LA GRAN FINAL DEL MUNDIAL
Pelearán por la copa Francia y Croacia; Bélgica quedó tercero
MOSCÚ.– La miran por TV Brasil, Alemania e Italia. La miran por TV España y Uruguay. La mira por TV La Argentina, claro. Hoy es ese día que se espera por cuatro años y que después dura diez, cien o más. Es la final del Mundial, el partido que cualquier selección y jugador muere por disputar, el que hace cuatro años vieron mil millones de personas por TV y al que hoy, en vivo, asistirán apenas 81.500 desde las tribunas, 22 futbolistas sobre el césped y 23 en los respectivos bancos de suplentes junto a los dos técnicos. Ese partido que solo juegan dos y que esta vez mide a Francia con Croacia. Esa final que un argentino verá como ninguna otra persona en el planeta: Néstor Pitana.
“Es un privilegio jugar un partido así. No hay nada más lindo ni más fuerte para un jugador de fútbol”, dijo Didier Deschamps, el técnico que, como capitán “bleu” hace 20 años, alzó el trofeo en el Stade de France. Su homólogo croata, Zlatko Dalic, un hombre que se hizo dirigiendo en el fútbol croata, albanés, saudí y emiratí, no esconde la emoción: “Es el momento más grande de la vida de todos nosotros. Más allá de las Champions y todo, este es el partido más grande. Estamos listos para dar todo lo que tenemos y reconocer la derrota con dignidad, si sucede”.
Si sucede, de eso se trata. Los croatas llegan a la final con un día menos de descanso y todo un partido más sobre las espaldas, al fin y al cabo esa es la suma de los tres tiempos adicionales de 30 minutos cada uno que jugaron en octavos, cuartos y semifinales. No es David y Goliath, pero hay uno claramente más chico y otro más grande. Francia juega su tercera final mundialista en 20 años y quiere tomarse revancha de la que Zinedine Zidane tiró a la basura con el cabezazo más inexplicable de todos los tiempos, aquel que le dio a Marco Materazzi en la final de Alemania 2006. Revancha, también, y aunque lo niegue, de la final de la Eurocopa perdida hace dos años en París ante el Portugal de Cristiano Ronaldo.
La disputa por el Balón de Oro
Toda una tarde de emociones en ese histórico estadio Luzhniki que está vigilado por una gigantesca y severa estatua de Lenin, padre de la revolución rusa, ese estadio que en los Juegos Olímpicos de Moscú 80 –los del boicot occidental– fue escenario del enorme duelo del atletismo entre Steve Ovett y Sebastian Coe, el mismo estadio que, hecho a nuevo a un costo de 405 millones de dólares, vio pasar como una exhalación al jamaiquino Usain Bolt. El mismo estadio en el que, en 1982, murieron 350 personas por una avalancha durante un partido de la entonces Copa UEFA.
No estarán ni Lionel Messi, ni Cristiano Ronaldo, y lo que parece una obviedad es, en realidad, una de las historias centrales de la final. Rusia 2018 marca el final de un ciclo único en la historia del fútbol en el que la estrella del Barcelona y la (hasta hace unos días) del Real Madrid se repartieron todos los premios individuales. Ese Balón de Oro que ahora convive con un nuevo premio creado por la FIFA, The Best, y que irá a manos de un nuevo jugador. ¿Modric si efectivamente guía a Croacia hasta la gloria? ¿Kylian Mbappé si se desata también en la final? No son pocos los que consideran que no, que ni ellos ni ninguno de los que juegue la final, que el hombre es Eden Hazard, líder de la Bélgica que ayer se dio el gusto de derrotar a Inglaterra por segunda vez en dos partidos en el Mundial para quedarse con el tercer puesto.
Visualmente será una final muy atractiva, porque Croacia vuelve a su indumentaria más reconocible, la clásica camiseta “ajedrezada” con cuadrados blancos y rojos, la combinación que la hizo popular en
1998, cuando alcanzó el tercer puesto en Francia tras caer ante el local en semis y derrotar a Holanda por el tercer escalón. Los croatas solo vistieron así en Rusia en su primer partido que ganaron contra Nigeria
2-1 y su conjunto se completará con pantalón y medias blancas. Su arquero, Danijel Subasic, vestirá completamente de verde oscuro. Francia apostará por el azul marino para la camiseta, pantalones y medias, una repetición de lo que vistió en la semifinal con Bélgica. Su arquero, Hugo Lloris, estará vestido íntegramente de amarillo. O de color “oro”, en terminología de la FIFA.
En el palco del Luzhniki estará el presidente francés Emmanuel Macron, en franco contraste con su homóloga croata, Kolinda Grabarkitarovic. Si el primero es casi un monarca, la representación de esa Francia imperial que ya no existe, la segunda viene asistiendo a los partidos del Mundial tomándose días libres y pagándose sus vuelos y estadías. Ahí también se marcan las distancias entre dos selecciones que hoy contarán con todas sus figuras.
“El equipo está muy tranquilo”, aseguró Deschamps. Y es probable que así sea porque es el favorito hoy. Modric, cómodo en la modestia y el perfil bajo, no se sale de ese carril. Sabe que hoy tiene que arengar a sus compañeros ante un momento único de sus vidas, pero llega sin guion. “Ya veré qué digo. Les diré lo que sienta en ese momento, quizás esté inspirado”. E inspirado Modric, todos lo saben, la final tendrá otro color.