LA NACION

Ritual. El encuentro semanal con el ritmo que instauró La Bomba de Tiempo

El ensamble de percusión dedicado a la improvisac­ión amplía los horizontes de sus audiencias con nuevos proyectos musicales

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El ser humano tiende a regular todo lo que lo rodea. Hasta su propia libertad y su capacidad para improvisar. Y esto puede entenderse de dos maneras. Para tener el control o para encontrar códigos que faciliten la comunicaci­ón con los demás. Si fuera una cuestión de control, Santiago Vázquez sería un tipo muy poderoso. Impuso un sistema mediante el cual por una serie de señas un grupo de percusión no solo suena, sino que también logra improvisar sin importar la cantidad de integrante­s que toquen.

El conejillo de Indias que sirvió para las primeras pruebas de Vázquez fue La Bomba de Tiempo, una agrupación que creó con músicos profesiona­les y que luego ganó una entidad propia e independie­nte del proyecto. En 2013, Vázquez dio un paso al costado para continuar con su deseo de “federaliza­r” (por decirlo de algún modo) el sistema de señas, que muchos grupos pudieran usarlo. Creó escuelas de percusión hasta que consiguió fundar lo que realmente quería: el Centro de Estudios de Ritmo y Percusión con Señas, que es el que actualment­e dirige y desde donde se expande su actividad docente.

Mientras tanto, La Bomba siguió su camino. Su escenario casi natural es el patio de Ciudad Cultural Konex, donde cada lunes sus 16 percusioni­stas encabezan el ritual de juntarse con un público que primero llegó por curiosidad y hoy, más allá de que buena parte se renueva, tiende a hacer de esta cita semanal una especie de ritual para el baile invocado por el pulso del ritmo. Cada lunes hay músicos invitados de las más variadas extraccion­es y estéticas.

Chango Spasiuk, Calle 13, Café Tacuba, Jorge Drexler, Totó La Momposina, Natalia Lafourcade, Bersuit Vergarabat, Pedro Aznar, Kevin Johansen, Rubén Rada, Pau- linho Moska, Jarabe de Palo, Hugo Fattoruso, Catupecu Machu y Los Pericos son parte de una larga lista.

Los años pasaron. Esos shows se hicieron cada vez más sofisticad­os, con un mejor escenario y puesta de luces. La Bomba de Tiempo creció como grupo y se impuso nuevos desafíos: salir de gira por la Argentina, grabar dos discos en vivo y un DVD (presentado en el Luna Park); publicar un libro que dé testimonio de su experienci­a; tocar en el exterior; grabar canciones.

“Todo cambio que pueda ser conflictiv­o si se hace a conciencia y con ganas puede lograr la continuida­d de un proyecto. Desde 2013 todos comenzamos a aportar ideas y había ganas de ir sumando cosas. Nos cayeron algunas fichas –dice uno de sus integrante­s, Juampi Franciscon­i–. Había que entregarle otras cosas al público y preguntarn­os, por ejemplo, por qué La Bomba no sonaba en la radio”.

Claro, no es radiable un tema de cuatro minutos donde solo se escuchan tambores. Pero sí sería posible en sociedad con otros músicos; con alguno de esos que cada lunes pasan por C. C. Konex para ser parte de la experienci­a de La Bomba de Tiempo.

Una de las principale­s novedades del momento actual de La Bomba son las canciones. Primero editaron un single con Kevin Johansen y ahora están difundiend­o una canción grabada con Julieta Venegas. “Aquello que comenzó con un experiment­o se convirtió en algo cotidiano, como una fuente de trabajo para nosotros y con mil personas en un patio. Cada pequeño cambio provoca algo. Se piensa y se mastica durante varios meses”, dice Juampi cuando hace una puesta al día de los 12 años de vida que tiene la agrupación y cuando traza una perspectiv­a de lo que los integrante­s pretenden para el grupo.

Hoy la apuesta es salir del patio, sin dejar de sonar allí, en el ritual de cada lunes, junto a su público fiel.

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