Investigan en Rosario a un clan que usurpa casas para instalar puestos de venta de droga
Una mujer y su hijo fueron detenidos por su relación con la banda de los Funes
ROSARIO.– Se dedicaban a usurpar departamentos en el barrio Municipal, en el sur de Rosario. Luego de que los propietarios eran desalojados a la fuerza, la vivienda se convertía en un puesto de venta de droga. Dos engranajes de la banda de los Funes fueron detenidos por la Policía Federal, tras una extensa investigación que apunta a desmantelar esa organización narco que desde principios de año generó una espiral de violencia al enfrentarse con el clan de la familia Caminos.
La jueza Silvia Castelli imputó y dictó la prisión preventiva por 30 días contra Mónica H., de 48 años, y su hijo Brian, de 21. Se trata de la madre y el hermano de Carlos Fernández, un joven conocido como Pelo Duro, cuya historia recorre las comisarías y los medios de prensa desde hace casi una década.
El fiscal Matías Edery los acusó de usurpar departamentos en el Fonavi de barrio Municipal, en una causa en la que el 26 de junio pasado se realizaron 24 allanamientos. También están acusados de ocultar a Luciano P., un menor que tenía pedido de captura por el Juzgado de Menores.
Se sospecha que este joven apodado Cumpi es uno de los soldaditos de los Funes y está mencionado en dos investigaciones por homicidios en el barrio, que es el más violento de Rosario.
Cumpi estaba escondido en el núcleo 13 del Fonavi, ubicado en Lola Mora e Hipócrates, donde vivían la madre y el hermano de Pelo Duro.
Los imputados argumentaron que esa propiedad fue adquirida de buena fe, y que en la próxima audiencia llevarán la documentación de la Dirección Provincial de Vivienda que acredita sus dichos.
Según fuentes de la Policía Federal consultadas por la nacion, Mónica y Brian estaban encargados dentro de la banda de “marcar” las propiedades que debían usurparse de manera violenta.
En ese barrio explotó una disputa por territorio para la venta de drogas desde diciembre pasado entre los clanes Funes y Caminos, que provocó un recrudecimiento de los homicidios en Rosario, que sobrepasaron este año los 100, con un incremento de más del 24% con respecto al año pasado.
El fin de los búnkeres
Esta metodología de usurpación de viviendas se impuso en Rosario en los últimos años, luego de que las bandas de narcomenudeo empezaran a rotar los lugares de expendio fijos, dejándose de lado el búnker, ese reducto blindado, a prueba de balas, atendido por menores de edad.
Con el retorno de las fuerzas federales en 2016, los lugares de venta de droga cambian con mayor rapidez y estas bandas dedicadas al narcomenudeo no tienen la logística para construir búnkeres con tanta velocidad. Como alternativa surgió el método de usurpación de viviendas por medio de la violencia.
A principios de enero, una vecina del Fonavi recibió una nota, que Cumpi tiró debajo de la puerta. “O te vas por las buenas, o te vas por las malas, te llamás un flete, te llevás las cosas o te cagamos a tiros esta noche”.
La inquilina del departamento huyó despavorida, pero al otro día se vio obligada a retornar para buscar sus muebles y pertenencias. En ese momento reapareció Cumpi. El testimonio de la mujer fue clave. Contó que se topó con un “nene” de 13 o 14 años que le apuntó con una pistola a su hija de 4 años. A la mujer le dijo: “Te agarra la noche y te mato, así que apurate”.
Pelo Duro y su familia pertenecen a la banda liderada por los hermanos Funes y su padre, Jorge. Todos están presos o muertos. Dos miembros de esta familia, como Jonhatan y Ulises, fueron asesinados en enero y febrero pasado.
En mayo pasado, el juez federal Marcelo Bailaque procesó por tráfico de estupefacientes a seis miembros del clan narco Funes-ungaro, que fueron detenidos el 26 de abril pasado en un megaoperativo con más de 300 efectivos de fuerzas de seguridad en Rosario.
La causa contra el clan Funes –expediente N° 39.419– se inició el 7 de noviembre de 2016, con la denuncia de un testigo de identidad reservada que advertía que ese grupo dominaba la venta de drogas en el barrio La Tablada, donde nunca mermaron los asesinatos.