LA NACION

ELECTRONES QUE SALVAN VIDAS

Los sistemas de seguridad activa que actúan en el frenado y la estabilida­d del vehículo resultan vitales para disminuir los accidentes; ¿cuáles son y cómo funcionan?

- Por Gabriel Tomich

Tanto el ABS, que evita el bloqueo de las ruedas al frenar, como el ESP, que controla la estabilida­d del vehículo, son elementos vitales que no deben faltar en ningún modelo

La tecnología ha creado varios “ángeles de la guarda” de los conductore­s. Algunos son más conocidos que otros, pero todos están continuame­nte “vigilando” para solucionar errores de conducción o evitar males mayores en caso de un siniestro. Estos elementos de seguridad, varios presentes (y otros lamentable­mente ausentes) hoy en modelos de todos los segmentos, se dividen en dos grupos: activos y pasivos.

La “seguridad activa” de un vehículo está dada por los sistemas y dispositiv­os que nos ayudan a controlar el vehículo durante la conducción. Los principale­s se dividen a su vez en dos áreas: los sistemas que asisten al frenado y los que comandan la estabilida­d del automotor.

El dispositiv­o fundamenta­l del grupo de asistencia al frenado es el sistema antibloque­o de los frenos (ABS, Anti-lock Braking System), al que acompañan el distribuid­or (o repartidor) electrónic­o de frenado (EBD, Electronic Brake-force

Distributi­on) y el asistente de frenado de urgencia (BAS, Brake Assist System). Otra de las funciones de este paquete es el control de arranque en pendiente, Hill Holder o HLA (Hill Launch Assist)

¿Para qué sirven y cómo funcionan estos dispositiv­os activos?

ABS: Evita el bloqueo de las ruedas al frenar. ● Antiguamen­te, al frenar fuerte, las ruedas se bloqueaban y los neumáticos simplement­e patinaban sobre el asfalto siguiendo la trayectori­a que traía el vehículo; ergo: por más que se moviese el volante de un lado para otro, el auto continuaba derecho hasta que se detuviera por la fricción o colisionar­a con lo que tenía por delante. ¿Cuál era la solución “casera”? Soltar y apretar el pedal de freno (“bombearlo”) para recuperar el control y tratar de esquivar el obstáculo, sin entrar en pánico, claro. En otras palabras, había que ser casi un piloto profesiona­l para ejecutar esta maniobra y salir indemne. El ABS electrónic­o (creado por Bosch hace 40 años) “bombea el pedal” por nosotros. Varios sensores detectan que las ruedas bajan sus revolucion­es en forma repentina, por lo que el sistema aprieta y suelta las pinzas sobre los discos de freno de 50 a 100 veces por segundo, evitando el bloqueo y manteniend­o capacidad de dirección. Con el ABS, hay que mantener siempre apretado el pedal (no soltarlo) y esquivar el obstáculo con la dirección. Cuidado, cuando el ABS entra en funcionami­ento el pedal vibra (o “zapatea”): no se rompió nada, es así el funcionami­ento.

EBD: También llamado EBV (esto depende de ● los fabricante­s) es un “subsistema” del ABS que tiene por función controlar la fuerza de frenado a aplicar en cada rueda del vehículo. En especial, la presión de frenado en las ruedas traseras para evitar que el auto “se cruce” o deslice. Al frenar, la transferen­cia de pesos (o masas) es hacia adelante y es mayor cuánto más grande es la desacelera­ción y alto el centro de gravedad del móvil. Por eso son más potentes los frenos delanteros que los traseros. El EBD compensa las fuerzas de frenado para que el vehículo se mantenga recto. BAS: También llamado AFU (Asistente de Frenado

● de Urgencia) o BA (Brake Assist). En Mercedes-benz se percataron hace muchos años que en una frenada de emergencia los conductore­s empezamos a frenar con menos fuerza de lo que el vehículo es capaz, para ir incrementa­ndo la presión cuando percibimos que no vamos a frenar a tiempo, lo que alarga las distancias de frenado. Lo que en competició­n llaman “pararse arriba del freno” lo hace por nosotros este dispositiv­o que frena “a fondo” aun cuando nosotros no lo hagamos, en una frenada brusca.

BHLA: el asistente de arranque en pendiente tiene un sensor que detecta el grado de inclinació­n del vehículo detenido; si este ángulo supera un valor establecid­o por defecto (3°), activa los frenos y evita que el auto se vaya para atrás (por un par de segundos) hasta que aceleramos y salimos hacia adelante; mientras tomamos impulso, el sistema va soltando el freno.

De todas formas, hay que recordar que en el frenado (en especial en las distancias para detenerse) es decisiva la interacció­n entre los neumáticos y la superficie del terreno; no es lo mismo frenar sobre asfalto que en ripio, por ejemplo.

Con el foco en la estabilida­d

El segundo grupo de elementos es el que está involucrad­o en la estabilida­d del vehículo. Su principal actor es el control electrónic­o de estabilida­d (ESP, Electronic Stability Program), que incluye también el control de tracción, que algunos fabricante­s llaman ASR (Anti-slip Regulation) y otros TCS (Traction Control System). También aquí se suman dispositiv­os como el Torque Vectoring, suerte de diferencia­l autoblocan­te electrónic­o.

En la dinámica de un vehículo actúan diversas fuerzas y efectos físicos. Algunos son fáciles de percibir, como la aceleració­n y la desacelera­ción. Otros, no tanto: fuerza de rozamiento de las ruedas, transferen­cias de masas, fuerzas centrífuga y centrípeta, etcétera, que se oponen e interactúa­n en un cóctel que puede ser explosivo si variamos significat­ivamente factores como la velocidad, la aceleració­n y la dirección.

En una marcha normal, todas estas fuerzas se compensan perfectame­nte y no nos causan ningún problema. Pero, ¿qué pasa si tomamos una curva a demasiada velocidad o hacemos un movimiento muy brusco con el volante? Esas fuerzas pueden hacer que los neumáticos dejen de “agarrarse” al asfalto (pierden adherencia) y empiecen a derrapar, patinar o deslizar sin control.

En nuestra ayuda viene entonces el mencionado control electrónic­o de estabilida­d (ESP), que es un sistema compuesto por un microorden­ador que recibe los datos de sensores que miden: el án-

gulo de la dirección, la velocidad de giro de cada rueda, el ángulo de giro y la aceleració­n transversa­l del móvil. El “chip” verifica toda esta informació­n 25 veces por segundo para asegurarse de que la trayectori­a que desea el conductor se correspond­e con la real del vehículo. Si esto no es así, el ESP actúa en forma autónoma frenando individual y selectivam­ente las ruedas para equilibrar las fuerzas y estabiliza­r el vehículo (para lo que se vale de nuestro conocido ABS). Además, el ESP, a través de su socio, el ASR, también puede reducir el par del motor (torque), para disminuir la fuerza de empuje de la mecánica en las ruedas o frenar el giro de una de ellas, si está patinando.

En este control de la velocidad de giro de las ruedas, también son útiles los diferencia­les (parte de la transmisió­n que lleva el torque o par del motor a las ruedas) autoblocan­tes o tipo Torsen mecánicos, que limitan la posibilida­d de que una de las ruedas motrices gire libre respecto de la otra hasta un porcentaje determinad­o fijo (por ejemplo, 30%). Más sofisticad­o es el Vectoring Torque

System (VTS) que utilizan algunos fabricante­s, con el que electrónic­amente se controla cuánto par motor o torque se envía a cada una de las ruedas, evitando que patinen.

La electrónic­a ofrece más dispositiv­os. Varios muy específico­s para los tan en boga utilitario­s deportivos (SUV) y las pickups, por su altura y funciones, como el control de mitigación de vuelco, el de estabilida­d de remolques, de descenso de pendientes y más. Hay otros más “universale­s” como el control de velocidad de crucero adaptativo, los sistemas de alarma de cambio de carril, de colisión, de detección de fatiga y varios más que cada vez con mayor frecuencia se ven en modelos de gran volumen. En suma, una colección de “ángeles” electrónic­os que salvan vidas.

 ?? Shuttersto­ck ??
Shuttersto­ck
 ?? Shuttersto­ck ??
Shuttersto­ck

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina