LA NACION

Atención Argentina, el mundo juega a otra cosa

- Sebastián Fest ENVIADO ESPECIAL

MOSCÚ.– Mensaje para la Argentina: si algo dejó en claro el Mundial de Rusia, es que el fútbol está jugando a otra cosa. Y no sólo dentro de la cancha, fuera de ella también. Los abrazos sinceros y generosos de Didier Deschamps y Zlatko Dalic antes y después del partido, los consuelos, felicitaci­ones y conversaci­ones entre los jugadores de ambos equipos, la fiesta de las hinchadas, el inclasific­able Antoine Griezmann cubriéndos­e con una bandera uruguaya durante su conferenci­a de prensa y los presidente­s de ambos países emocionado­s hasta las lágrimas: el ambiente fue de fiesta. Se notó en la final y en los 64 choques que le dieron forma al Mundial: un partido no es la guerra, es sólo un partido. Mucho tuvo que ver en eso, sin dudas, el VAR, que redujo drásticame­nte la simulación y la violencia en el juego.

Pero hay cosas que van más allá del VAR. Dalic, que llevó a su selección a la final tras un modestísim­o recorrido como entrenador en las Ligas de Croacia, Albania, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, juntó en el final del partido a sus jugadores en una rueda en la que compartier­on el orgullo por lo hecho y se juramentar­on que la cosa seguirá. Al rato, Deschamps estaba saludando, rival por rival, a toda la selección croata. Los jugadores franceses, a su vez, fueron generosísi­mos con Deschamps en el festejo. ¿Qué recordamos de la Argentina que gana y de la Argentina que pierde grandes partidos? Sus jugadores, técnicos e hinchas no siempre tiene la capacidad de reaccionar así, ¿no?

Dentro de la cancha también se juega a otra cosa, claro. La posesión ya no es dogma, el dominio en velocidad es clave, se buscan ser compactos para defender todos y mejor. Ayer volvió a perder el equipo que se hizo dueño de la pelota, que era una de las obsesiones de Jorge Sampaoli, el ya extécnico de la selección. “Sampaoli quería jugar un fútbol inviable con los jugadores que tenía”, graficó a la nacion Simon Kuper, agudo analista del fútbol internacio­nal. César Luis Menotti, sin diplomacia, cree que esto no lo arregla nadie en soledad: “Ni Guardiola”.

Anoche, desde el vestuario de Francia se escuchaba a sus jugadores tarareando el “Brasil, decime qué se siente”. Ahí, en el ingenio mordaz y fuera de órbita, seguimos bien arriba. En el fútbol, ya no. Por eso es que asusta escuchar a los que creen que al nuevo director técnico hay que nombrarlo ya. Es lo último que habría que hacer.

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