DJOKOVIC ESTÁ DE REGRESO
Arrasó a Anderson, ganó su cuarto título en Wimbledon y volverá a ser top 10
LONDRES.– Después de un año en el purgatorio, Novak Djokovic sepultó su infierno personal en el mismo escenario en el que comenzó su calvario. “No había sentido tanto dolor desde que sufro esta lesión. Es el codo que me molesta desde hace un año y medio”, había explicado después de retirarse, set y break abajo, frente al checo Tomas Berdych en los cuartos de final de la edición anterior de Wimbledon.
Aquel fue el primer capítulo de una novela de terror que lo obligó a ausentarse del Abierto de los Estados Unidos y del circuito durante la temporada 2017 por la insoportable molestia en su codo derecho. En enero pasado se sometió a una cirugía y recién regresó a los entrenamientos en marzo: “Aunque honestamente hice de todo para esquivarla, la operación era inevitable”.
El serbio parecía perdido en un laberinto sin salida, sumido en la incertidumbre entre varios cambios en su equipo de trabajo y su lesión. En mayo, por primera vez en los últimos once años, cayó fuera del top 20. Desde hoy estará décimo, nuevamente entre los diez mejores de un ranking que tiranizó durante 223 semanas.
Pero doce meses después del cruce frente a Berdych, el serbio por fin logró escaparse de la oscuridad que había absorbido a su figura, despachó al sudafricano Kevin Anderson (8º preclasificado) en la final por 6-2, 6-2 y 7-6 (7-3), celebró su cuarto título en el All England, cumplió con su ritual de comerse un pedazo de pasto de la Catedral y festejó junto a su mujer Jelena y su hijo Stefan, que desde la tribuna señalaba a su padre levantar su 13º título de Grand Slam, un trofeo inolvidable: “Stefan fue mi mayor motivación para esta edición de Wimbledon. Imaginaba el momento en que celebrara conmigo. Nunca me había venido a ver. Entró caminando cuando me dirigía a una entrevista. Será un momento que llevaré dentro de mi corazón para siempre”.
Eran pocos los que pronosticaban la consagración de Djokovic, a un abismo de su mejor versión. Incluso en un rapto de furia después de su caída en los cuartos de final de Roland Garros frente al italiano Marco Cecchinato había anunciado que no disputaría la temporada de pasto: “No esperaba volver tan rápido a mi mejor nivel, aquí en Wimbledon. Si me hubieran preguntado después de Roland Garros, seguramente hubiera dudado. Hace un mes y medio no hubiera estado seguro de que tenía nivel para ganar Wimbledon”.
La recuperación del balcánico fue compleja: “Fue una larga travesía. Después de la operación regresé demasiado pronto, no estaba preparado para competir. Me tomó varios meses recuperar mi confianza, volver a las bases, empezar a jugar en gran nivel. Atravesé varios momentos en los que estaba frustrado y me cuestionaba si iba a poder volver en el nivel que deseaba o no”, analizó.
Los primeros resultados después de la cirugía habían sido decepcionantes. Acostumbrado a brillar sobre la pista, lució desdibujado en los Masters 1000 de Indian Wells y Miami. Recién en Roma mostró algunas señales de mejoría, justo antes de su participación en Roland Garros.
En París, Djokovic confesó que en sus momentos tristes acudía al mayor ejemplo de resiliencia de las últimas décadas: Juan Martín Del Potro. “Volver a ser quien fui es un desafío pero no soy el primer jugador en la historia de este juego en enfrentar a este tipo de circunstancias con grandes lesiones. Del Potro se me viene a la mente. Es alguien que se enfrentó a cosas aún peores, circunstancias difíciles con dos, tres años de cirugías, volver, no jugar tan bien y luego tener que retirarse de nuevo. Ahora es de nuevo top en el mundo. Eso es impresionante. Ese tipo de historias te inspiran y espero que pueda hacer lo mismo”, había confesado después de su triunfo por la primera rueda del Grand Slam francés frente al brasileño Rogerio Dutra da Silva.
El santo de su estampita era uno de los pocos que confiaba en la consagración del serbio. Los tenistas suelen observar detalles que al resto de los humanos se les escapan. Durante uno de los primeros días del torneo, después de su exitoso debut frente al alemán Peter Gojowczyk, los periodistas se agolpaban en la conferencia de prensa para preguntarle al tandilense si se consideraba uno de los candidatos. Pero Del Potro, sagaz, anticipó el desenlace del torneo con su respuesta: “Creo que hay grandes candidatos como Federer y como Rafa, pero también creo que Djokovic está jugando muy bien otra vez, se siente bien y eso automáticamente lo pone como candidato”.
La admiración por la gesta épica de Del Potro, que volvió al tenis en 2016 después de tres operaciones en su muñeca izquierda, no es su único vínculo con el tenis argentino: desde su lesión sumó a su equipo al fisioterapeuta santafecino Ulises Badio, especialista en trastornos de hombro, codo y mano, y también de nutrición y medicina china. Badio acompaña al serbio a cada torneo, a cada entrenamiento.
“Agradezco haber pasado por toda esa etapa de sensaciones encontradas: turbulencias mentales, momentos de duda, desilusión, frustración e ira. Todos nosotros somos humanos y tenemos que pasar por esos momentos, es una curva de aprendizaje. Es en los momentos difíciles cuando te conocés a vos mismo, cuando tenés la oportunidad de levantarte como un fénix, evolucionar y mejorar”, explicó con el título de campeón de Wimbledon a su lado.
El flamante rey del césped británico despejó los fantasmas del pasado y confirmó que está listo para amenazar el monopolio que desde 2017 trazaron nuevamente Nadal y Federer, ambos en desventaja en el historial frente al serbio, tal vez el jugador más completo del circuito.
“Este va a ser un gran impulso de confianza y un trampolín para lo que se avecina”, avisó el resucitado Djokovic después de recuperar su cartel de candidato sempiterno.