LA NACION

El triunfo que le permitió a Francia su segundo viaje a la eternidad

- Sebastián Fest

MOSCÚ – Esa imagen era una pura locura. Para los hinchas, los amantes de la historia, los coleccioni­stas y los nostálgico­s. Para los empedernid­os lectores de diarios, que aún existen y son unos cuantos. Ese hincha había guardado durante 20 años la tapa de un periódico comprado en algún kiosco de Francia, se lo había subido al avión que lo llevó a Rusia y había llegado con él hasta el último partido del Mundial, a ese estadio luzhniki en el que hubo Juegos Olímpicos hace 38 años y brilló Usain Bolt hace cinco. Ese hincha blandía en la tribuna, feliz una vez consumado el 4-2 de Francia sobre Croacia, la tapa que el diario deportivo “l’Equipe” publicó el 13 de julio de 1998. El título, simple y vibrante: “Para la eternidad”. Ese hincha se llevó a la final el testimonio de que Francia una vez reescribió los libros para convertirs­e en campeona, en eterna. lo apretaba fuerte con la mano, quería asegurarse de que ahí seguía aquella eternidad. la Francia del dT aime Jacquet y el capitán didier deschamps, la del 3-0 en la final sobre Brasil, necesitó apenas 240 meses, exactos 20 años, hasta pasarle el testigo a la nueva Francia eterna, la del técnico deschamps y el capitán Hugo lloris. la Francia de Zidane, Pires, Trezeguet y tantos otros es ahora la Francia de Griezmann, Mbappé, Pogba y un largo etcétera. Son dos Francias de impacto y de las que sus hinchas pueden sentirse orgullosos. Por eso “l’Equipe”, en su edición de hoy, dio una vuelta de tuerca sobre aquel título y resumió el bicampeona­to con sencillez: “Una felicidad eterna”.

la felicidad llegó coronada por uno de los diluvios más brutales que se recuerden en una premiación de evento deportivo. Mientras el protocolo de la FiFa resguardab­a con un paraguas solo al presidente ruso, vladimir Putin, sus homólogos francés, Emmanuel Macron, y croata, Kolinda Grabar-Kitárovic, se mojaban como quizás no lo hayan hecho nunca en sus vidas. no les importaba, porque los dos repartiero­n tantos abrazos, y tanta intensidad en esos abrazos y besos con los 60 protagonis­tas que pasaron por el palco a recibir sus medallas y a alzar el trofeo, que aquello fue una fiesta. Un rato más con esa intensidad de lluvia, y la nueva campeona del mundo hubiera necesitado el arca de noé para salir de Moscú. Francia y Croacia le dieron forma ayer a una final intensa, muy emotiva y por momentos bien jugada, siempre a ritmo sostenido, resuelta con goles de Mandzukic (en contra), Griezmann, Pogba y Mbappé, en tanto que Croacia anotó a través de Perisic y Mandzukic.

Hay que irse a Suecia 58 para encontrar una final con más goles. aquella vez Brasil batió 5-2 a los anfitrione­s. la de Moscú quedará como la final en la que, pese a la existencia del vaR, y pese a que el vaR entró en acción, los debates siguieron después del partido y continuará­n quizás por siempre. Y ya en el inicio hubo preguntas. ¿acertó Pitana al marcar el tiro libre tras una falta a Griezmann? de allí llegó el primer gol francés, un involuntar­io cabezazo a sus propias redes subió el nombre de Mandzkukic al marcador. Croacia no lo podía creer. Era mejor, pero perdía. Consumado el gol, Modric caminó hacia el círculo central diciéndole qué sabe qué cosas a Pitana, pero segurament­e ninguna agradable.

los balcánicos no se hundieron, siguieron haciendo el gasto hasta que, tras un tiro libre, Perisic se acomodó en el área la pelota con la derecha para cruzar un zurdazo perfecto que dejó sin chances a lloris. Pero Croacia estaba condenada a sufrir en el partido. Perisic desvió en el área una pelota con la mano, Pitana recurrió al vaR y, tras dos minutos estudiando la jugada y conversánd­ola con la sala de vaR, otorgó el penal a Francia. Griezmann lo convirtió con serena jerarquía. a favor de Pitana está el dato

de que ni los propios croatas fueron contundent­es en discutir el penal. “Yo no lo he visto, pero Ivan me ha dicho que no ha sido”, diría Modric tras el partido. Dos minutos después, Rakitic bajaba los decibeles: “El penal ha sido muy, pero muy dudoso”.

La interrupci­ón de la final por la invasión del campo de juego por parte de cuatro personas le congeló la sonrisa a Putin. Fue la falla más visible en la seguridad del Mundial y precisamen­te en el partido más importante. La seguridad fue redoblada de inmediato en todo el perímetro de la cancha. Nunca una final de Mundial se jugó con tanta gente dándole la espalda al terreno de juego y observado las tribunas.

El partido no se trataba tanto de cómo jugase Francia y de su potencial creador y ofensivo, sino de ser inteligent­e en función de un rival tan generoso como cansado. En algún momento, creía Deschamps, eso debía notarse e inclinar la final a su favor. Por eso esperó replegada a una Croacia que hizo el gasto. Tenía razón Deschamps. Una nueva trepada por la derecha terminó con la pelota en el corazón del área croata. Griezmann, de espalda al arco, se la cedió a Pogba, que vio bloqueado su primer remate. El que no vio que Pogba estaba listo para disparar por segunda vez fue Modric, que, de espalda al “teenager” galo, exhibió un gesto de horror cuando, al girar, se dio cuenta de que era demasiado tarde para hacer nada. Pogba metió un zurdazo potente al palo ante el que Subasic no tuvo nada que hacer. Francia 3, Croacia 1 con 59’ jugados.

Demasiado para los croatas, el 2° país más pequeño en la historia de las finales del Mundial, que sintió que no había ya mucho que hacer.

Otra de las figuras de Francia durante el torneo, Lucas Hernández, protagoniz­ó una gran jugada llegando al área por la derecha hasta cederle la pelota a Mbappé. Vida ya ni supo cómo marcarlo, y el “teenager” que ante Argentina igualó una marca del Pelé del 58 –el más joven autor de un doblete en partidos eliminator­ios en un Mundial– no perdonó: 4-1 a los 65’.

Era el partido en el que Croacia proponía y Francia disponía. Mandzukic tuvo tiempo de mostrar su orgullo, pelearle en el área a Lloris una pelota que no debía y llevar al francés a un “momento Karius”: gambeteó mal y el delantero croata puso el descuento. El 4-2 a los 69’ sostenía a la final como un gran espectácul­o. Y así siguió todo hasta el epílogo, con Francia campeona y Croacia aplaudida por un Luzhniki que supo reconocer lo obvio: querer no siempre es poder.

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Kai Pfaffenbac / ReUTeRS Pogba y Mbappé señalan a Griezmann y la segunda estella mundial que acaban de conseguir
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