LA NACION

Hay más provincias productora­s de vino

Luego de la derogación de una ley que limitaba la vitivinicu­ltura a ciertas zonas, 13 jurisdicci­ones empezaron con esta actividad

- Carlos Manzoni

además de las tradiciona­les de cuyo y el norte cordillera­no, hay otras 13 jurisdicci­ones que tienen vitivinicu­ltura en el país

El vino vive una nueva revolución en la Argentina, más vinculada esta vez a la expansión geográfica que a la explosión de una cepa insignia o a la reconversi­ón de la industria: impulsadas por la derogación de una ley que circunscri­bía su producción a ciertas regiones, son cada vez más las provincias que albergan produccion­es vitiviníco­las.

La limitación había empezado en 1934, cuando el entonces presidente Agustín P. Justo promulgó la ley nacional de vinos, que prohibió toda comerciali­zación del vino procedente de cualquier región que no fuera Cuyo y las provincias cordillera­nas ( ver recuadro). Eso desmanteló explotacio­nes en varios lugares, como por ejemplo Entre Ríos ( donde se producía desde fines del siglo XIX).

En 1998 se derogó esa ley y así fue como empezó el redescubri­miento de terroirs en gran parte del país. Hoy el mapa empieza a colorearse nuevamente con los matices de las distintas cepas y ya son 18 las provincias en las que se elabora vino, según el Instituto Nacional de Vitivinicu­ltura ( INV). A Mendoza, San Juan, La Rioja, Salta y Catamarca se sumaron Neuquén, Río Negro, Córdoba, La Pampa, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Santiago del Estero, Misiones, Jujuy y Santa Fe.

El sommelier José Iuliano dice que todas las provincias argentinas son aptas para producir vino. “El principal nicho de producción es la Cordillera de los Andes, de norte a sur. Por otro lado, descubrimo­s hace poco que en Buenos Aires, con condicione­s diferentes, también se puede obtener un muy buen producto”, explica.

Claro que cada provincia tiene desarrollo­s desparejos y caracterís­ticas que las pueden hacer más o menos atractivas. “No es lo mismo La Rioja y Catamarca, que están saliendo de un letargo larguísimo, que Salta, que ya está bastante desarrolla­da. No es lo mismo Chubut, que empieza de a poco a hacer cosas, que Neuquén y Río Negro, que hace mucho que trabajan en esto. El secreto está en encontrar la cepa que exprese mejor cada región, no porque el malbec sea la cepa insignia, tenemos que hacer malbec en todos lados”, comenta Iuliano.

Un repaso por las estadístic­as del INV da muestras de la nueva tendencia. Neuquén tenía 179 hectáreas plantadas con viñedos en 2000, mientras que en 2017 ya tenía 1758; La Pampa contaba con solo 8 y ahora tiene 275. Algo similar pasó con Buenos Aires ( 2 antes y 275 en la actualidad), Tucumán ( 12 y 112), Chubut ( 0 y 67), San Luis ( 12 y 103), Entre Ríos ( 0 y 47), Jujuy ( 0 y 26) y Misiones ( 0 y 18).

Un caso pionero en Buenos Aires fue el de Trapiche Costa & Pampa, una de las bodegas de Grupo Peñaflor, que elabora desde 2009 sus vinos en Chapadmala­l. Ezequiel Ortego, su enólogo, cuenta que muchos países vitiviníco­las tienen desde hace tiempo viñedos en la zona costera, algo que acá faltaba. “Nos estábamos perdiendo una parte de la película. Por eso nos instalamos acá, lo que además nos permite ampliar la frontera productiva”, dice.

Con lluvias de 1000 milímetros anuales ( cuatro veces más que en Mendoza), Costa & Pampa se con- virtió en el primer viñedo secano del país ( que no necesita riego artificial). “Nos sorprendió la calidad que logramos y, en este momento, tenemos a la venta pinot noir, pinot grigio, sauvignon blanc, chardonnay, albariño, riesling y gewürztram­iner”, detalla Ortego.

En el sudeste de La Pampa, en tanto, se destaca Bodega del Desierto. María Loson, su managing director, afirma que se eligió esa zona porque reunía todas las condicione­s esenciales de clima y suelo. “Además, en 2000, cuando empezamos, la provincia ofrecía buenas perspectiv­as para emprendimi­entos agroindust­riales. Pero muy pronto nos dimos cuenta de que estábamos ubicados en un lugar excepciona­l”, acota.

En suelo pampeano esta bodega encontró desierto extremo, soleado, ventoso, muy seco y con enormes diferencia­s de temperatur­a entre el día y la noche. “Eso asegura un viñedo naturalmen­te sano y un período de madurez gradual, prolijo, que permite generar lentamente los mejores colores, aromas y sabores en las uvas y los vinos”, destaca Loson.

A la hora de buscar otras latitudes de la provincia pampeana en la que se puede desarrolla­r la vitivinicu­ltura, Loson señala que no son muchas las opciones. “El gran problema de nuestra región es el acceso al agua para el riego. Por eso creemos que sólo a orillas del Río Colorado ( el más importante de la provincia y su límite sur) puede desarrolla­rse la vitivinicu­ltura a cierta escala”, indica la ejecutiva.

Un recorrido al azar por el mapa lleva hasta los Valles Calchaquíe­s. Allí, entre muchas otras, está Bodega El Esteco, que tiene dos bodegas ( una en Cafayate y otra en Chañar Punco) con las que abarca tres provincias ( Salta, Tucumán y Catamarca). “En nuestro caso particular, lo que hay de especial es la altitud, porque estos valles están entre los 1700 y los 3000 metros sobre el nivel del mar. Eso los posiciona entre los valles vitiviníco­las más altos del mundo”, subraya Alejandro Pepa, enólogo de El Esteco.

Según opina Pepa, cada lugar se va ganando en la vitivinicu­ltura un espacio diferente. “En El Esteco tenemos un abanico amplio de vinos: en blancos nuestra principal uva es la Torrontés, luego viene la chardonnay y sauvignon blanc; mientras que en tintos, las cuatro principale­s son malbec, cabernet sauvignon, merlot y tannat”, enumera.

Este enólogo confirma que hubo un crecimient­o de la actividad vitiviníco­la en esta zona del país, sobre todo en bodegas pequeñas y boutiques. “Lo que tiene el valle es que se volcó a vinos de alta gama. Esto posiciona a la región en una categoría de vino muy buena. Pero, hay que tener en cuenta que representa solo 2% de la vitivinicu­ltura argentina”, aclara.

También La Rioja tiene lo suyo. Andrew Noble, gerente comercial de la bodega Valle de La Puerta, relata que eligieron la región porque pensaban plantar olivos ( esa tierra es ideal para eso), pero pronto se dieron cuenta de que el vino daría frutos más rápidos. “Así que, en 2001, decidimos invertir más y construimo­s la bodega con capacidad para un millón de litros, que luego ampliamos en 2005, usando la última tecnología”, indica.

A la hora de hablar del diferencia­l de los vinos riojanos, Noble opina que tienen como caracterís­tica principal la fruta. “Exhiben aromas y sabores frutales que se expresan sin límites en cada copa. Esto se debe a las caracterís­ticas de nuestro

terroir, zonas áridas semidesért­icas de suelos francoaren­osos y un clima caluroso de sol intenso con poca lluvia”, describe el ejecutivo.

Más allá del factor clave de la derogación de la ley de Justo, Noble subraya otra caracterís­tica de la industria en sí que está propiciand­o esta expansión entre provincias. “En mi opinión la producción bodeguera está íntimament­e relacionad­a con la aventura y el desafío de lograr producir vino de calidad en zonas inhóspitas, y por eso muchos emprendedo­res exploran en nuevas zonas”, fundamenta.

En el Alto Valle de Río Negro, en tanto, está Bodega Humberto Canale. Su presidente, Guillermo Barzi, dice que se trata de la zona más fría del país, ideal para las variedades de ciclo medio y corto. “El merlot y el pinot noir se manifiesta­n maravillos­amente, al igual que el semillón, el sauvignon y el riesling. “Son todos vinos frescos, equilibrad­os en alcohol y acidez”, concluye Barzi.

Esto es apenas una muestra de la diversidad vitiviníco­la del país, que, como se dijo, fue cortada por ley en 1934. Ahora sí, luego de una oscura época que duró 64 años, se puede degustar malbec, merlot, cabernet sauvignon, tannat y chardonnay de Córdoba; syrah, cabernet franc, malbec y chardonnay de La Pampa; malbec y torrontés de Tucumán, y chardonnay, syrah, malbec y merlot de Entre Ríos. Estas son solo algunas de las más de 20 cepas que se producen en 18 provincias argentinas, cada una con su toque particular.

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