LA NACION

Las secuelas de los chicos separados en EE.UU.

Muchos no reconocen a sus padres y piden por los trabajador­es sociales

- M. Jordan, K. Benner, R. Nixon y C. Dickerson

PHOENIX.– Una madre esperó cuatro meses para poder volver a abrazar a su hijo. Otra tuvo que aguardar tres meses antes de volver a ver a su hija. Esos encuentros finalmente se produjeron el martes pasado en Phoenix, pero las madres fueron recibidas con un llanto de temor por parte de sus hijos. “No me reconoció”, dijo Mirce Alba López, de 31 años, sobre Éderson, su hijo de tres. “Mi alegría se volvió tristeza”.

Sucedió lo mismo con Milka Pablo, de 35, y Darly, de tres. La chica gritó e intentó liberarse del abrazo de su madre. “Quiero a la miss, quiero a la miss”, protestó Darly, en referencia a la trabajador­a social del albergue en el que vivió desde que fueron separadas por agentes federales de Estados Unidos.

Esas tristes reuniones, en acato a una orden judicial, sucedieron después de que el gobierno de Donald Trump dijo que soltaría a cientos de familias con pulseras electrónic­as.

“Los padres de chicos menores de cinco serán reunidos con ellos y después serán liberados y registrado­s en un programa de detención alternativ­a”, dijo Matthew Albence, un directivo del Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE). Eso significa que a los inmigrante­s se les pondrán grilletes electrónic­os “y serán liberados en las comunidade­s”.

Las reuniones que se celebraron el martes fueron caóticas, por problemas y demoras administra­tivas. Y al caos se sumaron la confusión y el dolor emocional de madres como Mirce Alba López y Milka Pablo.

En la estación de ómnibus, sus hijos comenzaron a llamarse entre ellos como hermano y hermana, pero durante el día no usaron la palabra “mami” con las mujeres que estaban abrazándol­os y alimentánd­olos. Darly, que había aprendido a usar el baño antes de la separación, de nuevo tuvo que usar pañales. Éderson solo quería comer Doritos.

“Quiero irme con mi hermanita”, dijo Éderson, y señaló a Carmen, de 13 meses, una beba de otra familia que estaba en los brazos de Denis Espinoza, su padre hondureño que fue liberado con el grillete 20 días después de la separación.

Albence dijo que la pulsera electrónic­o pretende monitorear a las familias liberadas, pero que se podrán adoptar otros métodos para asegurarse de que los migrantes se presenten ante los tribunales. En total, unas 80.000 personas que inmigraron tienen grilletes.

Poco después de que se implementó la política de “tolerancia cero” de Trump, empezaron a divulgarse fotos de chicos en jaulas y audios de menores llorando tras ser separados de sus padres, lo que desató la furia pública. Trump reaccionó con un decreto con el cual estableció que los menores ya no pueden ser separados de familiares adultos.

Chris Rickerd, abogado de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), dijo que el gobierno de Trump es el que ha creado la actual crisis migratoria. “Este gobierno es el que separa a los chicos de sus familias. Y es este gobierno el que adoptó la postura de ‘tolerancia cero’ en momentos en que las cifras históricas de inmigració­n ilegal han caído”, dijo Rickerd.

El proceso mismo de la reunificac­ión ya dejó claro lo traumática que es la separación por la política de “tolerancia cero”. A un padre hondureño al que le advirtiero­n, tras cruzar la frontera, que podría ser separado de su hijo, le dieron la oportunida­d de explicarle lo que iba a suceder. Y cuando fueron reunidos, el niño se la pasó jugando y le hacía preguntas.

Pero la historia fue otra para un padre al que no le dejaron avisarle a su hijo de tres años que iban a separarlos. Abril Valdés, abogada de ambos casos, dijo que ese chico dejó de hablar en cuanto fue retenido.

Cuando se reunieron el martes, en una oficina migratoria en Michigan, el pequeño dijo muy pocas palabras y se negó a usar los juguetes. “Creo que tiene estrés postraumát­ico”, lamentó Valdés.

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