Macri, experto en repechar cuestas
De “lo peor ya pasó” –argumento presidencial predilecto hasta hace unos pocos meses– y el clásico “nopasanadismo” de Marcos Peña –algo atemperado últimamente–, se pasó ahora a hablar de “tormenta” y de los “meses duros” que vienen por delante, al menos hasta fin de año.
La persistencia de este inesperado libreto, en el que convergen Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y el propio Peña, es una novedosa y bienvenida manera de enunciar de forma más realista los efectos de los sacudones económicos de los últimos meses.
En la nueva argumentación gubernamental se presenta una valiosa oportunidad para el oficialismo. Empezar a machacar verbalmente sobre lo adverso puede producir el efecto en el ánimo de cierta porción de la población de que no es para tanto. Con un plus: mostrar un rasgo de insólita sinceridad, algo poco habitual en los políticos cuando habitan las cumbres del poder. Las malas experiencias personales suelen amortiguarse mejor cuando nos advierten a tiempo de la llegada de dichas contingencias. El solo hecho de prepararse y tomar recaudos al respecto modera el mal efecto y hasta puede aliviar un tanto sus consecuencias. El énfasis verbal en una determinada dirección a veces produce reacciones contrarias. Es lo que habitualmente sucede cuando nos han ponderado exageradamente una película: al verla puede parecernos no tan buena y, al revés, si los comentarios previos fueron muy negativos, tal vez nuestra propia evaluación no sea tan mala. En la vida real sucede algo parecido.
Claramente, de todos modos, no es suficiente y menos cuando el caballito de batalla anterior del “gradualismo”, que esperanzaba sobre un futuro mejor al alcance de la mano, es reemplazado por el mucho más áspero e inquietante “recorte del déficit fiscal” sin más, una meta macroeconómica claramente necesaria, pero lejana y muy poco seductora para entusiasmar a la población.
Antes, el subrayado de la comunicación macrista apuntaba al “Haciendo lo que hay que hacer”, ilustrado con las obras públicas y los nuevos metrobuses que el Gobierno abrazó con intensidad en su primera mitad, un valioso sello distintivo que entusiasmaba a muchos.
Se había dejado de estimular el consumo ligero y superficial fogoneado por el kirchnerismo con una contención artificial del dólar, las tarifas rifadas a precios insostenibles y una situación de default con los holdouts, en un contexto estridente de personalismo en cadena, aguda corrupción y avasallamiento de las instituciones.
Pero la promesa de sucesivos mejores “segundos semestres” y una suave reactivación de algunos rubros ayudaban todavía a mantener las ilusiones en alto.
Cambiemos no quiso o no pudo asumir una suerte de continuación en el tiempo del proyecto trunco del desarrollismo. Además, los aliados del Pro en esa alianza, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, se limitaron a ser meros socios electorales y parlamentarios, pero virtualmente sin voz ni voto en la conducción del Gobierno, al menos en la primera mitad de la gestión en curso. El Pro, al mando del timón del país, abrió la expectativa de ser una experiencia inédita: por primera vez un grupo de empresarios exitosos manejarían la economía con profesionalismo e idoneidad. Su excesivo voluntarismo optimista de que lloverían automáticamente inversiones extranjeras a granel, pero que solo llegaron en acotada cantidad –fueron más los gestos de buena onda de los principales líderes mundiales que los hechos concretos–, ahondó el déficit de cuenta corriente del Gobierno al financiarse con creciente deuda externa.
La incesante actualización de tarifas, el festival especulativo de bonos y la reiteración de episodios incómodos con algunos miembros del gabinete armaron un combo que la suba de tasas en Estados Unidos y del petróleo, la sequía, la salida de los capitales golondrina y la guerra comercial desatada por Trump contra China terminaron por volver más inflamable y peligroso. Una
Reconoció estar en medio de una tormenta; la comunicación oficial busca ajustarse a la crisis
sensación de fragilidad creciente clausuró la etapa del gradualismo amable.
Una veintena de voceros oficialistas integrada por legisladores y algunos intendentes de Cambiemos que intercambian pareceres sobre “qué estamos diciendo” tuvieron una reunión hace unos días en la casa rosada con el jefe de gabinete, de la que participó también el ministro nicolás du jovne. allí hubo coincidencias de que había que adoptar una estrategia más realista ante la crisis y se informó que estaba en marcha la elaboración de un nuevo discurso comunicacional ajustado a los estrecho s tiempos que corren, pero con una actitud más pro activa. De hecho, está convocada para el miércoles en Olivos una conferencia de prensa del presidente y se anunció que a fin de mes se retomarán los timbreos. Mientras tanto, se intensifican las acciones más personales que emprende diariamente Mauricio Macri desde las redes sociales al invitar a conversar a los usuarios de Instagram y redoblar sus visitas fuera del protocolo a personas de a pie. La “cercanía”, sigue siendo prioridad.
El Presidente emprende uno de sus deportes predilectos: repechar la cuesta.