LA NACION

“Tío, me mandé una macana”, dijo el sospechoso tras el crimen

Miguel Ortiz no tenía antecedent­es penales; lo entregó un familiar

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A Daniela se le ocurrió organizar una rifa y una tía donó una máquina de coser para el sorteo. El bono, que incluía cinco números, valía 100 pesos.

“Teníamos 250 números y los vendimos todos –se ufana Daniela–. En los colegios, en el trabajo de cada uno, por redes sociales. Juntamos $25.000 que los usamos para pagar a dos abogados. El que estaba con el caso de Yésica y otro para que se encargue de velar por sus hijos –de cuatro y dos años– que estaban con la abuela materna en situación de abandono y maltrato. Así logramos acceder al expediente y también que el Estado le diera la tutela de los chicos a su madrina. Ahora están contenidos y rodeados de amor”.

Rifas y peñas

Al ser aceptada como parte en la causa, la familia se enteró, por ejemplo, que en el allanamien­to en la casa donde vivían Yésica y Ortiz la policía había encontrado partes de la heladera, una soga, un cable y manchas de sangre en el piso y las paredes. Sin embargo, lo que más les llamó la atención fue la carátula del hecho: homicidio agravado por el vínculo.

“Nosotros consideram­os que se trató de un femicidio. Yésica era víctima de violencia de género y como suele pasar en estos casos no lo denunciaba por miedo. Por eso queremos que Ortiz sea condenado a cadena perpetua”, se queja Daniela.

La Justicia suele ser más lenta con aquellos a los que no les sobra nada. Así que en marzo de este año volvieron a organizars­e para recaudar dinero. Montaron una peña en un colegio de Lomas de Zamora y cobraron como entrada un bono colaboraci­ón de $30 pesos.

También se hicieron cargo del bufet vendiendo bebidas, choripanes y hamburgues­as. Al final de la jornada les costó creer que habían ganado cerca de $30.000.

Para evitar comentario­s de “personas maliciosas”, al día siguiente la familia publicó en Facebook el detalle de lo recaudado y de los gastos, como los de difusión del caso –confección de remeras y afiches– o “viáticos”, que incluyen los viajes a Tribunales. Este mes volvieron a organizar una peña.

Recaudació­n

“Entre la rifa y la peña recaudamos más de $56.000 y de gastos de la causa tuvimos casi $ 60.000. De otra manera nunca hubiésemos podido juntar ese dinero”, se sincera Daniela.

Conmovido por los esfuerzos de la familia, el abogado les adelantó que seguirá trabajando aunque no volverá a cobrar honorarios. Daniela reconoce que es un alivio, aunque remarca que las necesidade­s económicas de la familia siguen siendo muchas.

“A Yésica –cuenta con amargura– pudimos pagarle solo la tierra en el cementerio. Con el próximo dinero que juntemos nos gustaría ponerla en un lugar mejor, donde sus hijos puedan ir a verla y llevarle flores”. Miguel Damián Ortiz, preso por el brutal homicidio de Yésica Noguera, no tenía hasta su detención antecedent­es penales. Sin embargo, la familia de la víctima asegura que la joven sufrió violencia mientras vivió con él.

“Ella no lo contaba, nunca hizo la denuncia por miedo a que le haga algo a sus hijos. Sabemos de una vez que el hijo más chico fue llevado al hospital por los golpes de él. Siempre se la agarraba con el más vulnerable”, cuenta Daniela, la prima de la víctima.

Ortiz trabajaba como chofer de un colectivo que trasladaba pasajeros a la feria de La Salada desde distintos puntos del conurbano.

A ese vehículo, según el testimonio de un tío de Yésica que vivía al lado de ella, alrededor de las 21.30 del 6 de noviembre pasado, Ortiz junto a su hermano menor y un compañero de colegio de este subieron la heladera.

Tras conocerse el crimen, los que ayudaron a Ortiz declararon espontánea­mente en la Justicia. Dijeron que no sabían del contenido de la heladera, que la cargaron en el colectivo y que luego Ortiz dejó a cada uno en su casa y siguió solo. Ninguno fue imputado.

Según el resto de los testimonio­s aportados a la causa, el sospechoso era una persona con “celos enfermizos” que no toleraba, entre otras cosas, que Yésica siguiera hablando con el padre de sus hijos. Una discusión por ese tema habría sido el desencaden­ante del asesinato.

Luego del descubrimi­ento del cadáver de Yésica no fue difícil dar con su pareja. Un familiar de él declaró ante el fiscal Lorenzo Latorre que había recibido una llamada donde Ortiz le confesó: “Tío, me mandé una macana”. Otros parientes se encargaron de entregarlo a la Justicia.

“Yésica tuvo una vida muy difícil. Ortiz logró dominarla y ella se cerró, nunca contó lo que sufría. La familia hicimos lo más fácil, que fue mirar para otro lado. Encima el crimen coincidió con lo del submarino (en referencia al ARA San Juan, desapareci­do desde el 15 de noviembre) y eso tapó el caso. Ahora es necesario que se sepa porque muchas mujeres están pasando por lo mismo. Si denunciamo­s la violencia a tiempo salvamos a una mujer. Nosotros nos dimos cuenta tarde y no la pudimos ayudar en vida”, dijo Daniela.

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