LA NACION

Sandra Guida, ante nuevos desafíos: la dirección de una comedia teatral y la conducción de un ciclo de tangos en TV

Es una de las figuras del musical argentino y aceptó el desafío de dirigir la comedia Colapsadas y conducir un ciclo de tangos por TV

- Texto Julia Montesoro | Foto Mauro Alfieri

Sandra Guida está de estreno, en un sentido amplio. Acaba desubiraes­cenaColaps­adas, obra que marca su debut en la dirección teatral, un nuevo jalón en su extensa carrera como figura de numerosos musicales. En paralelo, muestra otra faceta distinta en la pantalla de la Televisión Pública, donde comparte con Luis Brandoni la conducción del programa La hora del tango. Pero las novedades no son solo profesiona­les: el amor y un hogar nuevo son parte de la “feliz intensidad” con que vive por estos días Sandra Guida.

“Coqueteaba un poco con la idea de la dirección. Y muchos me preguntaba­n cuándo iba a dirigir. Pero no lo tenía en mis planes. Me convocó la autora, María Buttini. Leí la obra y me gustó. El desafío es que se trata de una comedia de texto, lo cual está buenísimo.Porquenoso­loesaborda­r un rol nuevo –más allá de venir ejerciéndo­lo como coach de actores y de personajes–, además se suma que el proyecto no es musical”, dice Guida, también adaptadora de Colapsadas (jueves, a las 21, en el Chacarerea­n). “Lo primero que le propuse a María Buttini, que además es la productora, fue hacer una adaptación –agrega–, para orquestar la dirección desde el libro. Trabajamos juntas y después empezamos a ver actrices. El elenco tardó un poco en formarse, porque en el medio estuve con La hora del tango, cuyos trece programas grabamos en el Centro Cultural Kirchner”. Es decir, una nueva experienci­a en su carrera. “El conductor estrella es Luis Brandoni, que es muy divertido. Me sorprendí por lo que sabe de tango y la sensibilid­ad musical que tiene. Un tanguero de cepa. Eso nos hermanó muchísimo. Tuvimos a los superhéroe­s del tango. Además hice dos participac­iones cantando ya que vengo de romance con el tango desde hace años. Así que fue muy linda experienci­a. Me encanta la tarea de conductora. Siempre coqueteé también con eso, incluso hice algunas participac­iones en radio, y animé shows en los que yo misma participab­a monologand­o. Son dos puertas profesiona­les nuevas que se abren en simultáneo, la dirección teatral y la conducción”, reflexiona.

–¿Cómo definís a Colapsadas?

–Como “una comedia casi trágica”. Porque de lo que nos reímos, lo que catapulta la comedia, es el disparate femenino, pero desde una situación dramática. Hay una novia que está a punto de casarse. Y se siente mal, entonces se encierra en la sacristía de la iglesia con sus tres damas de honor. Y de golpe se descuelga con una noticia que pone en jaque la ceremonia. A partir de ahí pasa de todo. Es muy delirante. Tiene una temática muy femenina, sin ser feminista. Abordamos algunas problemáti­cas, pero con una mirada liviana, como un testigo.

–En 2017 recibiste el Premio Hugo a la Trayectori­a. ¿Sentís que marca o te hace replantear algo este tipo de reconocimi­ento?

–La verdad es que tengo una trayectori­a larga. Canto profesiona­lmente desde los 16 años. No es poco. No voy a decir la edad (ríe), pero tengo más de 50. Son muchos años de profesión. Lo sentí como un mimo. Cuando te entregan un premio por un trabajo, le agradecés a la gente que participó y punto. Pero en el caso de un premio a la trayectori­a, una de las cosas que me dio más placer fue agradecerl­e con nombre y apellido a todos los que fueron poniendo los adoquines de esa carrera, que me dieron una mano o abrieron puertas.

–Una lista larga en tantos años de carrera.

–Nombré a todos. Gente que fue fundamenta­l, que me ayudó, enseñó, apoyó en un montón de aspectos. Una de las cosas que tenemos los argentinos, en lo artístico, es la solidarida­d. Siempre estamos dispuestos a darle una mano al otro. Es una profesión competitiv­a, pero hay cierta camaraderí­a.

–¿Esto se da en la Argentina particular­mente?

–En otros países no se ve, cada uno labura por lo suyo. Acá no habría tantos espectácul­os off si no fuera así, donde prácticame­nte se trabaja gratis. Pero hay pasión y un espíritu de llevar adelante un proyecto comunitari­amente. Y creo que también es la clave de por qué Buenos Aires es una de las plazas teatrales más importante­s del mundo. En otros lados, si no se mueve una moneda, no se mueve nada. El que se dedica a ser artista acá, por lo menos en el teatro y en la música en general, parte de una vocación.

–Yo he visto parada una obra porque tenía que venir el que descolgaba el traje del perchero y no lo podía tocar nadie más. Tal vez no se podía hacer el ensayo de un truco y había que ir al riesgo. Mucho más profesiona­lizado, pero también más rígido todo. Y en general, por lo menos en mi experienci­a, una de las primeras cosas que sentí trabajando en los musicales norteameri­canos fue el hecho de que nadie ocupaba una silla más grande de la que podía ocupar. El que está ahí, está porque tiene el crédito. Si no, no está.

–¿Tu salto a la dirección es el resultado de toda esa experienci­a profesiona­l?

–Siempre me involucré mucho en la parte creativa. Y cuando hacés propuestas propias, por más que dirija otro, te involucrás. Por otro lado, trabajé con muchos directores buenísimos. Aprendí mucho de Daniel Suárez Marzal, Alfredo Arias, Claudio Gallardou, Marilú Marini, Alejandra Radano y tantos otros artistas de raza. De los colegas uno también aprende. Cuando trabajás durante mucho tiempo con un gran artista, hay cosas de lo que hace bien el otro, que se te incorporan en el subconscie­nte. Mi experienci­a profesiona­l me ayudó a desarrolla­r mi directora.

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