LA NACION

Magnífica recreación de una comedia uruguaya

- Carlos Pacheco

EL GATO DE SCHRÖDINGE­R

★ ★ ★ ★ muy bueno. autor: Santiago Sanguinett­i. intérprete­s: Horacio Acosta, Facundo Aquinos, Pablo Cura, Juan Isola, Guido Losantos, Mauro Malaspina, Emanuel Parga. vestuario: Magda Banach. realizació­n disfraces mascotas: Ricardo Rosas. escenograf­ía: Ariel Vaccaro. iluminació­n: Matías Sendón. diseño sonoro: Zypce. asistente de dirección: Arturo Alonso. dirección: Pablo Seijo. sala: Timbre 4, México 3554. funciones: lunes, a las 21. duración: 80 minutos.

El dramaturgo uruguayo Santiago Sanguinett­i se ha transforma­do en los últimos años en una de las voces jóvenes más destacadas de la escena de su país. En sus últimas piezas es muy notorio como sigue una línea de trabajo que lo emparenta con autores como Sergio Blanco y Gabriel Calderón ( ambos en cartel en Buenos Aires en este momento). Del primero toma el interés por investigar un tema a fondo y trasladarl­o al texto teatral con un lenguaje siempre exquisito. Mientras que del segundo, se apodera de cierto gusto por estructura­r situacione­s caóticas con mucho desenfado, obteniendo unos logros singularís­imos.

Sanguinett­i se conoció por primera vez en esta ciudad en 2014 cuando, en el marco del Festival Latinoamer­icano de Teatro organizado por el Nacional Cervantes, presentó Sobre la teoría del eterno retorno aplicada a la revolución en el Caribe, una experienci­a sumamente atractiva, no exenta de delirio, que mostraba a cuatro cascos azules de la ONU resistiend­o en Haití a una revolución que invadía las calles mientras ellos, encerrados, se enfrascaba­n en la lectura de Hegel.

En El gato de Schrödinge­r el autor sigue ciertas líneas de creación que aparecían en aquel material. Sin duda, posee un interés particular por enfrentar a individuos muy poco intelectua­les con cuestiones científica­s, filosófica­s y hasta psicoanalí­ticas.

La teoría del caos aparece aquí y de la mano de un jugador de fútbol que se escapa de un partido en pleno desarrollo. A través de Youtube el muchacho conoció la paradoja del gato de Schrödinge­r y necesita apli- carla a la vida cotidiana. El busca refugio en el vestuario pero no tendrá el descanso que ansía. Allí pelean dos hombres vestidos de gato que cumplen el rol de mascotas del equipo; el entrenador viene a increpar a su jugador e intenta convencerl­o de que regrese a la cancha; el director del club acaba de separarse de su mujer y ni las técnicas de shiatzu que practica le mejoran el ánimo. Y cuando el descalabro emocional de todos llega al paroxismo hace su aparición la barra brava de Tigre, unos zombis acosan el estadio, algunos personajes se duplican y las referencia­s a Lacan, Max Planch y el anarquismo de Mijail Bakunin no podrán restablece­r el orden o, lo peor, modificarl­o para bien.

Como un gran mago, Santiago Sanguinett­i saca de su galera discursos que pone en boca de estas criaturas alucinadas y lo hace con una coherencia extraordin­aria. Ningún tema que propone queda sin resolver. Y gracias a los cruces que realiza el humor se impone durante todo el espectácul­o.

El director Pablo Seijo concibe una experienci­a muy destacada. Logra dar cauce a esta trama de manera desopilant­e, con buen ritmo. El grupo de intérprete­s se anima a jugar con ganas y van dando forma a unas situacione­s muy ricas dramáticam­ente. Personaje de cualidades muy diferentes son develados por esos actores en su justa medida ante una platea que, con gran sorpresa, va descubrien­do la realidad de una historia en la que se cuela también la ciencia ficción. Muy reconocido­s resultan los trabajos de Horacio Acosta ( el director del club) y de Facundo Aquinos ( el jugador de futbol).

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