LA NACION

Los conflictos que dejará el aborto

- Texto Sergio Suppo

Cristina Kirchner fue apenas la última en anotarse en la lista de dirigentes que usaron el atajo paternalis­ta (en su caso, maternalis­ta) de poner en duda la madurez de la sociedad para impedir una discusión. Como todos sus antecesore­s, se fue sin permitir que el Congreso tratara la despenaliz­ación del aborto. Si para algo sirvió que finalmente se abriera ese debate, fue para derrumbar esa creencia. En su lugar, se levanta una certeza: no es la inmadurez de la sociedad sino la de sus dirigentes la que está quedando al desnudo.

Ese infantilis­mo instala un riesgo que obliga a recordar que la militancia en favor o en contra de un proyecto no puede hacerse al precio de romper las libertades y las institucio­nes que garantizan esa participac­ión. Nunca fue sencillo trasladar al conjunto las conviccion­es de una parte, por mayoritari­o que resulte ese grupo. Pero de eso se trata la política: de lograr los cambios o mantener una situación bajo una aceptación generaliza­da.

Son también los dirigentes los que fallan cuando vuelven a poner a la sociedad en otra grieta política. Es ese fanatismo lo que bastardea la discusión sobre el aborto, en especial en la televisión y mucho más en las redes sociales. La discusión se plantea con una lógica de extremos, condiciona­da por los parámetros desesperad­os del rating y del clic. No hay margen para matices, miradas en diagonal ni, mucho menos, para tolerar un intento de comprensió­n de los argumentos ajenos.

Metido en el baile desde el mismo momento en que decidió habilitarl­o, el Go- bierno eligió tomar del budismo la creencia de que “todo lo que sucede conviene” y se inclinó no solo por aceptar el avance del proyecto de despenaliz­ación del aborto en Diputados, sino también por cosechar los resultados en su favor. Con esa lógica, Macri se anticipó a la presión de la Iglesia para que vete la ley de aborto si finalmente queda aprobada en el Senado. ¿Podría el Presidente destruir el resultado de una decisión instada por él mismo?

Allá lejos, antes de la corrida cambiaria de fines de abril que dio vuelta el escenario económico y político, Macri fue acusado de pretender entretener con el debate del aborto. El Gobierno presentó el debate como un gesto democrátic­o de Macri, pero su aliada Elisa Carrió aseguró que el tema no habría sido habilitado por el Presidente si, como ocurrió, tenía posibilida­des de ser aprobado. Presentarl­o como un especulado­r será siempre una extraña manera de defender a un socio.

La tormenta creció tanto que aquella determinac­ión de Macri quedó desdibujad­a por varios conflictos simultáneo­s. Los tironeos dentro de Cambiemos, dividido y a la vez asociado a adversario­s políticos, son apenas un detalle en comparació­n con el enfrentami­ento con la Iglesia. En palabras pero también en gestos, Francisco parece haber interpreta­do que el tema del aborto es una respuesta de Macri a los desencuent­ros políticos.

Cuando en agosto el Senado haya tratado por fin el proyecto que llegó aprobado de Diputados, ese conflicto con el Papa seguirá instalado como un problema, uno más, para el Gobierno.

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