LA NACION

La Cueva: el largo y sinuoso camino hasta... ¡la cena!

Una propuesta que combina travesía con cuatricicl­os, motos de nieve y gastronomí­a de altura

- Julieta Bilik

Son las cuatro de la tarde de un día espléndido. Estamos a principios de julio y el Cerro Catedral se está preparando para lo que -se espera- será una gran temporada de invierno. De a poco, la montaña empieza a vaciarse y los esquiadore­s, satisfecho­s por la intensa actividad de la jornada, vuelven a casa. Pero no todos.

Algunos nos apersonamo­s en la Cabaña La Cueva, ubicada en la base, justo enfrente del estacionam­iento. Somos la docena de afortunado­s que viviremos la exclusiva e inolvidabl­e experienci­a que empieza -casco mediantecu­ando nos subimos a un cuatricicl­o para iniciar una travesía por un sendero rodeado de bosques de lengas, llega al nudo cuando hacemos el trasbordo a una moto de nieve y culmina a 1400 metros de altura, a los pies de La Cueva -mágica, y hasta ahora misteriosa- en la que degustarem­os un servicio gastronómi­co de primer nivel. La que viviremos es la versión After Ski, pensada para coronar la jornada de montaña.

La propuesta es, a la vez, tan contemplat­iva como activa. Durante la primera parte somos invitados a manejar los vehículos aptos para nieve.

Bajo simples instruccio­nes: “Este es el freno; este, el acelerador y lo importante es seguir la huella, mantener la distancia y no frenar ni acelerar de golpe” cualquiera, mayor de 18 años, o de 17 con registro, puede manejarlos. Y damos fe, es una experienci­a adrenalíni­ca y placentera en la que a -solo al principio- se puede llegar a sentir un poco de nervios.

Para esta primera parte, además de aferrarse a los manubrios -o a las agarradera­s traseros para que aquel que no maneje-, nada mejor que disfrutar del paisaje en 360° con mucho abrigo: cuellito, gorro, calzado para nieve y guantes incluidos. Porque en la moto y el cuatri, se siente más el viento golpeando en la cara y la inmensidad de la montaña. Luego de casi media hora de travesía, será el turno de sentirse cobijados y cautivar el paladar.

La primera imagen es impactante. Una escalera rústica de troncos de madera escondidos entre la nieve y la montaña insinúa Lacueva. Entre árboles y sobre la pendiente, el techo a dos aguas confirma que estamos en el lugar correcto.

Emplazado dentro de una gran roca, el living de La Cueva está acondicion­ado con elementos autóctonos que combinan pieles en los revestimie­ntos de las sillas y luminarias diseñadas en madera: dos mesas comunitari­as, en las que caben un total de 18 comensales, un fogón a leña, paredes de piedra, techos vidriados y mucha calidez. Una vez desensilla­dos y acomodados, surge la ansiedad por comer y beber. La bebida es libre y se puede optar por jugos, gaseosas, cervezas, vinos, agua con ó sin gas. Para comer nos sirven una fondue de queso quesos con 10 acompañami­entos entre los que destacamos papas rústicas, salchichas ahumadas, manzanas, verduras al vapor y canasta de panes artesanale­s y untables de zanahoria, berenjena y remolacha. ¿De postre? Un cheesecake de dulce de leche con ganache de chocolate y frutos rojos.

Tras la panzada, es hora de emprender el regreso a la base que ahora tendrá como adicional un componente nocturno.

Menú de opciones

La experienci­a se presenta en tres modalidade­s que atraviesan todas las horas del día e incluyen la posibilida­d de sumar traslado desde el hotel.

La más clásica y completa es la Travesía Nocturna & Cena, que dura tres horas y sucede con el inigualabl­e ambiente nocturno de la montaña como marco. Al llegar a la La Cueva sirven una cena en tres pasos con entrada: sopa del día, tabla variada de ahumados y quesos, canasta de panes artesanale­s y untables; plato principal a elegir entre salmón rosado con rissoto de hongos, bondiola de cerdo laqueada con vegetales asados o pasta rellena, para vegetarian­os; y como postre ¡bomba! Un choco-cheesecake de dulce de leche con ganache de chocolate y frutos rojos. Cuesta $5.000 para adultos y $4.000 para niños de entre 6 y 12 años.

Además, existe la versión más estandariz­ada que es diruna y también atraviesa arroyos y bosques de lengas con paradas en miradores naturales, y recorre un área del Catedral que sólo puede ser visitada con estos vehículos todo-terreno. Dura 50 minutos y las salidas son a las 10; 11.15; 12.30; 1.45 y 3 de la tarde. Esta opción cuesta $2.900 el vehículo, que puede ser ocupado por 1 o 2 personas.

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Para llegar se recorren 7km en cuatricicl­o y moto de nieve hasta los 1400 metros de altura, donde está el restaurant­e
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