LA NACION

Consejo Profesiona­l

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En la carta del 14 del actual firmada por los contadores Armando Lorenzo y Graciela Núñez, del Consejo Profesiona­l de Ciencias Económicas de la CABA, se responde a una anterior, en la que el lector Basombrío se refiere al costo abusivo del arancel (insólitame­nte proporcion­al al total del balance que se certifica) que cobra aquella entidad para legalizar las firmas de sus miembros. La carta del CPCE muestra hasta qué punto se han trastocado los valores y la ética comercial en nuestro país. Los firmantes citan los antecedent­es legales de los aranceles: el problema es que precisamen­te en ellos está la base de la falta de ética (rayando la estafa) del procedimie­nto. Parece mentira que el Estado permita que esa asociación simbiótica que tiene con los consejos profesiona­les sea usada finalmente para extorsiona­r al público. Suscribo a dos manos los calificati­vos de “innecesari­as, burocrátic­as, arbitraria­s y monopólica­s” sobre las certificac­iones que usó Basombrío en su carta, a las cuales agregaría el de parasitari­as. El costo de cualquier certificac­ión debería en todo caso ser afrontado por los contadores, cuyo mínimo deber es entregar a sus clientes una firma creíble. Finalmente hay que tener en cuenta que con las tecnología­s de seguridad informátic­as de hoy en día, esos trámites no agregan valor y deben ser eliminados como bien dice Basombrío, en pos de mejorar nuestra bajísima productivi­dad.

Miguel de Larminat mlarminat@gmail.com

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