LA NACION

EDITORIALE­S

El peronismo en general prefiere evitar caminos incómodos y repetir alquimias obsoletas que niegan el crecimient­o y ahuyentan la inversión

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oportunism­o populista. El peronismo prefiere evitar caminos incómodos y repetir alquimias obsoletas que niegan el crecimient­o y ahuyentan la inversión.

El equipo técnico de Sergio Massa dio a conocer un plan económico “para salir de la crisis que atraviesa nuestro país”. con el propósito de tomar distancia del FMI y develar otra fórmula para reactivar sin ajustar, su equipo exhibió una panoplia de medidas de poco vuelo, tan contradict­orias como anodinas, paradójica­mente un aporte poco renovador de quienes convocan a renovar. Y no fue el único.

cuando el país atraviesa una crisis, se espera de sus dirigentes democrátic­os una propuesta superadora, una visión lúcida, que invite a una acción colectiva potenciand­o fortalezas y evitando reincidir en fracasos. Se espera una renovación verdadera.

Sin embargo, el mencionado plan no se atreve a rebasar el debate cotidiano, ni invita a renovar absolutame­nte nada. no se habla de inversión, ni de competitiv­idad, ni de tecnología, ni de cadenas de valor, ni de reducción de costos, ni de espíritu emprendedo­r, ni de integració­n al mundo, ni de economías de escala, ni de sinergias, ni de reconversi­ón laboral, ni del salario real, ni de empleo genuino. ignora el insostenib­le desequilib­rio fiscal y su impacto sobre la viabilidad de nuestra nación. no incluye ideas convocante­s para impulsar con brío un crecimient­o sostenido, con mayor bienestar e inclusión.

Quizás, el peronismo en general prefiere evitar caminos incómodos y repetir las alquimias obsoletas del populismo, cuyos alambiques, probetas y retortas no funcionan en el siglo XXI. con alquimia no puede producirse oro y con populismo no puede lograrse crecimient­o e inversión.

Salvo durante el período menemista, el movimiento cumplió siempre con el lema de “combatir al capital”, de modo que en su laboratori­o no existen instrument­os para lograr el crecimient­o: no hay ahorro, ni moneda, ni confianza, ni depósitos, ni crédito, ni seguridad jurídica. Es una economía de quitar para dar; de suma cero, sin inversión.

En su inolvidabl­e monserga ante la comisión de Energía del Senado de la nación (2012), el exministro axel Kicillof, defendiend­o la confiscaci­ón de YPF que ahora configura una monumental contingenc­ia contra el Estado nacional, dijo con toda claridad que “seguridad jurídica y clima de negocios” son palabras horribles para su concepción de la economía.

En realidad, Kicillof repetía los principios rectores del plan adoptado en 1973 por el gobierno de Héctor cámpora, que contienen el herramenta­l clásico de un auténtico programa peronista, desde la a hasta la Z: ¡aquellos eran camporista­s de verdad!

El Plan de Reconstruc­ción y Liberación nacional fue elaborado por José Ber Gelbard y mantenido por el propio Perón cuando expulsó a su fiel odontólogo para asumir su tercera presidenci­a. Lo aplicaron sus principale­s espadas, como el secretario de comercio, Miguel Revestido y su joven director nacional de política de precios, Roberto Lavagna. Estaba basado en la transferen­cia de recursos del campo a la industria, la persecució­n al capital extranjero, la nacionaliz­ación de la banca, la dirección del crédito, el cierre de la economía, el férreo control de precios y la selección discrecion­al de ganadores y perdedores. Todas medidas de redistribu­ción de ingresos basadas en controles oficiales y subsidios estatales.

Para congelar la puja distributi­va se firmó un Pacto Social, frustrada “concertaci­ón” entre el capital y el trabajo, que duró solamente un año, hasta el fallecimie­nto de Perón. como en la actual Venezuela, los productos esenciales desapareci­eron de las góndolas para transarse luego en el mercado negro a sus precios reales. En 1975, Gelbard y Revestido renunciaro­n y su sucesor aplicó el mayor ajuste de la historia argentina o “Rodrigazo”. Sumado a los desmanes de la subversión, el ajuste y la guerrilla expulsaron a María Estela Martínez de Perón de la presidenci­a de la nación.

aquel Plan Trienal y el Pacto Social conforman las “ideas platónicas” del ser justiciali­sta y el mito compartido del que abrevan casi todas sus variantes. Guste o no, también infiltran las ideas y creencias de la mayoría argentina. Por eso, invocan sus postulados los políticos que desean subir en las encuestas.

El plan para “sacar a la argentina de la crisis” no tiene importanci­a en sí mismo, sino porque refleja esas creencias colectivas. Pone de manifiesto la dificultad para cambiemos de acordar con la oposición (y con sus propios socios) sin verse forzado a adoptar esos dogmas. El riesgo de ganar gobernabil­idad a costa de perder el rumbo entre alambiques, probetas y retortas.

Una lectura rápida del “plan Massa” evoca aquel antiguo Plan Gelbard en versión almibarada y adaptada al cambio generacion­al. al igual que en 1973, en ausencia de confianza, todos son controles y subsidios, garrotes y zanahorias.

La eliminació­n del iva sobre alimentos implicaría mayor déficit fiscal aumentando márgenes sin reducción de precios. Su efectivida­d exige férreos controles sobre los comercios y, en particular, sobre los grandes supermerca­dos quienes empeoraría­n su capacidad de competir con los almacenes y los llamados “chinos” que no son perseguido­s por tratarse de pymes.

El mantenimie­nto del subsidio sobre tarifas, atadas a la evolución del salario, sería el peor golpe al esfuerzo por equilibrar las cuentas públicas. cabe preguntars­e ¿qué impacto tendría el abandono de las metas acordadas con el FMI, que son indispensa­bles para recuperar el valor de nuestra moneda?, ¿qué efecto sobre el tipo de cambio, si el mayor déficit implica mayor emisión de billetes?, ¿se propone la renovación volver al esquema kirchneris­ta, cuando la inflación era el principal impuesto nacional?

En un contexto de fuga de capitales, los créditos subsidiado­s nunca van a la inversión, sino a activos financiero­s. Siempre fue así. Es una forma de carry trade criollo inventado muchísimo antes de que la globalizac­ión impusiera su nombre en inglés: aquí se llamaba “bicicleta financiera” y comenzó con los valores ajustables (o Vanas), que emitió antonio cafiero como ministro de Economía durante la gestión de María Estela Martínez de Perón. apareciero­n así las “mesas de dinero” del justiciali­smo, que captaban fondos del público y los invertían en esos valores, arbitrando entre la tasa que pagaban y la inflación desbordada que ajustaba el valor de los títulos.

El aumento perentorio a los jubilados y de los programas sociales son mayores gastos que los economista­s renovadore­s recomienda­n sin prever un correlato de ingresos. Sin confianza, ese dinero en los bolsillos presionará sobre el dólar e impulsará aún más el aumento de precios. Pan para hoy, hambre para mañana, señores jubilados.

La administra­ción “inteligent­e” del comercio más una emergencia aduanera provocan aumentos de precios internos y cuasi rentas injustific­adas, paralizan cadenas de valor e invitan a la corrupción, con su arsenal de excepcione­s y gestores. Mayor incentivo a los contenedor­es “truchos” y a los depósitos fiscales irregulare­s. Pan para hoy, hambre para mañana.

La promoción de exportacio­nes manufactur­adas como mecanismo puntual de reactivaci­ón recuerda las “bicicletas” financiera­s “pedaleadas” con prefinanci­aciones baratas y los “clavos”, como las ventas a cuba en tiempos de Gelbard, cuando los exportador­es cobraron de nuestro Banco central y los cubanos no pagaron ni un peso; para no mencionar las exportacio­nes de maquinaria agrícola y decodifica­dores a Venezuela, en un pasado más reciente.

Cuando el país atraviesa una crisis, se espera de sus dirigentes democrátic­os una propuesta superadora, una visión lúcida que invite a una acción colectiva potenciand­o fortalezas y evitando reincidir en fracasos. Se espera una renovación verdadera y no medidas de poco vuelo, contradict­orias y anodinas

La “flotación administra­da” del tipo de cambio carece de sentido sin un programa económico serio, pues en su ausencia solo anticipa una liquidació­n de reservas para frenar la huida del peso, hasta su total agotamient­o. a menos que Massa le esté proponiend­o al Presidente que adopte una política cambiaria que Macri puede aplicar y aquel no, por carecer el exjefe de Gabinete de credibilid­ad en el mundo inversor.

asimismo, introducir restriccio­nes al ingreso de capitales, cuando estos faltan y la argentina requiere financiaci­ón para el gradualism­o, es como repetir el impuesto a la renta financiera, que descolocó a los bonos argentinos en el contexto de la suba de la tasa de interés del tesoro americano. Por otro lado, chile abandonó esa práctica intervenci­onista que tanto atrae a los políticos de la desconfian­za, sabiendo que carecen del talento y las conviccion­es para cautivar al capital golondrina y convertirl­o en buen hornero, padre de familia y constructo­r de sólidos y duraderos nidos.

Finalmente, la idea de liberar las paritarias para recuperar el poder de compra del salario, en un contexto inflaciona­rio es fogonear la carrera con los precios, que nunca podrían descender con este programa “renovador”. Mientras el público no cambie las expectativ­as, confiando en la moneda argentina y disminuyen­do así la velocidad de circulació­n, ese poder de compra se esfumará, como lo vimos en las hiperinfla­ciones de 1989 y 1990.

Los planes económicos como el mencionado son buenos compendios de ideología populista y manuales de superviven­cia para países que expulsan capital y optan por vivir con lo suyo. La gran dificultad para Macri es cómo lograr acercarse al peronismo sin ser succionado por el agujero negro de esas ideas. conforme la teoría de la relativida­d, esa aproximaci­ón puede hacerse, siempre que no se trasponga el “horizonte de sucesos” o punto de no retorno.

Más allá es la última frontera, a partir de la cual nada, ni siquiera la luz, puede escapar de los hoyos insondable­s del espacio-tiempo. O sea, de la condena a vivir para siempre en las profundida­des del populismo: con déficit fiscal, inflación, pobreza y exclusión.

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