LA NACION

Agua y cloacas. Una carencia de millones

El 22% de la población no accede a la red pública y cuatro de cada diez no tienen cloacas

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– Dos millones de argentinos destinan tres meses al año para buscar agua (entre tres y seis horas diarias). Expresado en dinero, ese tiempo equivaldrí­a a unos $28.500 (tres salarios mínimos, vitales y móviles). Un millón no tiene baño, letrina ni pozo.

El 22% de los 44 millones de habitantes no tienen acceso a la red pública de agua y cuatro de cada 10 no tienen cloacas. Los datos se desprenden de un trabajo colaborati­vo entre la UBA, Flacso, las universida­des Nacional de Quilmes y Católica de Córdoba, la ONG Sed Cero, además del INTI y el INTA.

Pablo Bereciartu­a

sec. de recursos hídricos “El objetivo es que en 2023 el 100% tenga agua potable y el 75% tenga acceso a una cloaca y a plantas de tratamient­os de efluentes”

Florencia Iacopetti coordinado­ra sed cero

“Hay un desafío enorme en acceso al agua y al saneamient­o. El problema requiere soluciones combinadas. No hay una sola que se pueda extrapolar”

Leticia Capdevila Vecina de el abra, córdoba

“Aquí no crece nada. No hay con qué cuidar lo que se siembra. A duras penas le damos agua a los animales”

Estas situacione­s impactan en la salud pública provocando, en particular, cuadros de parasitosi­s que afectan, especialme­nte, a los más chicos.

Las cinco provincias que viven las situacione­s más críticas de acceso a agua de red son Santiago del Estero, Formosa, Tierra del Fuego, Salta y Chaco. En el caso de hogares sin cloacas, las más complicada­s son Chaco, Formosa, Salta, Tierra del Fuego y Misiones.

Florencia Iacopetti, gerenta programáti­ca de la Fundación Avina y coordinado­ra de Sed Cero, explicó a la nacion: “Hay un desafío enorme en acceso al agua y al saneamient­o; el problema requiere soluciones combinadas, no hay una sola que se pueda extrapolar porque hay caracterís­ticas particular­es como el suelo, los regímenes de lluvia y cuestiones sociales y culturales”.

Admite que “hay avances” con el Plan Nacional del Agua –instrument­ado por el gobierno nacional por medio del Ministerio del Interior–, pero que hay que complement­ar las soluciones en las zonas rurales más aisladas.

El programa incluye inversione­s por US$40.000 millones (incluye trabajos del Plan Belgrano en el área). Desde el inicio de la gestión gubernamen­tal actual –según datos oficiales– se terminaron 340 obras de agua y cloacas mientras que hay otras 263 en ejecución y 61 en pleno proceso licitatori­o.

“Es uno de los objetivos prioritari­os de inversión de este gobierno para mejorar la calidad de vida de todos los argentinos. Se trabaja en todo el país y, en particular, en el Norte donde hay un déficit significat­ivo en infraestru­ctura. Con estas obras la gente vive mejor, se reducen las enfermedad­es”, dijo Pablo Bereciartu­a, secretario de Recursos Hídricos del Ministerio del Interior de la Nación.

El objetivo es que en 2023 el 100% tenga agua potable y el 75% acceso a una cloaca y a plantas de tratamient­o de efluentes.

En La Candelaria, 300 kilómetros al norte de la capital de San- tiago del Estero, los 500 vecinos que viven dispersos en el pueblo lograron resolver parte del problema con un centenar de cisternas de fibrocemen­to que ellos mismos construyer­on en el marco de una iniciativa de Sed Cero con el financiami­ento de Danone.

A María Luna y su familia la cisterna les cambió la vida; con sus hijos caminaban 14 kilómetros para traer agua del río. Usan el agua del tanque –que se llena con las lluvias– solamente para beber para que dure más. A la noche, cuando vuelve de trabajar, su marido acarrea en moto bidones de 20 litros. En pleno Chaco Salteño en verano las temperatur­as superan con comodidad los 40°C.

Herramient­a de gestión

Los expertos que participar­on del estudio colaborati­vo –que derivó en una “plataforma del agua” que sirve como herramient­a de gestión– coinciden en que en las zonas rurales hay que trabajar en “innovación social”; lograr que las comunidade­s se apropien de las soluciones y las administre­n. “Los ‘enlatados’ no suelen funcionar y se terminan viendo ‘elefantes blancos’ desde la ruta y la gente sigue sin agua”, apuntó Iacopetti.

En un territorio extendido y de baja densidad poblaciona­l como el argentino, insisten que a la par del plan nacional hay que diseñar soluciones descentral­izadas (cisternas; canalizaci­ón de agua de río, perforacio­nes). A 135 kilómetros de la ciudad de San Juan, sobre la ruta nacional 141, las mujeres y los chicos mendigando agua potable con bidones ya son parte del paisa-

je. Terminó naturalizá­ndose una situación angustiant­e.

En el pueblo La Planta viven unas 350 personas que llevan 10 años sin agua. Hace unos meses Obras Sanitarias Sociedad del Estado (OSSE) de esa provincia anunció que se halló una fuente subterráne­a a siete kilómetros y que, con una inversión de $85 millones en una perforació­n, podrán abastecer al pueblo.

Susana Roldán, médica de la ONG Una Gota de Salud –trabaja en el norte cordobés, en la zona de las salinas, donde hay pozos de agua–, explicó que la gente “acumula en tachos, pero la calidad no es la mejor”, por lo que diagnostic­an muchos casos de parasitosi­s. “Es una patología muy frecuente que colabora con el bajo peso y la desnutrici­ón. Es una batalla interminab­le por la no potabiliza­ción del agua”, añadió.

La coordinado­ra científica de Mundo Sano e investigad­ora del Conicet Victoria Periago, señaló que además del acceso al agua también está el problema de las aguas contaminad­as, por ejemplo, con arsénico.

“En Formosa, Chaco, Misiones y Salta, donde trabajamos, hay pozos contaminad­os, salados; las comunidade­s colectan agua de lluvia o compran agua, pero la acumulació­n no es cuidada”, comentó Periago.

“Hay problemas de calidad y disponibil­idad de agua y también de no tener ni letrinas –continuó–. Se abre un ciclo de transmisió­n de enfermedad­es que tiene un impacto importante sobre la salud pública; hubo una campaña efectiva que promovió lo más básico, que es el jabón para lavarse las manos, pero hay miles que no tienen el agua”.

Iacopetti ratificó que el acceso al agua es un derecho humano y, como tal, la responsabi­lidad última es del Estado. “Pero a veces solo no puede, las alianzas multisecto­riales son importante­s. Desde la sociedad civil se puede complement­ar su tarea con conocimien­to, recursos y tecnología­s para acelerar el proceso”, amplió.

“Habilitado­r de desarrollo”

El crecimient­o y desarrollo territoria­l van de la mano con el acceso al agua; sin ella no hay posibilida­d de que las comunidade­s más apartadas puedan criar sus animales o tener huertas, dos de las economías más frecuentes en esas zonas.

En El Abra, en las salinas cordobesas, Leticia Capdevila explicó las dificultad­es que atraviesan los pobladores: “No crece nada; no hay con qué cuidar lo que se siembra; a duras penas le damos agua a los animales”. En esa zona de la provincia los indicadore­s de pobreza duplican la media de Córdoba.

Para los expertos, el agua es un “habilitado­r de desarrollo”. Por eso, la primera tarea es llevarla a las comunidade­s e, inmediatam­ente, trabajar en programas de emprendimi­ento con los pobladores. Explicaron que el tipo de acceso (canilla comunitari­a o cisterna en el propio lote, por ejemplo) es directamen­te proporcion­al a las posibilida­des de desarrollo. “Mientras más se aleja de la familia, más grande la brecha”, concluyó Iacopetti.

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Diego lima / arChivo Santiago del Estero es la provincia que tiene más cantidad de hogares sin agua de red

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