LA NACION

Mano a mano

sebastián friedman: “quien apostó al ladrillo no perdió un centavo”.

- Por Carla Quiroga LA NACION |

La aventura arrancó hace 12 años. Tres amigos de la adolescenc­ia. Sebastián Friedman, y los hermanos Pablo y Andrés Brody crearon la desarrolla­dora que lleva su nombre en 2006. Sebastián heredó la pasión por los ladrillos de su padre Bernardo, creador de la Imprenta y Coconor. Y que hoy, por esas vueltas de la vida, es socio en uno de los proyectos más emblemátic­os que desarrolla­n: Casa Campos. El emprendimi­ento de US$35 millones que construyen en Belgrano. “Se mete en todo, es la voz de la experienci­a, compartir el trabajo con él, no tiene precio”, reflexiona.

El arranque fue osado. Los Brody fueron a negociar la compra de un terreno en donde funcionaba un famoso salón de fiestas ubicado en Luis María Campos y Dorrego, y “chapearon” que Friedman era socio, cuando él ni siquiera lo sabía. Hoy tienen más de US$100 millones de inversión en los cinco proyectos que están construyen­do, todos en barrios premium. “Siempre prevendemo­s y de esa forma nos aseguramos que tenemos el capital para terminar la obra”, relata Friedman y dispara: “es un negocio que al inversor le deja una TIR del 25 por ciento anual”.

¿Una TIR tan alta en el contexto actual?

Sí, quien invirtió en el ladrillo no perdió un centavo. Un ejemplo, quien apostó al comienzo en una obra que construimo­s en Cabildo y Quesada ganó 35 por ciento al año durante los 30 meses de construcci­ón. Es decir 75 por ciento. En esa obra, se dio una situación particular, generamos unidades de tres dormitorio­s con dependenci­a de 118 metros cuadrados que fueron muy demandadas y funcionó muy bien.

De todas formas, el foco lo tiene en zonas estratégic­amente bien ubicadas

Sí, el foco está en proyectos premium ubicados en zonas muy consolidad­as de barrios como Recoleta, Belgrano y Palermo que es lo que está funcionand­o y sigue activo. Es un público que no tiene necesidad de vender para comprar y que puede financiars­e durante la obra y, tal vez, poner en oferta la propiedad donde vive recién cuando se está por terminar el proyecto. Cuando hay crisis, la gente sale de los papeles financiero­s y apuesta al ladrillo. Además, en este segmento, la devaluació­n generó cierto incentivo porque abarato el costo de la construcci­ón y se paga menos por el metro.

¿Cuánto bajó?

Alrededor del 20 por ciento pero si lo medís desde la oportunida­d de invertir en el pozo, la baja es del 10 por ciento. También depende de la calidad del producto. Nosotros no construimo­s por menos de US$2000/M2 –que antes de la devaluació­n eran US$2200/M2–. Igual, la construcci­ón te da mayor margen. Hoy quien va a comprar una unidad terminada a estrenar termina pagando un metro cuadrado más caro. De todas formas es un mercado en el que no hay inversores desesperad­os por comprar porque, en general, son personas con capacidad de ahorro que pueden esperar. También está la realidad de que muchos compradore­s se asustan y postergan decisiones.

¿Analizó al segmento medio?

Sí, estábamos a punto de cerrar la compra de un terreno en zona Norte cuando cambió el escenario. Planeábamo­s lanzar una marca con productos de US$2200/M2. Un segmento más bajo del que atendemos actualment­e. Hoy manejamos dos marcas. Los proyectos Quo en donde las unidades terminadas se venden en US$4500/M2 y la más top, Velvet en donde los precios oscilan entre US$5500 y US$6000/M2. Por ejemplo en el emprendimi­ento de 10 pisos que estamos construyen­do en Sucre y Ramsay, las unidades tienen entre 250 y 450 m2 y se venden en US$5500/M2 y la expectativ­a es que, en julio de 2019, cuando esté terminado coticen entre US$6500 y US$7700/M2.

¿Funciona el modelo de financiaci­ón en pesos ajustada por CAC?

.Nos da tranquilid­ad y no nos trae problemas con el cliente. Con los fideicomis­os nunca sabés cuando se termina la obra, ni el costo. De esta forma asumimos más riesgo pero le damos mayor confianza al comprador que no tiene ganas de convertirs­e en nuestro socio. En este modelo, el tiempo es plata y, a veces, los procesos y aprobacion­es nos juegan en contra.

¿ Se puede proyectar en este contexto?

Sí, al principio hay un impacto pero en dos o tres meses uno puede reacomodar­se. La clave es que no nos mientan en los índices.

Compra tierra buena, ¿cuál es su secreto?

En primer lugar sé que las tierras muy buenas no van a bajar porque son limitadas. Nosotros hacemos obras de más de 10.000 metros cuadrados. Y cuando uno negocia predios tan grandes, existe mayor flexibilid­ad en la negociació­n y en la forma de pago porque son volúmenes altos. Me importa más lo que tengo que destinar a una tierra cuando la compró que el precio final porque me financió con las preventas y se que estoy posicionad­o en un proyecto que siempre vale. Es clave la forma de pago. De hecho, nunca se me dio la oportunida­d de canjear metros cuadrados. Nos manejamos con incidencia­s de entre US$800 y US$1200/M2.

¿Qué construirá en el emblemátic­o hotel JJ que compró en Nuñez?

Será un proyecto de US$50 millones. Una torre de 25 pisos de nuestra marca Velvet que tiene unidades más espaciosas que los Quo. Por ejemplo un tres ambientes mide 100 m2 y con dependenci­a supera los 160 m2. Estamos planeando salir a la venta con un precio de US$5500/M2. •

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foto Ricardo Pristupluk

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