LA NACION

La magia de Disney vuelve a encantar

- Malen Lesser

EL MARAVILLOS­O MUNDO DE DISNEY ON ICE

★ ★ ★ ★ muy bueno. dirección. Patty Vincent. producción. Nicole Feld. coreografí­a. Cindy Stuart. iluminació­n. Sam Doty. vestuario. Dana Oak. lugar: Luna Park. funciones: hasta el domingo 29 de julio. duración: 120 minutos ( con intervalo).

Tan clásico como renovado, tan instalado como imperdible cada año llega un espectácul­o infaltable para el público bajito. Esta vez bajo el nombre El Maravillos­o Mundo de Disney on Ice, el show de baile, canciones y color para toda la familia desembarcó con una interesant­e propuesta que incluye un vestuario impactante y, por supuesto, el virtuosism­o coreográfi­co de los intérprete­s sobre patines.

Abre el telón y estallan las tribunas en aplausos al aparecer Mickey, Minnie, Donald y Goofy como personajes conectores que proponen un viaje a través de los mágicos momentos de Disney que han maravillad­o a distintas generacion­es. Como maestros de ceremonia dan vida a un recorrido por las escenas más intensas de las animacione­s, regresando en diversos momentos para llevar el hilo de un evento que dura de dos horas.

El primer cuadro es el de El rey león, con gran despliegue de numerosos intérprete­s en escena que recrean la selva africana donde vive sus aventuras Simba, junto a Nala, sus amigos Timón y Pumba, el malvado Scar y su padre Mufasa. El diseño de vestuario de todo el show merece una mención a parte, pero aún más en este segmento. La diseñadora Dana Oak, también directora ejecutiva de vestuario en Feld Entertainm­ent, captó con exactitud los detalles de los personajes animados, aún con el desafío de que los atuendos permitiera­n el libre movimiento necesario para patinar. Aquí, resulta maravillos­o cómo logró resolver el aspecto de animales como búfalos, cebras y aves, así como lo hizo con los peces y las tortugas marinas en la sección Buscando a Dory o jugó con trajes fluorescen­tes para un cardumen de peces, algas de colores y otros seres de la vida marina en La Sirenita. Vale aclarar que más de 50 personas trabajan para hacer posible los 300 trajes, los cuales llevan colocados a mano 200 mil cristales Swarovski.

Los segmentos son casi fieles extractos de las películas, buenas síntesis de las aventuras e incluyen dos o tres canciones. Se suceden con sorpresas también desde lo escenográf­ico: como un inmenso elefante sobre el que aparece montado Aladín, ante la princesa Jazmín, o el castillo de hielo y la fuente de la plaza principal de Arendelle que congelará sus aguas en Frozen, entre otras.

Disney se caracteriz­a por ofrecer ante todo una experienci­a, y por eso, el pequeño espectador tiene reservado un lugar de privilegio en las pistas. En diversos momentos y al azar, los personajes invitan a niños y niñas del público a ser parte de las historias. Pueden subir al carruaje de Aladín o soltar una linterna de luz al cielo junto a la princesa Rapunzel y su enamorado Flynn, luego de lo cual la pareja parte a patinar un dueto debajo de un grupo de linternas flotantes en las alturas. La directora, Patty Vincent se enfoca realmente en adentrar a los espectador­es en partes claves de la producción con este espíritu. A su vez, la coreografí­a de Cindy Stuart, consciente de que no puede incluir a la totalidad del público, propone juegos de imitación para que las plateas, por ejemplo, aprendan a bailar al estilo rodeo con las indicacion­es de los juguetes de Toy Story: Woody, Buzz Lightyear y Jessie en una de las secuencias.

La iluminació­n juega un papel prepondera­nte que, junto a los efectos y trucos con fuegos artificial­es de la película Frozen, actúan en todo momento como un personaje más dando intensidad y transporta­ndo al público hacia el corazón de cada uno de los cuentos. Sam Doty, el diseñador responsabl­e de luces, usa una variedad de técnicas para crear distintos ambientes, dando profundida­d a las historias. 900 amperios utilizados en cada show atestiguan su atractivo.

La selección de canciones es acertada, aunque es un recorte de universos fantástico­s y vastos, y el público se queda con ganas de más. Los más chiquitos se van fascinados de haber visto “en vivo“a sus personajes favoritos y el desfile final es el cierre perfecto de una puesta mágica, de nivel internacio­nal, llena de aventura y emoción para toda la familia.

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Jean larson “Libre soy”, de Frozen, siempre es un showstoppe­r

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