LA NACION

Bajo la huella de Graf: Kerber se convirtió en la reina de londres

“Recuerdo cuando la miraba de pequeña”, sostuvo la alemana, inspirada en una de las más grandes de la historia, tras superar a Serena Williams en el choque decisivo; la campeona de la constancia

- Matías Baldo

LONDRES.– Angelique Kerber soltó su raqueta, cayó de rodillas y dio una media vuelta sobre la tierra que alguna vez fue pasto en el Court Central del All England porque acababa de cumplir el sueño de toda una vida: “Soñaba con este momento desde que era chiquita. No puedo explicar los sentimient­os que tengo ahora mismo. Ganar Wimbledon es algo muy especial para mi carrera”.

Después del revolcón se puso de pie, recibió el saludo de Serena Williams en un abrazo conmovedor y lanzó besos hacia los cuatro costados de un estadio que ovacionaba de pie a la flamante campeona del Grand Slam británico. Había imitado a Steffi Graf, ídola de toda una generación, que hasta ayer había sido la única teutona en la Era Abierta en consagrars­e sobre el césped londinense. “Mis primeros recuerdos de Wimbledon son con Steffi ganando todos sus partidos, casi todos en dos sets. Recuerdo cuando la miraba de pequeña”, explicó en la conferenci­a de prensa posterior después de cumplir con todo el recorrido de los campeones: salió al balcón a celebrar de cara al público, recibió las felicitaci­ones de las duquesas Meghan Markle y Kate Middleton, Billie Jean King y Martina Navratilov­a en el Royal Box y observó cómo su nombre se inscribía en la lista de ganadoras del título.

En un Wimbledon de batallas maratónica­s, Kerber resolvió en apenas 65 minutos un trámite de pronóstico reservado en la previa. La menor de las Williams, que dio a luz a su hija Olympia hace apenas 10 meses y solo disputó su cuarto torneo de la temporada, lució desconecta­da y errática: cometió 24 errores no forzados, ganó el 63% de los puntos con el primer saque, el 31% con el segundo y se quedó a las puertas de igualar la marca de 24 grandes que Margaret Court estableció en 1975.

La alemana fue una oda a la prolijidad, implacable e infalible: sumó solo cinco errores no forzados durante todo el cotejo. Kerber tejió la trampa para los continuos fallos de su rival, obligó a una Serena fatigada a involucrar­se en largos peloteos y contragolp­eó en los momentos indicados.

El 6-3 y 6-3 final apenas describe su superiorid­ad sobre la desdibujad­a estadounid­ense, que pese a la derrota escalará desde el puesto

181° al 28° en el ranking de la WTA después de su destacada actuación en Londres.

El trofeo es un merecido reconocimi­ento a su regularida­d en un circuito ciclotímic­o que tuvo a siete campeonas diferentes en sus últimos siete grandes y cuya cima del ranking se modificó en diez ocasiones durante los últimos 24 meses. Este año, Kerber es la única jugadora que repitió su presencia en la segunda semana de los tres Grand Slams: fue semifinali­sta en el Abierto de Australia, alcanzó los cuartos de final en Roland Garros y celebró en Wimbledon. Décima en el escalafón antes del certamen, subirá hasta el cuarto puesto.

La historia de Kerber, que en enero cumplió 30 años, es la de una estrella tardía. Mientras su amiga Caroline Wozniacki (2º) acumulaba éxitos durante sus primeras temporadas, ella no lograba dar el paso definitivo para asumir el protagonis­mo que por su talento merecía.

Profesiona­l desde 2007, las semifinale­s del Abierto de Estados Unidos de 2011 y de Wimbledon

2012 eran sus mejores campañas hasta 2016, el año en que estalló su carrera: conquistó el Abierto de Australia, celebró en el Abierto de los Estados Unidos, alcanzó la final de Wimbledon y le arrebató el número uno del mundo a Serena.

“Siempre pensé que podía jugar partidos grandes como este. Creo que fue un proceso. Fue un largo camino con muchos altibajos, pero siempre creí que algún día podría hacerlo”, recordó, con el título a su lado. Su triunfo de ayer también fue una revancha: pese a su brillante rendimient­o, en aquel encuentro decisivo de hace dos años en la Catedral había caído frente a Serena. “A todas las mamás les digo que jugué por ustedes y que lo intenté, pero Angelique jugó realmente bien”, aseguró Serena.

Después de un 2017 decepciona­nte, Kerber está de vuelta y se afianza como única constante de un circuito impredecib­le: “Aprendí mucho del último año, con todas las expectativ­as que había en torno a mí y cómo salieron las cosas. Aprendí a lidiar con todo. Sin todo lo que pasé en 2017, no podría haber ganado Wimbledon”.

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Ap Kerber soltó la raqueta y está a punto de caer sobre el césped; la alemana cumplió un sueño

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