Las revoluciones técnicas han sido irresponsables
En 1896, el sueco Svante Arrhenius advirtió sobre el efecto nocivo que podrían causar los gases de invernadero que la Revolución Industrial estaba produciendo a una tasa cada vez mayor. No le prestaron ninguna atención. La modernidad estaba muy buena y producía mucha riqueza para darle importancia a una teoría tan disparatada. Tardamos 91 años en probar que el pobre Arrhenius tenía razón. Pero para entonces el problema era todo nuestro.
Pensaba, estos días, que no hemos sido responsables con nuestras revoluciones técnicas. Y cuál podría ser la razón de esto.
La escritura, por ejemplo. Fue quizás el avance más disruptivo de la historia, 5000 años atrás. ¿Y qué hicimos? ¿De inmediato impartimos la alfabetización? ¿Permitimos la libre circulación de las ideas y fomentamos la ilustración? No. Mantuvimos el desarrollo recluido dentro de un pequeño círculo durante 45 siglos.
Fuimos tan irresponsables con la escritura como lo seríamos mucho después con la energía atómica. Nunca dijimos: “Esto está realmente muy bueno, científicamente hablando. Ahora, el temita de la radiación, qué sé yo, habría que estudiarlo bien y poner los mayores reparos posibles. Y esa cuestión de fabricar explosivos millones de veces más potentes que el TNT dejémosla de lado, ¿dale?”. Por el contrario, tuvimos Nagasaki, Hiroshima y Chernobyl. Y más: la amenaza nuclear persiste.
Uno podría argumentar que somos una especie todavía joven, en términos históricos. Pero ese argumento siempre me sonó falaz, porque, ¿con qué otra civilización podemoscompararnos?respuesta simple: con ninguna.
Con las computadoras e internet ocurrió lo mismo. Cuando un puñado de hackers y de defensores de los derechos civiles advirtieron sobre los varios frentes de tormenta que vislumbraban en el horizonte, ganó el entusiasmo y no se les prestó atención. Ahora vivimos una crisis en seguridad, privacidad y libertad de expresión.
Al menos hasta ahora, la única humanidad que conocemos, la nuestra, ha adoptado con un entusiasmo ciego los avances técnicos. Creo también que eso es una adaptación evolutiva. Si hace 2,6 millones de años hubiéramos sido más cautos con el pedernal, muy probablemente nos habríamos extinguido. Ese pecado original se perpetuó incluso cuando empezamos a desarrollar tecnologías que podían afectar la ecología o los derechos civiles. En mi opinión, un comité evaluador habría sido, en cada revolución técnica, más dañino que nuestra irresponsabilidad. Pero tal vez sería bueno que la próxima vez presten oídos a los Arrhenius de cada era. Porque ahora nosotros podríamos ser nuestros peores enemigos.