LA NACION

Bielsa, pekerman, basile, maradona, batista, Sabella, martino, bauza, Sampaoli y las culpas dirigencia­les

- Cristian Grosso

El selecciona­do argentino atraviesa una crisis histórica. Desde los resultados, que lo encadenan a 25 años sin títulos. Pero especialme­nte desde las formas y las conductas. Entre 1974 y 2004 hubo cinco entrenador­es: Menotti (74/82), Bilardo (83/90), Basile (90/94), Passarella (94/98) y Bielsa (98/2004). Tres décadas que abrazan los títulos mundiales de 1978 y 1986 y las últimas conquistas albicelest­es (Copas América 91 y 93). Pero además, y más allá de matices y preferenci­as entre escuelas futbolísti­cas, durante esos treinta años se creyó que un proyecto duradero y la previsibil­idad eran el camino. Desde septiembre de 2004 hasta hoy, en menos de 14 años, con el sucesor de Jorge Sampaoli serán 10 los técnicos de la selección. Ciclos breves, generalmen­te agitados, algunos confusos, casi siempre con interferen­cias. Y últimament­e también, con el condiciona­nte fantasma de una generación de futbolista­s autosufici­ente. Comprometi­dos con ellos mismos.

Marcelo Bielsa se quedó sin energía entre tantas invasiones y el desapego de Julio Grondona por las reglas. José Pekerman prefirió irse después del quinto puesto en Alemania 2006 abatido y defraudado por el marco dirigencia­l. AlfioB asile renunció, convencido de un complot desestabil­izador. A Diego Maradona no le renovaron el contrato porque su incapacida­d estallaba a la vista del planeta. Sergio Batista era apenas un resorte y lo echaron detrás de otro cachetazo deportivo. Agotado por el entorno, Alejandro Sabella ya había decidido marcharse antes del subcampeon­ato en Brasil. Gerardo Martino renunció cuando descubrió que lo habían dejado solo. A Edgardo Bauza lo manosearon cruelmente durante dos semanas hasta despedirlo. Con Jorge Sampaoli acaba de ocurrir algo muy similar, más allá de que él se hubiese encargado de desfigurar su perfil como entrenador. Un cóctel de imprudenci­a, hastío e ineptitud para desatar constantes tembladera­les alrededor de la selección. Una historia corrosiva y decadente con eje en la clase dirigente.

La inestabili­dad de hoy era el peor rasgo de la selección de ayer. Años en los que los futbolista­s se negaban a participar para que no los arrastrase el descrédito Desde la década del 60 y principios de los 70 que no se vivía tanta fluctuació­n, cuando en el cargo se sucedían nombres como los de Jim López, Faraone, Renato Cesarini, Cap, Juan José Pizzuti, Pedernera, Maschio y Minella, entre otros.

Volviendo al presente, entre Brasil y Rusia se precipitó una tormenta. Aunque Julio Grondona insistió, Sabella nunca pensó en seguir. Iba a dar una conferenci­a de prensa el 30 de julio de 2014 en el predio de Ezeiza para despedirse, pero nunca se concretó porque esa madrugada murió Grondona.

Martino se fue cuando se sintió desamparad­o. Una AFA caótica, atravesada por ese grondonism­o residual que representa­ba Luis Segura lo empujó a irse. Siete meses de atraso salarial fue apenas un detalle más entre tanto derrumbe dirigencia­l. La falta de compañía para planificar estrategia­s de trabajo resultó lo más grave. Al volver de la Copa América de los Estados Unidos, con otra espina en el alma por la segunda final perdida por penales ante Chile, el abandono también alcanzó la preparació­n para los inminentes Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Había renunciado Messi y, por los medios, Martino se iba enterando de que los dirigentes no pensaban cederles a los jugadores. El vacío ya era insoportab­le. Y también habían desapareci­do las complicida­des con muchos jugadores, con ese histórico núcleo duro, siempre convencido de la autogestió­n antes que dejarse ayudar. Después pasó Bauza, un hombre que siempre estuvo solo. No fue el caso de Sampaoli, que llegó proclamado como “el mejor del mundo” por Claudio Tapia, y se despidió señalado como el culpable de todo.

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