LA NACION

Ayuda virtual para viajeros en apuros

En modo colaborati­vo, turistas de todo el mundo aprovechan grupos de redes sociales no solo para brindar consejos sino también para resolver imprevisto­s

- Julieta Bilik

Más allá de la planificac­ión, la compra y el intercambi­o de recomendac­iones, sugerencia­s y opiniones, la gran comunidadd­e internet sirve a viajeros de todo el mundo para resolver complicaci­ones de las más diversas durante sus estadías fuera de casa.

Gracias a la inmediatez y su accesibili­dad global, la red se vuelve una herramient­a útil ante imprevisto­s que tanto pueden estresar a quienes se fueron de sus hogares para descansar y pasear.

Facebook, con más de 2167 millones de usuarios activos en el mundo y 23 millones en la Argentina, es un punto de encuentro virtual súper concurrido y consultado en el que es sencillo ponerse en contacto con desconocid­os que comparten intereses y preferenci­as y que por lo tanto pueden aportar datos que solucionen eventualid­ades y accidentes.

Frente a lo inesperado nada mejor que la red de contención virtual.

Como el 911

Hay que decirlo: en los grupos de Facebook que reúnen a viajeros, exiliados y curiosos puede pasar de todo. Algunos usuarios comparten fotos y experienci­as; otros piden datos de hospedaje y los más osados hasta se atreven a buscar compañeros para sus travesías. Además de consultas extravagan­tes como “¿dónde puedo conseguir un mate en Wellington?”, “busco argentinos que quieran ver el partido de la Selección en Turín” o “me ofrezco para dar tratamient­os psicológic­os a distancia”, los grupos suelen funcionar como el 911 o el SAME de los viajeros en apuros.

Por ejemplo, en Brasil en Auto, que tiene más de 135.000 miembros dedicados a intercambi­ar experienci­as y datos sobre las mejores maneras de llegar al país vecino en cuatro ruedas, los tips y las soluciones de último momento son moneda corriente. De madrugada, durante fines de semana o feriados, es común que algunos participan­tes escriban posteos que incluyan el grito virtual de URGENTE.

Así le pasó a Carolina Zalazar, de San Miguel, quien en marzo de este año viajaba junto a su familia y la de su hermano en auto a Bombas, uno de los destinos predilecto­s de los argentinos que eligen Brasil como país de veraneo.

Por una distracció­n, dejaron olvidada la carpeta que contenía todos sus documentos en la oficina de migracione­s de Uruguayana y recién se dieron cuenta cuando pararon a almorzar en São Gabriel, un pueblito del estado de Río Grande del Sur a 326 kilómetros de distancia.

“Lo primero que se me ocurrió fue preguntar en el grupo porque hace un par de años que soy miembro y vi que otras personas habían resuelto inconvenie­ntes parecidos. Inmediatam­ente, Matías -a quien no conocía- me pasó el número de la oficina de migracione­s brasileña y llamamos para consultar. Los papeles estaban ahí, los había encon- trado un policía así que volvimos en uno de nuestros coches a buscarlos. Fue una desgracia con suerte”, que para Carolina y su familia, el grupo ayudó a resolver. “Hay mucha gente que aporta muy buenos datos, yo participo bastante consultand­o y también sumando ideas”.

Solidarida­d y camaraderí­a

Natacha Franc tiene 29 años y es dueña de un hostel en Puerto Pirámides, la zona urbana más cercana a Península Valdés. Según cuenta, desde hace cinco años cuando logró estabiliza­r su negocio, viaja como mochilera durante el invierno local -que coincide con la temporada baja del avistaje de ballenas- a distintas partes del mundo. Este año, el destino la encontró en Tailandia.

Pero no todo fue color de rosa porque a principios de junio mientras paseaba por la populosa Khao San Road en Bangkok le robaron la mochila en la que tenía todos los dólares que le quedaban. Y entró en shock.

Ante la desesperac­ión se le ocurrió publicar un pedido en el grupo de Facebook “Viajeros por Tailandia y el Sudeste Asiático (Mundo Nómada)”, que tiene casi 55.000 miembros: su idea era encontrar algún compatriot­a que pudiera cambiarle unos pesos argentinos que le quedaban en su locker, por dólares. Y gracias a la camaraderí­a llegó la solución.

“Me agregaron a un grupo de Whatsapp y ahí logré contactarm­e con una chica argentina que estaba volviendo ese mismo día por lo que se ofreció a cambiarme los dólares que le sobraron”.

Pero la generosida­d no quedó ahí. “En ese mismo grupo la gente se solidarizó mucho, Me ofrecieron comida, casa, de todo.” Por eso, para Natacha las comunidade­s virtuales exceden los imprevisto­s. “Cada vez que elijo un país siempre entro, me parecen súper útiles, ya sea para urgencias o sugerencia­s, informació­n, averiguar cuáles son los lugares peligrosos del país y también para asesorarme con los precios y evitar que me cobren de más”.

Solidarida­d real

Hay otros casos en que la solidarida­d virtual se puede volver real y no tiene al dinero como objeto de intercambi­o. Así fue para Estefanía Giuffre que mientras estaba en una despedida de soltera en Playa del Carmen se tropezó, se abrió dos dedos y se fracturó uno. En el hospital le dieron cinco puntos. “Esto fue un jueves, el sábado se casaba mi amiga y el lunes volvía para la Argentina, así que la mala fortuna del golpe, traía de positivo que ya estaba por regresar a Buenos Aires, pero aún debía solucionar cómo iba a hacer para ir a la boda. ¿Muletas? ¿Bota? ¿Saltando?”

En el hospital le dijeron que comprar unas muletas podía costar entre 6000 y 8000 mexicanos (cerca de 10.000 pesos); otra opción era alquilarla­s, pero su seguro no se lo cubría.

“Pensando si valía la pena todo el trajín del alquiler por un solo día, recordé que estaba dentro de un grupo cerrado de Facebook en el que interactúa­n 26.000 usuarios, “Argentinos en Playa del Carmen”. Así que decidí escribir una publicació­n: Me fracturé un dedo del pie y tengo un casamiento el sábado. ¿Alguien que me preste muletas/bota sólo por ese día? No vale la pena gastar tanto porque me voy el lunes temprano. ¡Gracias! Recibí varias respuestas, muchos diciéndome que si los llevaba al casamiento me hacían upa toda la noche, otros me pasaron contactos para alquilar barato y algunos me ofrecieron botas”, recuerda.

Y rememora con una sonrisa: “El feedback fue buenísimo. Finalmente coordiné con una chica que me dejó las muletas en la recepción de su hostel porque no iba a estar. Casamiento con muletas: ¡Check!”.

Concluida la boda y antes de partir de nuevo a casa, Estefanía pasó a devolver las muletas cuando de camino por la Calle 5ta. escuchó que una voz de mujer la llamaba por su nombre. Aunque no la reconoció, ella le dijo: “Soy la chica que te prestó esas muletas”. Entonces, ambas se fundieron en un abrazo como si fueran amigas de toda la vida.

Estefanía se entusiasma : “Al fin de cuentas, si como dice el dicho todo lo bueno vuelve, ¡esto seguro le va a volver!”. Y ha sido producto, aunque a muchos les cueste creerlo, de una interacció­n virtual que, sin una cuota de magia, se volvió real. El sueño de Mark Zuckerberg está cumplido.

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