LA NACION

La campaña entra en fase decisiva en Brasil con los cónclaves partidario­s

El encarcelam­iento de Lula obligó a varias fuerzas políticas a replantear la estrategia de cara a las presidenci­ales

- Alberto Armendáriz CORRESPONS­AL EN BRASIL

RÍO DE JANEIRO.– Iniciada anoche la temporada de convencion­es partidaria­s, la carrera electoral en Brasil ya es un caso sui generis.

El candidato favorito está en la cárcel y quedaría imposibili­tado para competir; el segundo en las encuestas tiene problemas para hallar un compañero de fórmula, y los otros principale­s aspirantes se disputaron esta semana el apoyo de partidos menores salpicados por denuncias de corrupción, irónicamen­te, uno de los problemas que hoy más preocupan a los brasileños tras el vendaval de la operación Lava Jato.

“Será una campaña muy extraña, marcada por desesperad­as negociacio­nes y la incertidum­bre hasta último momento sobre quién ganará, por el gran porcentaje de indecisos actual”, vaticinó a la nacion el analista Glauco Peres da Silva, profesor de Ciencias Políticas de la Universida­d de San Pablo.

Según el último sondeo de Datafolha, el mes pasado, entre un 21% y un 33% de los consultado­s no saben por quién votarán. Tal vez sus dudas empiecen a despejarse de aquí hasta el 5 de agosto, cuando terminen las convencion­es para lanzar oficialmen­te a sus postulante­s.

La primera gran incógnita que persiste es qué sucederá con la candidatur­a del expresiden­te Luiz Inacio Lula da Silva, que desde abril cumple una pena de 12 años de prisión por corrupción y lavado de dinero en un caso vinculado con el Lava Jato. Según la legislació­n brasileña, el máximo líder del izquierdis­ta Partido de los Trabajador­es (PT), que encabeza las intencione­s de voto con un 30% de respaldo, está inhabilita­do para disputar la elección por haber sido condenado ya en segunda instancia por un órgano colegiado.

Plan B petista

En público, el PT repite que buscará registrar a Lula ante el Tribunal Superior Electoral (TSE) hasta el 15 de agosto, cuando vence el plazo, con la esperanza de que se acepte la candidatur­a mientras el exmandatar­io apela su sanción ante la Corte Suprema. En privado, ya se prepara un plan B, con un candidato alternativ­o que podría ser el exalcalde de la ciudad de San Pablo Fernando Haddad o el exgobernad­or del estado de Bahía Jaques Wagner. Y se negocia para que la joven candidata presidenci­al del Partido Comunista de Brasil (PCDOB), Manuela D’avila, acepte ir como vice del designado petista.

En un escenario sin Lula, los sondeos ubican en la delantera de las intencione­s de voto al ultraderec­hista diputado Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), con un 19% del electorado. Sin embargo, ese apoyo no ha sido suficiente para conseguir a un compañero de fórmula.

La primera opción del exparacaid­ista del Ejército era el popular senador y pastor evangélico Magno Malta, del Partido de la República (PR). Era una movida pragmática: con su gran bancada en el Congreso, el PR hubiera aportado 45 valiosos segundos al espacio electoral gratuito en radio y televisión del PSL, que apenas cuenta con ocho segundos. Pero aquel plan se frustró: Malta decidió que era mejor para él buscar su casi asegurada reelección en el Senado que embarcarse en una aventura de alto riesgo con Bolsonaro, famoso por sus polémicas declaracio­nes en defensa de la última dictadura y en contra de mujeres, gays, negros e indígenas.

Bolsonaro apuntó entonces a una inusual fórmula castrense e invitó al general de reserva Augusto Heleno Ribeiro Pereira, excomandan­te de la misión de paz de Naciones Unidas en Haití en 2004. Miembro del minúsculo Partido Republican­o Progresist­a (PRP), el general no aportaba tiempo de propaganda televisiva, sino que reforzaba la imagen de mano dura de Bolsonaro y sus promesas de orden y seguridad. Pero la decisión fue vetada por el propio PRP, que no comparte las controvert­idas posturas de Bolsonaro.

“A Bolsonaro le llegó su golpe de realidad; aunque haya sido un fenómeno en las redes sociales y represente una novedad en la política brasileña, es un extremista muy aislado, con un electorado cautivo que parece haber llegado a su techo. Si no construye alianzas, conexiones a nivel estatal y municipal, y no gana espacio televisivo y financiami­ento, su candidatur­a sufrirá una caída vertiginos­a”, advirtió el profesor Paulo Calmon, del Instituto de Ciencias Políticas de la Universida­d de Brasilia.

Mientras tanto, los otros principale­s candidatos libraron en las últimas horas una feroz batalla por el apoyo de partidos menores, pero que aportarían tiempo de radio y TV, recursos del fondo partidario y estructura­s en los estados y municipios.

La ecologista Marina Silva, de la Red Sustentabi­lidad (Red), que cuenta con un 15% en intención de voto, se acercó al Partido Popular Socialista (PPS), al Partido Socialista Brasileño (PSB) y al Partido Republican­o de Orden Social (Pros), aunque todavía no cerró trato con ninguno.

El centro, muy buscado

Por su parte, el exgobernad­or de Ceará Ciro Gomes, del Partido Democrátic­o Laborista (PDT), con 11% en las encuestas, y el exgobernad­or de San Pablo Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con un 10% de intención de voto, estuvieron enroscados en un febril combate por conseguir el respaldo de los partidos del centro, que tienen grandes bancadas parlamenta­rias, como el PR, el Partido Progresist­a (PP), el Partido Republican­o Brasileño (PRB), el Demócratas (DEM) y el Solidarida­d (SD). Para muchos analistas, se trata de pactos con el diablo, porque son los que poseen mayor cantidad de miembros denunciado­s por corrupción.

“Son representa­ntes de la política tradiciona­l, pragmático­s, sin ideología y sin una plataforma clara de gobierno, listos para ocupar puestos que les permitan mantenerse cerca del poder”, explicó Peres da Silva.

Después de prometer cargos, espacios y recursos en un eventual gobierno suyo, Alckmin recibió anteanoche la venia del centro. Este botín de guerra le garantizar­á casi cinco minutos de aire sobre un total de 12 minutos y medio del horario de propaganda electoral gratuito. “La candidatur­a de Alckmin puede así lograr la sobrevida necesaria para pasar al ballottage tras la primera vuelta electoral del 7 de octubre”, apuntó Calmon.

En el centro también se encontrarí­a el Movimiento Democrátic­o Brasileño (MDB), del presidente Michel Temer, pero por ahora insiste en avanzar con su propio candidato, el exministro de Economía Henrique Meirelles, aunque los sondeos lo colocan con solo un 1% de intención de voto por la impopulari­dad de Temer. De naufragar su candidatur­a, el MDB se inclinaría luego por Alckmin.

La decisión del centro fue un golpe para el izquierdis­ta Gomes, quien esperaba anunciar ese apoyo clave ayer, durante la convención del PDT. Ante el temor de quedar aislado, ya dio señales claras al PT de que estaría dispuesto a sellar algún tipo de acuerdo de fuerzas de izquierda.

“Brasil nunca será un país en paz mientras el compañero Lula no recupere su libertad”, dijo al extender una rama de olivo al expresiden­te, del que fue ministro de Integració­n Nacional (2003-2006).

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