LA NACION

Marco Antonio Caponi. “Bajé 12 kilos porque si no terminaría actuando de Perón y no de Evita” –Si no el vestido no te entra.

Interpretó a Sandro en la televisión y ahora será Eva Perón en el Teatro Cervantes, el mismo papel que estrenó Benjamín Vicuña

- Texto Alejandro Cruz

El despertado­r de Marco Antonio Caponi hoy, viernes, sonó a las 6.30. Debía llevar a su hijo al colegio. Luego vino una larga, larguísima sesión en la peluquería hasta dejar su pelo en modo plateado de un furioso pop. Si en marzo fue Sandro en la pantalla, desde mañana será Evita (o, como él mismo se encargará de aclarar, protagoniz­ará Eva Perón, el genial texto de Copi, que se repone en el Teatro Nacional Cervantes y que se estrenó el año pasado con Benjamín Vicuña haciendo de esta figura mítica que ahora ensaya él).

Su participac­ión en este programa doble que se completa con El homosexual, o la dificultad de expresarse, sumada a un extraño entreacto, implicará para Caponi su primera actuación en un teatro público. En verdad, hubo una anterior que justamente el público nunca conoció: el estreno de El cerco de Leningrado, coproducci­ón entre el Complejo Teatral de Buenos Aires y una sala pública española. Aquella vez, pocos días antes de partir para Madrid para los ensayos y su estreno mundial, el elenco se enteró de que esa puesta nunca se concretarí­a. Se quedaron sin nada. De aquello, sentado en un palco de la sala mayor del Cervantes, confiesa que quedó golpeado, que fue un trauma.

“Nunca nadie se hizo cargo de lo que pasó. Lo hablé con Jorge Telerman [director del CTBA], pero no pasó nada. Fue un hecho traumático, posta. Pero pasó el tiempo y un día me llamó Alejandro Tantanian [director del teatro nacional] para decirme que seguían con el programa de Copi, que Vicuña no podía retornar porque tenía otros compromiso­s, y me ofreció hacer de Evita. No lo dudé un segundo”, dice mientras ceba un mate que trajo de su casa.

–¿Habías visto la obra el año pasado?

–No, pero cuando me pasaron el texto y lo leí me pareció una obra desopilant­e. Por otro lado quería sacarme las ganas de trabajar en una sala pública. Ahora, en el poco tiempo de ensayo, siento que estoy encontrand­o más de lo que creí que iba a encontrar.

–Cuando leíste el texto, ¿con qué te fuiste conectando?

–Con la derrota del poder, esa fue la primera impresión. Igual, te aclaro, todavía estoy nadando estas aguas...; pero lo primero que me disparó es pensar este texto escrito en 1970 y ahora se repone en un momento crucial para la fuerza de lo femenino en la Argentina.

Le muestro una foto en la que aparece Eva Perón en un acto que tuvo lugar en un palco cercano a aquel en que estamos. Es de julio de 1946. Evita dijo en ese mitin político: “Nosotras, las mujeres peronistas de hoy, no hemos olvidado que fuimos también las mujeres de ayer, de ese ayer vergonzoso de todas las negaciones sufridas calladamen­te”. En ese acto se decidió el voto femenino, que fue aprobado en septiembre del año siguiente. El programa doble de Copi en el Cervantes se presentará hasta el 12 de agosto. Cuatro días antes, en el Senado, se votará la ley de aborto legal, seguro y gratuito.

Continúa Caponi: “Sí, evocamos esa situación de la foto. Es un flash. Como dice el texto de Copi, Eva está más viva que nunca. Sumado a eso, es muy loco pararse en este teatro con tanta historia con un hombre haciendo de esta mujer. Lo primero que pensé es a quién debía representa­r en medio de tantas máscaras y capas que tiene el texto”.

–¿Qué te respondist­e?

–Que debía representa­r a una simple mujer que dio su vida por un acto de amor y de fe desde una convicción absoluta. Me toca jugar el tránsito de ese personaje y liberar, de alguna manera, a esa persona que está escondida detrás de tantas másca- ras en un texto de suma actualidad.

–A la luz de la discusión sobre el aborto diría que esta propuesta tiene más vigencia en la actual reposición que para su estreno del año pasado.

–Así parece. En el mismo texto Evita dice que les daría a las mujeres jubilación a los 50 años y aborto gratis. La obra habla del poder de la fuerza femenina y de cómo esa fuerza se vuelve peligrosa para el patriarcad­o.

–En estos ensayos, ¿cómo es eso de acomodarse al ritmo de Juan Gil Navarro, Rosario Varela o Carlos Defeo, que formaron parte del grupo original y que deben tener otro ritmo?

–Me ayudan para que yo pueda sumarme al nivel de juego que ellos tienen sin repetir algo que no sienta como propio. Cuando Marcial Di Fonzo Bo [el director del montaje] me dio el DVD con la obra, solamente vi unos minutos. Tampoco me comuniqué con Benjamín Vicuña. En casa leí mucho, investigué. Lo mismo había hecho cuando me llamaron para hacer de Sandro para la televisión y me quedó como cierta inercia, cierta práctica. En el libro de Aurora Venturini sobre Evita dice que nunca tuvo una amiga que la quisiera y maltratara tanto como ella. ¿Ves? Algo así me sirvió para meterme en la obra, en esta Eva.

–¿Qué tal es ese tránsito de la construcci­ón de lo femenino?

–Marcial tiene mucha confianza en hacia dónde va todo esto. Sabe mucho de Copi. Yo creo que lo femenino va a aparecer en la sensibilid­ad de ese personaje en medio de ese universo grotesco y exacerbado que plantea Copi. La fibra de lo vulnerable de alguna manera protege al personaje. Confío en que ir sacándome todas las vestiduras me hará llegar a esa fibra y regalarme a lo que tenga que hacer.

–¿Ya tocaste esa fibra?

–Sí, se lo contaba a Marcial el otro día. Me pasó algunas pocas veces, y también es cierto que cuando me mandé me dio como un vértigo...

–¿Marcial te invita a tirarte más allá del vértigo?

–Claro, pero a tirarme con precisión, para poder liberarme, para atravesar todo eso con la verdad del juego. Porque, en verdad, yo me miro y pienso: ¿cómo voy a hacer de una dama ahí, arriba del escenario? [se ríe]. Aunque tampoco creo que tenga que hacer de una dama, tampoco tengo que hacer de Evita. Tengo que hacer Eva Perón, de Copi. Eso libera.

–Ya te teñiste el pelo. ¿Viene depilación?

–No... Solo me teñí. Fue una decisión, una apuesta que creo que está buena. Es imponerse a ciertos prejuicios, jugar a hacer desaparece­r la cosa de chabón. Hace un par de años empecé a entender el teatro desde la muerte del narcisismo, de luchar contra la ferocidad del ego. Lucho contra cosas preestable­cidas que no quiero que se terminen imponiendo en mí. En este caso todo lo que me lleve al cotidiano no me sirve. Es difícil desentraña­r eso en tan poco tiempo, pero bueno... hay que jugarse.

–Para Sandro aumentaste doce kilos.

–¡Que después fueron 20! Acá tuve que empezar a bajar, porque si no terminaría haciendo de Perón. Pero vengo organizado, como los boxeadores antes de una pelea, que están cuidando el peso.

–Ni ahí. Ya bajé los 12 kilos. De todos modosesuna­cuestiónde­formasyyo tengo que luchar contra esas formas, tengo que encontrar mi convención y defenderla a muerte. El teatro no es un primer plano, es un todo. Mi trabajo es no tener los ojos puestos en mí. Somos una compañía. La gran pieza es la pieza en sí misma.

 ?? SanTiago Filipuzzi ??
SanTiago Filipuzzi
 ?? G. gorrini/TnC ?? La madre de Evita (Carlos Defeo) y la propia Evita (Caponi), en el despiadado texto de Copi
G. gorrini/TnC La madre de Evita (Carlos Defeo) y la propia Evita (Caponi), en el despiadado texto de Copi

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina