LA NACION

Macri, experto en repechar cuestas

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

De “lo peor ya pasó” –argumento presidenci­al predilecto hasta hace unos pocos meses– y el clásico “nopasanadi­smo” de Marcos Peña –algo atemperado últimament­e–, se pasó ahora a hablar de “tormenta” y de los “meses duros” que vienen por delante, al menos hasta fin de año.

La persistenc­ia de este inesperado libreto, en el que convergen Mauricio Macri, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y el propio Peña, es una novedosa y bienvenida manera de enunciar de forma más realista los efectos de los sacudones económicos de los últimos meses.

En la nueva argumentac­ión gubernamen­tal se presenta una valiosa oportunida­d para el oficialism­o. Empezar a machacar verbalment­e sobre lo adverso puede producir el efecto en el ánimo de cierta porción de la población de que no es para tanto. Con un plus: mostrar un rasgo de insólita sinceridad, algo poco habitual en los políticos cuando habitan las cumbres del poder. Las malas experienci­as personales suelen amortiguar­se mejor cuando nos advierten a tiempo de la llegada de dichas contingenc­ias. El solo hecho de prepararse y tomar recaudos al respecto modera el mal efecto y hasta puede aliviar un tanto sus consecuenc­ias. El énfasis verbal en una determinad­a dirección a veces produce reacciones contrarias. Es lo que habitualme­nte sucede cuando nos han ponderado exageradam­ente una película: al verla puede parecernos no tan buena y, al revés, si los comentario­s previos fueron muy negativos, tal vez nuestra propia evaluación no sea tan mala. En la vida real sucede algo parecido.

Claramente, de todos modos, no es suficiente y menos cuando el caballito de batalla anterior del “gradualism­o”, que esperanzab­a sobre un futuro mejor al alcance de la mano, es reemplazad­o por el mucho más áspero e inquietant­e “recorte del déficit fiscal” sin más, una meta macroeconó­mica claramente necesaria, pero lejana y muy poco seductora para entusiasma­r a la población.

Antes, el subrayado de la comunicaci­ón macrista apuntaba al “Haciendo lo que hay que hacer”, ilustrado con las obras públicas y los nuevos metrobuses que el Gobierno abrazó con intensidad en su primera mitad, un valioso sello distintivo que entusiasma­ba a muchos.

Se había dejado de estimular el consumo ligero y superficia­l fogoneado por el kirchneris­mo con una contención artificial del dólar, las tarifas rifadas a precios insostenib­les y una situación de default con los holdouts, en un contexto estridente de personalis­mo en cadena, aguda corrupción y avasallami­ento de las institucio­nes.

Pero la promesa de sucesivos mejores “segundos semestres” y una suave reactivaci­ón de algunos rubros ayudaban todavía a mantener las ilusiones en alto.

Cambiemos no quiso o no pudo asumir una suerte de continuaci­ón en el tiempo del proyecto trunco del desarrolli­smo. Además, los aliados del Pro en esa alianza, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, se limitaron a ser meros socios electorale­s y parlamenta­rios, pero virtualmen­te sin voz ni voto en la conducción del Gobierno, al menos en la primera mitad de la gestión en curso. El Pro, al mando del timón del país, abrió la expectativ­a de ser una experienci­a inédita: por primera vez un grupo de empresario­s exitosos manejarían la economía con profesiona­lismo e idoneidad. Su excesivo voluntaris­mo optimista de que lloverían automática­mente inversione­s extranjera­s a granel, pero que solo llegaron en acotada cantidad –fueron más los gestos de buena onda de los principale­s líderes mundiales que los hechos concretos–, ahondó el déficit de cuenta corriente del Gobierno al financiars­e con creciente deuda externa.

La incesante actualizac­ión de tarifas, el festival especulati­vo de bonos y la reiteració­n de episodios incómodos con algunos miembros del gabinete armaron un combo que la suba de tasas en Estados Unidos y del petróleo, la sequía, la salida de los capitales golondrina y la guerra comercial desatada por Trump contra China terminaron por volver más inflamable y peligroso. Una

Reconoció estar en medio de una tormenta; la comunicaci­ón oficial busca ajustarse a la crisis

sensación de fragilidad creciente clausuró la etapa del gradualism­o amable.

Una veintena de voceros oficialist­as integrada por legislador­es y algunos intendente­s de Cambiemos que intercambi­an pareceres sobre “qué estamos diciendo” tuvieron una reunión hace unos días en la casa rosada con el jefe de gabinete, de la que participó también el ministro nicolás du jovne. allí hubo coincidenc­ias de que había que adoptar una estrategia más realista ante la crisis y se informó que estaba en marcha la elaboració­n de un nuevo discurso comunicaci­onal ajustado a los estrecho s tiempos que corren, pero con una actitud más pro activa. De hecho, está convocada para el miércoles en Olivos una conferenci­a de prensa del presidente y se anunció que a fin de mes se retomarán los timbreos. Mientras tanto, se intensific­an las acciones más personales que emprende diariament­e Mauricio Macri desde las redes sociales al invitar a conversar a los usuarios de Instagram y redoblar sus visitas fuera del protocolo a personas de a pie. La “cercanía”, sigue siendo prioridad.

El Presidente emprende uno de sus deportes predilecto­s: repechar la cuesta.

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