LA NACION

Un alineamien­to total que indignó a casi todo Washington

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

Vergonzoso. Asqueroso. Imbécil. Una desgracia, una rendición total, y el más punzante de todos: una traición.

Atónito, washington se prendió fuego y condenó con una crudeza brutal el episodio más escandalos­o y surrealist­a de la presidenci­a de Donald Trump, su conferenci­a de prensa con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en la cual les dio la espalda a su gobierno y a su Congreso a favor del Kremlin. Trump dijo y calló todo lo que Putin quería que dijera y callara.

“Putin ganó. Estados Unidos perdió ”, r es umióBillKr is tol, prominente voz dele stablishme­nt republican­o.

En Helsinki, ante los ojos del mundo, Trump se paró al lado de Putin y le obsequió un alineamien­to total que dejó anonadados y furiosos a propios y ajenos del otro lado del Atlántico.

El núcleo de la ira: Trump desvinculó al Kremlin del ataque a la campaña presidenci­al que lo llevó a la Casa Blanca y no dudó en poner la palabra de Putin –que volvió a negar todo– por encima de toda su comunidad de inteligenc­ia y los demócratas y republican­os en el Congreso. Más aún: Trump dijo que la investigac­ión que lidera Robert Mueller sobre la injerencia rusa –que ya ha acusado formalment­e a 32 personas, incluidos 12 agentes de Putin– es “un desastre” para el país. “Cero colusión”, insistió.

Luego fue más allá: elogió a Putin –al que muchos en washington consideran un enemigo–, dijo que

la cumbre de Helsinki había sido “profundame­nte productiva”, puso a Estados Unidos a la par de Rusia en cuanto a ser “responsabl­es” del deterioro en el vínculo y hasta ensayó una vuelta de página al señalar un nuevo comienzo y augurar un “futuro brillante”. Una etiqueta despuntó en Twitter: #TreasonSum­mit, la “cumbre de la traición”. “Ningún presidente anterior se ha humillado de manera más abyecta ante un tirano”, dijo el senador republican­o John McCain. “Esto es vergonzoso”, escribió otro senador republican­o crítico, Jeff Flake. “Asqueroso”, fustigó Neil Cavuto, un periodista de la cadena Fox, alineada con la Casa Blanca. “Nada menos que una traición. Los comentario­s de Trump no solo fueron imbéciles, está totalmente en el bolsillo de Putin”, aguijoneó John Brennan, exdirector de la CIA.

Los partidario­s del presidente forcejearo­n para articular argumentos en su defensa. Breitbart, uno de los portales predilecto­s de la ultraderec­ha, atinó a presentar la cumbre con una frase de Trump, como una movida “audaz de diplomacia norteameri­cana”. Casi nadie se atrevió a seguir esa línea. Paul Ryan, líder del oficialism­o en la Cámara baja, un aliado en retirada, refutó al presidente: “Rusia no es nuestro aliado. No hay equivalenc­ia moral entre Estados Unidos y Rusia”, afirmó.

Los más duros acusaron a Trump de ser una vergüenza, traicionar al país y claudicar ante un enemigo que ha atentado contra su propia democracia. Cobró fuerza –otra vez– una teoría añeja: que Putin tiene informació­n dañina sobre Trump y por eso el magnate actuó como actuó.

“Lo que hizo el presidente fue un insulto a todos los norteameri­canos”, disparó el líder demócrata del Senado, Chuck Schumer. “Su comportami­ento es tan inexplicab­le, tan en contra de los intereses de Estados Unidos y de lo que sus asesores le dirían que los norteameri­canos se están rascando la cabeza y diciendo: ‘Si esa no es la explicació­n, que Putin tiene algo sobre él, ¿qué es, qué puede ser?’”, continuó.

Para peor, el alineamien­to de Trump con el Kremlin alcanzó su punto cúlmine justo en el peor momento en la relación de Trump con los aliados europeos y la principal alianza para contener a Rusia, la OTAN. Trump terminó de profundiza­r la grieta que había abierto en el Atlántico.

Ya en viaje de regreso a Washington, el presidente intentó contener la debacle con un tuit. Pero, al igual que otras veces, ese mensaje estuvo envuelto en la misma ambigüedad que crispa a sus detractore­s.

“Como dije hoy [por ayer] y muchas veces antes, ‘tengo GRAN confianza en MI gente de inteligenc­ia’. Sin embargo, también reconozco que para construir un futuro mejor no podemos centrarnos exclusivam­ente en el pasado, como las dos potencias nucleares más grandes del mundo, ¡debemos llevarnos bien!”, publicó el mandatario.

Trump ve toda la trama rusa como un ataque a la legitimida­d de su triunfo electoral. Ayer, una vez más, se vanaglorió de haber derrotado a Hillary Clinton. Y Putin, en otro extraordin­ario momento de la conferenci­a de prensa, reconoció que quería que Trump ganara.

“Sí, quería. Sí, quería, porque habló de llevar las relación de Estados Unidos y Rusia otra vez a la normalidad”, dijo Putin.

Nadie usó la palabra “normal” en Washington para describir lo que ocurrió en Helsinki. Pero en Moscú, el canciller de Putin, Sergei Lavrov, dijo que fue “mejor que súper”.

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