Los efectos de la “tormenta” en la economía cotidiana y la realidad social
Advierten sobre los daños que las medidas para frenar la corrida le causan al sector productivo
Las consecuencias de la corrida cambiaria ya se empezaron a sentir en diferentes sectores de la economía. El salto del tipo de cambio, que acumula un alza del 48% en lo que va de 2018, alimentó la inflación – llegó a 16% en el primer semestre y los pronósticos marcan un piso de 30% para todo el año–, impulsó un alza de las tasas de interés – el mercado secundario de Lebac llegó a operar al 60%– y un endurecimiento en la política monetaria que secó la plaza de pesos y permitió calmar al dólar. Sin embargo, los analistas advierten que se trata de medidas “de emergencia” que, de prolongarse, amenazan con ahogar al sector productivo.
“Hay sectores que han sufrido mucho por el encarecimiento del crédito, como el consumo de bienes durables o la compraventa de inmuebles”, afirma Miguel Kiguel, director de Econviews, quien mantiene una visión optimista hacia fin de 2018: “Toda la incertidumbre le pegó al nivel de actividad. La economía está en recesión, que técnicamente son dos trimestres consecutivos en baja, pero pensamos que en el cuarto todavía se puede revertir”, analiza.
En ese escenario recesivo, el salto en los precios se verá sobre el salario real y un menor movimiento en el consumo. “Este conjunto de políticas son pura y exclusivamente para frenar la crisis que genera el descalabro de la economía y no son sustentables más allá de algunas semanas. Es necesario bajar las tasas porque en estos niveles crece el riesgo de que se corte la cadena de pagos. El problema es que no se sabe cuán rápido podés hacerlo porque lo que se busca controlar es la cantidad de dinero y la demanda de dólares”, remarca el economista Martín Kalos, de Epyca Consultores, quien advierte el impacto social del nuevo contexto económico. Además de un menor nivel de actividad, las góndolas ya dan cuenta del traslado a precios de la devaluación – los alimentos subieron 5,2% en junio frente a un IPC promedio del 3,7%– cuya incidencia mayor es en los sectores de menores ingresos. “La Argentina trae niveles demasiado altos de pobreza, desempleo y marginalidad y sobre ese escenario, cae el salario real, cae la expectativa de creación de empleo y se deterioran las condiciones de trabajo, que golpea a los hogares más vulnerables”, indica el economista.
El salto en el tipo de cambio, a su vez, contribuye a cerrar la brecha externa, al frenar la salida de divisas por turismo al exterior y una esperable baja de las importaciones por la caída en el nivel de actividad.
“El déficit de cuenta corriente se va a ver reducido, pero lo que es más complicado es el reacceso al mercado internacional de crédito. El Gobierno dice que no es necesario, pero la cuenta no cierra y mientras tanto el riesgo país sigue alto. Eso muestra que el mercado no compró la historia argentina nuevamente. Los capitales dejaron de salir, pero el shock de confianza que implicó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional no se tradujo en que los flujos vuelvan a reactivarse”, afirma Martín Alfie, de Radar Consultores.
El desafío de mediano plazo es recomponer el ingreso de dólares que necesita la economía para crecer. La apuesta del Gobierno es que la competitividad ganada tras la devaluación impulse a los sectores exportadores con principal foco en el campo. Esta actividad se aseguró mantener el esquema de baja de retenciones y, tras la sequía de este año, proyecta una cosecha de 120 millones de toneladas para la próxima campaña. Otras visiones, sin embargo, plantean que este motor no es suficiente. “Incluso suponiendo que el déficit primario llegue a cero en 2020, que veremos si se cumple, seguirá estando la cuenta de pago de intereses y amortizaciones de deuda, que representan, mínimo , entre US$ 30.000 millones y US$ 35.000 millones por año. Por eso, el país va a seguir dependiendo de los mercados internacionales por mucho tiempo y la recuperación de la confianza y la credibilidad es esencial”, afirma Julio Piekarz.
A mediano plazo, la llave de la sustentabilidad estará en un modelo productivo que genere divisas. “Nuestro nivel de exportaciones no es suficiente para sostener el consumo y la inversión del sector privado. A corto plazo lo financias con deuda, pero cuando el mercado te baja el pulgar, tenés que ajustar y achicarte a un nuevo nivel, que es lo que vimos ahora, con menos consumo, más inflación. Hay que pensar cómo aumentar la producción de bienes y servicios exportables, y achicar el déficit comercial”, plantea Federico Furiase, de Eco Go.
Kalos añade: “El problema no es solo el déficit fiscal. No se discute el mediano plazo. Hoy el sector exportador agroindustrial, el minero y algunos sectores de nicho industrial o de servicios no alcanzan para conseguir los dólares que el país necesita para funcionar, y esa es la vulnerabilidad que nos hace estallar en cada crisis. Hace falta un planteo integral que incentive la inversión productiva dando señales de si vamos a tener un dólar más o menos competitivo, cuál será el tamaño y el rol del mercado interno y qué ideas vamos a implementar para generar ventajas comparativas y captar mercados externos”.