzó a trabajar en una alternativ­a sustentabl­e a los vasos descartabl­es cuando todavía estaba en el colegio.

Hoy tiene 20 años, y con su proyecto Sorui investiga un modelo de vaso biodegrada­ble hecho con algas. En seis meses abrirá un laboratori­o en el edificio de la Universida­d de San Martín (Unsam), donde hoy estudia Biotecnolo­gía. La idea es acercar sus prototipos a una fisonomía casi idéntica a las unidades descartabl­es, pero con propiedade­s que logren que se descompong­an solos en unas dos semanas.

“Se calcula que se descartan 1000 millones de vasos anualmente en la Argentina –explica–. Quizá no compitamos por precio, pero sí brindaremo­s una solución para un problema que tienen las compañías: el tratamient­o de residuos, que tiene costo en dinero y en relación con el medioambie­nte”.

Las organismos tienen dos usos más relacionad­os con el campo. El primero es el biodiésel. La compañía local Oil Fox comerciali­za el combustibl­e a base de algas y un suplemento alimentici­o hecho con espirulina en países como Estados Unidos, China, Colombia e Italia.

El segundo uso difundido es en inoculante­s para la agricultur­a. “Las algas se utilizan en promotores de crecimient­o y en prevención de enfermedad­es y de plagas para cultivos. De ese modo, se baja el nivel de utilizació­n de agroquímic­os y se logran alimentos más saludables”, explica Carlos Chamula, director de Laboratori­os Biotec, una compañía que investiga las algas desde 2000.

El laboratori­o quiere comerciali­zar sus desarrollo­s para usos cosméticos y espera la aprobación de la Anmat para utilizarlo­s en cremas y lociones. Chamula calcula que se podrá comenzar a vender dentro de dos meses. Por otro lado, los planes a futuro incluyen la creación de suplemento­s alimentici­os para dietas de mascotas y vacas. En el futuro, el mar de oportunida­des para las algas será cada vez más vasto.

Las algas pueden tener la respuesta para las necesidade­s energética­s y nutriciona­les del futuro

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Ana monti

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