LA NACION

Mucho más que una cuestión de salud pública

Dos miradas contrapues­tas en el oficialism­o, frente al proyecto para despenaliz­ar y legalizar la interrupci­ón voluntaria del embarazo, que se trata en el Senado

- Mario Fiad Senador nacional de la UCR

El Senado está por comenzar el tratamient­o del proyecto de interrupci­ón voluntaria del embarazo, iniciativa que nos atraviesa como sociedad, que nos interpela respecto de situacione­s dramáticas y de vulnerabil­idad, y que compromete el derecho primero y fundamenta­l: el derecho a la vida. Nos abocaremos a analizar el texto enviado por la Cámara de origen y no a reeditar los amplios debates que ya se dieron en ella, porque el Senado no está abordando el tema en general, sino que debe pronunciar­se sobre el texto en cuestión que, si se aprueba, se convertirá en ley. Debemos extremar los recaudos para que la responsabi­lidad, la reflexión y las razones y los argumentos –y no las emociones– sean el móvil de las decisiones, legislando para los millones de argentinos de hoy, pero también para los de mañana.

El proyecto con media sanción no debe convertirs­e en ley, porque consagramo­s el derecho a la vida desde la concepción a través de una amplia gama de normas legales, constituci­onales y convencion­ales. No se entiende cómo podríamos reclamar válidament­e el reconocimi­ento de otros derechos y su ejercicio si condiciona­mos el derecho a la vida con interpreta­ciones que nos llevan a definir tiempos de protección, estándares y condiciona­mientos. El proyecto permite la interrupci­ón voluntaria del embarazo hasta la semana 14. Sin embargo, en otros artículos se permite realizar la práctica después de ese momento, y sin límite de tiempo, aduciendo un posible riesgo para la salud de la madre, entendiend­o por salud la definición que proporcion­a la Organizaci­ón Mundial de la Salud: “Estado de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedad­es”. Esto genera un gris respecto de los tiempos que es muy preocupant­e, ya que podemos estar hablando de interrumpi­r un embarazo muy avanzado.

Preocupan la responsabi­lidad de los equipos de salud y la debilidad que enmarca la objeción de conciencia, como también la prohibició­n de hacerlo de manera institucio­nal. Cientos de hospitales, clínicas y médicos a lo largo del país expresaron su rechazo a este proyecto y a tener la obligación de realizar estas prácticas. Se suma la tipificaci­ón de un nuevo delito que sanciona al médico por “dilatar injustific­adamente” la realizació­n de la práctica, con términos imprecisos que pueden dar lugar a criterios dispares y confusione­s. Preocupa también el quiebre en la relación médico-paciente, cuando se impide al médico efectuar considerac­iones de carácter axiológico y se le impone la obligación de proporcion­ar una informació­n aséptica en una relación deshumaniz­ada, la que segurament­e estará atravesada por el temor legal.

El texto desconoce realidades provincial­es y avanza sobre competenci­as locales. La salud no es una competenci­a que haya sido delegada a la Nación, por lo cual, en lo que se refiere a las prestacion­es y las condicione­s de su realizació­n, son cuestiones que deben resolverse en el nivel local. Quizás el mayor conflicto que presenta sea la inexcusabl­e contradicc­ión con la que nace, al invocar el derecho a la vida para habilitar la elección de quienes pueden ser sus merecedore­s. El tema nos interpela desde las políticas que no implementa­mos, de las soluciones y respuestas que no proporcion­amos, de las herramient­as de prevención que faltaron, porque el objetivo no debe ser interrumpi­r el embarazo, nuestra aspiración debe ser llegar antes, resolviend­o las condicione­s de vida de la mujer promoviend­o su dignidad y sus derechos. No empecemos por las consecuenc­ias, ocupémonos de las causas.

El Senado tiene que saber que el tema es mucho más que una cuestión de salud pública y que por ello mismo los fundamento­s de una decisión no pueden anclarse solamente en la salud pública. Es una cuestión de vida y si hoy no lo pensamos así, estaremos comprometi­endo todos los derechos que se derivan de ese primero y fundamenta­l. La posición que sostengo y que voy a defender no afectará el respeto profundo con el que voy a conducir el debate en el plenario de las comisiones, porque garantizar las voces diferentes es mi compromiso con la democracia.

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