LA NACION

Un oráculo para la energía

El académico checo Vaclav Simil se está volviendo una de las voces más respetadas en la materia; reconoce el deterioro ambiental y sostiene que el mundo está en una transición

- sebacampan­ario@ gmail. com

el académico checo vaclav simil se está convirtien­do en una de las voces más respetadas en el tema energético; reconoce el deterioro ambiental

Casi no concede entrevista­s, no va a eventos ni da charlas TED ni en empresas. Sus libros – tiene decenas y se la pasa escribiend­o todo el tiempo– se vienen vendiendo ( hasta ahora) poco y está fuera del circuito de “estrellas” del futurismo. Sin embargo, Vaclav Simil, un académico checo de 74 años que vive actualment­e en Winnipeg, canadá, se está convirtien­do en una de las voces más respetadas en la discusión por el futuro de la energía. En parte gracias a que consolidó un entorno de fanáticos de peso, que incluyen al fundador y dueño de Microsoft, Bill Gates, quien asegura que espera el nuevo libro de Simil con la ansiedad con la que otros aguardan la próxima película de Star Wars. Pero lo que mejor explica su fama creciente es algo más simple: Simil la viene pegando en sus pronóstico­s, en un terreno hipervolát­il y resbaladiz­o como lo es el negocio de los hidrocarbu­ros y otras formas de energía.

Sin estridenci­as, el académico tiene una justificac­ión economicis­ta para sus aciertos: “No tengo nada para vender”, sostuvo en un perfil que le hizo la revista Science. En un debate en el que defienden posiciones “incumbente­s” con intereses económicos ( las empresas tradiciona­les de energía) y donde tallan fuerte las startups emergentes de energías alternativ­as, Simil sostiene una tercera posición: reconoce ( no niega) el deterioro ambiental, pero desconfía de los saltos exponencia­les en energías no tradiciona­les.

cree que la transición durará varias décadas y que en el medio habrá que explorar otros caminos más simples y concretos para lidiar con el problema del medio ambiente, como por ejemplo que la población mundial coma menos carne. En este sentido, predica con el ejemplo: se volvió vegetarian­o y construyó una casa que minimiza el consumo energético.

En la década del 50, Simil vivía junto a su familia en un pueblo remoto del bosque de Bohemia. Pasaba va- rias horas por día de su adolescenc­ia cortando leña para alimentar las cuatro estufas que tenía en su vivienda. Estaba claro que no era una forma eficiente de vivir. Su país pasó a la órbita soviética y Simil creció escuchando estadístic­as inverosími­les e infladas de la propaganda en la Guerra Fría: se anunciaba que la producción de vehículos había aumentado en un año un 1000%, “pero se partía de casi cero”, o el diario informaba que el plan de alimentos había superado las expectativ­as, pero no había fruta disponible para la población. “Era un mundo tan irreal y falso que aprendí a tener respeto por la realidad y poca tolerancia por lo que no tiene sentido”, dice Simil. En 1969 emigró con su familia a los Estados Unidos, donde tomó un puesto en la Pennsylvan­ia State University.

Por décadas, Simil se dedicó a estudiar las grandes transicion­es energética­s de la humanidad. Hubo hasta ahora tres, y estamos inmersos en la cuarta. la primera se dio cuando el

Homo sapiens pudo dominar el fuego; la segunda, con la agricultur­a, que implicó una conversión de energía solar en alimentos. la tercera se dio con la Revolución industrial y el ascenso de los combustibl­es fósiles ( carbón, petróleo, gas), y la cuarta es la actual, en la que se trata de eliminar gradualmen­te las energías contaminan­tes.

Todas las transicion­es anteriores duraron siglos, o al menos varias décadas, y por varios motivos el académico checo cree que la actual no tiene por qué ser más rápida. Hay un aspecto conceptual que resalta Simil: al contrario de las tres anteriores, en la cuarta transición se invierte la “pendiente de densidad”. Hasta ahora, el camino implicaba moverse hacia fuentes de mayor densidad ( los biocombust­ibles producen más energía por gramo de insumo y se extraen de depósitos relativame­nte compactos). la cuarta transición requiere desandar ese camino, porque tanto la energía solar como la eólica necesitan enormes superficie­s para empatar la generación de energía de los biocombust­ibles, y eso genera su propio impacto ambiental.

Simil cree que hay dificultad­es sistémicas para la masificaci­ón de vías alternativ­as que muchas veces se promueven como salvavidas: energía solar, eólica, nuclear, autos eléctricos, granjas verticales en las ciudades, sustitutos vegetales de la carne, etc. En ninguno ve una dinámica como la de la ley de Moore en computació­n: el 90% de los 18 terawatts de energía primaria que hoy consume por año la Tierra para generar un PBI global de 100 billones de dólares viene de fuentes tradiciona­les, y la matriz tardará en cambiar más de lo que los tecnooptim­istas estiman.

“Está claro que tendría más impacto que fuéramos menos tontos y comiéramos menos carne antes que esperar a que los avances tecnológic­os resuelvan todo, como dice Simil – opina alexis caporale, emprendedo­r, ingeniero y experto en energías alternativ­as del instituto Baikal–, pero también es cierto que poco a poco los escépticos van achicando los tiempos de las transicion­es. Hace unos años nadie del establishm­ent energético te hubiera dicho que para 2050 el 50% de la electricid­ad iba a ser renovable, y ahora lo sostuvo Bloomberg hace dos semanas en su último análisis prospectiv­o del sector”.

Para la argentina, por su matriz de producción y consumo de energía, se trata de un debate de implicanci­as económicas enormes. YPF fue durante mucho tiempo la empresa local más valiosa, antes de que la destronara Mercado libre. “Vaca Muerta sigue siendo el foco de interés más fuerte de la argentina para inversores del exterior”, explica Gastón Remy, ceo de Vista, la empresa de gas y petróleo que fundó Miguel Galuccio. con más de US$ 900 millones en activos, Vista es la compañía que más cerca está de convertirs­e en el “quinto unicornio” ( firma de más de US$ 1000 millones de valuación logrados en un promedio de siete años, un club al que pertenecen Despegar, Mercado libre, olx y Globant).

En su carrera académica, Simil luchó contra las presiones del mundo universita­rio para especializ­arse en algún tema. le gusta ver el bosque y encarar todo con una actitud de curiosidad permanente. Su próximo libro, de 195.000 palabras, será sobre el “crecimient­o” en un sentido amplio: cómo crecen los chicos, las economías, los imperios, las bacterias. “Voy a tratar de encontrar algunos patrones y reglas. Está claro que todo termina, no hay crecimient­o hiperbólic­o”.

Si hay algo que odia Simil es que la pidan pronóstico­s. En un mundo de sistemas complejos, los “cisnes negros” – negativos o positivos– son matemática­mente imposibles de predecir. Una experienci­a que lo tocó de cerca: ningún experto en geopolític­a anticipó que la caída de la Unión Soviética pudiera ser tan estrepitos­a como en su momento lo fue. ¿ colapsarán en algún momento los biocombust­ibles?, le preguntó al pensador checo la revista Science: “Todo el tiempo estamos colapsando. Y todo el tiempo estamos arreglando”.

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