Manifiesto de expresión brutal y solidez interpretativa
LA CEREMONIA, EL SUICIDIO DE UNA IDEA Y LA DECADENCIA DEL PODER MUY BUENA. IDEA, DRAMATURGIA, CREACIÓN E INTERPRETACIÓN: Tomás Soko. TÍTERES: Ayelen Allende. VESTUARIO: Sandra Szwarcberg. ESCENOGRAFÍA: Ayelen Allende y Pia Drugueri. luces: Fernando Cano. MÚSICA: Santiago Blomberg. PRODUCCIÓN: Cía Tomisoko. COPRODUCCIÓN: El Galpón De Guevara y Proyecto Migra. DIRECCIÓN: Gabriel Páez. SALA: Espacio Sísmico, Lavalleja 960. FUNCIONES: domingos, a las 21.
La propuesta tiene un nombre extenso: La ceremonia, el suicidio de una idea y la
decadencia del poder. El unipersonal tiene elementos de las artes circenses contemporáneas, del teatro físico, de las artes del movimiento, del teatro de objetos, de clown trágico comprometido con su tiempo. Tomi Soko es en quien se condensan todas estas capas y planos de categorías imperfectas de un montaje dirigido por Gabriel Páez. Soko se encargó de la creación, de la dramaturgia, de la idea, de la interpretación de esta potente ceremonia a cargo de un vendedor de ideas atrapado en su laberinto en el cual el gesto paródico, lo onírico, lo tragicómico se articulan constantemente. Los elementos escenográficos, el uso del papel como tal, los planos lumínicos como el trabajo sonoro ayudan a crear una atmósfera en constante transformación en la que este personaje queda atrapado en su propia angustia, en una maraña burocrática de un sistema que le resulta ajeno, en un callejón al que no le encuentra salida.
La génesis de La ceremonia... da cuenta de su propia transformación, de un largo camino transitado. Luego de un extenso proceso de investigación la obra tuvo su estreno formal y cortés en el marco del Festival Internacional de Circo Independiente, que organiza El Galpón de Guevara, de 2015. Luego vinieron presentaciones tierras afuera por Belgrado, en inglés; en Florencia, en italiano y español; en Zurich, en inglés; y una extensa temporada en San Pablo. Desde hace unas semanas encontró su hueco en la cartelera porteña en Espacio Sísmico, la mágica sala de Villa Crespo. En esta nueva caja escénica, el ritual de La ceremonia... circula por algunas microescenas que, tal vez, dramatúrgicamente podrían alcanzar todavía un punto más afinado en función del todo; pero hay un aspecto ante el cual es complejo tener algún reparo: el trabajo performático de Tomi Soko es de una solidez admirable. La variedad de recursos expresivos, su manejo del cuerpo o la fluidez en la que pasa de una secuencia en la que está en juego su capacidad como malabarista al paso de una situación en la que condensa el gesto hasta la mínima expresión dan cuenta de un intérprete de un enorme talento.
La ceremonia... son de esas propuestas a las que se le van horas de laboratorio, de trabajo, de búsqueda. Como resultado final tiene algo de manifiesto sobre la actuación como si fuera un diálogo entre Buster Keaton y Samuel Beckett atravesado por los complejos tiempos que corren.