El director que rompe la barrera entre el espectador y el hecho teatral
La experimentación de Matías Feldman llegó a su Prueba 7 para estrenarla en la sala mayor del Teatro San Martín
Hoy más que nunca vivimos inmersos en un océano de imágenes. El avance tecnológico produce constantemente, y a una velocidad asombrosa, mutaciones en nuestro comportamiento cotidiano que reconfiguran personalidades y relaciones. De esa problemática rabiosamente contemporánea se hace cargo El hipervínculo ( Prueba 7), un nuevo capítulo de un notable trabajo de investigación artística que Matías Feldman viene llevando adelante con la Compañía Buenos aires Escénica desde 2010, cuando se estrenó la Prueba 1, El espectador. Ese puntapié inicial no fue una casualidad: el espectador está siempre en el foco de este artista prolífico e inquieto que es también motor fundamental de Defensores de Bravard, uno de los espacios de formación actoral más vitales de Buenos aires que, además, cuenta hoy por hoy con una programación teatral muy atractiva.
El hipervínculo ( Prueba 7) se propone indagar en los modos de percepción propiciados por las nuevas tecnologías. ¿ Cómo dialoga esta tendencia con la materialidad del hecho escénico? ¿ Se puede narrar de manera hipervincular? Este es el tipo de preguntas que Feldman y su equipo se plantean en este ambicioso trabajo que acaba de estrenarse en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, curiosamente en una temporada muy breve.
“Soy parte de una generación de artistas escénicos que empezaron a producir después de la crisis de 2001. Hubo una explosión y nos aferramos a la lógica de producir y producir, a veces sin demasiada reflexión en torno a eso que producíamos, que además desaparecía sin dejar ninguna huella – explica Feldman–. En un momento paré la pelota para repensar mi trabajo y me di cuenta de que quería generar algo que perdure. Entonces armamos la compañía con nuestras propias condiciones de trabajo e investigación”.
Esas nuevas condiciones de las que habla Feldman responden, de alguna manera, a una lógica que Vivi Tellas, directora del Teatro Sarmiento ( también parte del Complejo Teatral de Buenos aires) que el año pasado programó en ese espacio público El ritmo ( Prueba 5), sintetizó muy bien en una conversación con él: “Generá tu propia ola y surfeala”.
Más que una serie de obras convencionales, el Proyecto Pruebas se va desarrollando como una investigación que en algún momento toma una forma escénica y que también incluye la producción de bitácoras ( diarios de trabajo que registran paso a paso el proceso creativo) y workshops para los interesados en los detalles de todo ese proceso. “Nos interesa generar cruces, ser una usina de discusiones, más allá del propio espectáculo – dice el director–. Y en ese camino, el rol del espectador es muy importante. La Prueba 1 plantó bandera en ese sentido. Casi siempre terminamos reflexionando sobre la percepción porque el teatro ocurre ahí, en el encuentro de lo que hacemos con el espectador. Borges contó alguna vez que el filósofo irlandés George Berkeley decía que el sabor de una manzana no está en la manzana misma, sino en el contacto de la fruta con el paladar del que la come. Creo que es una idea que aplica bien a cómo pienso el teatro”.
Uno de los objetivos centrales del trabajo de Feldman es, según sus propias palabras, “generar una experiencia sin intentar controlarla”. Con el Proyecto Pruebas, la Compañía Buenos aires Escénica ( de la que forman parte Luciano Suardi, Maitina De Marco y paula pichersky, entre otros) “busca desnaturalizar ciertas convenciones y modelos de representación establecidos – remarca el artista–; tratamos de poner eso en jaque, evitamos expresamente reproducirlo y queremos generar una reflexión con espíritu crítico”.
aquellos que lleguen hasta el Tea-
“Desde hace tiempo tengo la necesidad de ir a zonas más visuales, más pictóricas”
tro San Martín motivados por una razonable curiosidad por los resultados de estas desafiantes prerrogativas se encontrarán con un espectáculo colorido e intenso que cruza sin prejuicios la proyección de una pintura de Brueghel con la disciplina mecanizada de un pelotón de bolcheviques y la inesperada huida de un personaje de La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, célebre cuadro que rembrandt pintó en el siglo XVII.
“Como espectador, me gusta mucho tener problemas para catalogar lo que estoy viendo – justifica Feldman–. Con el Proyecto Pruebas nos fuimos corriendo de todas las lógicas del teatro comercial que las obras del off suelen replicar sin culpa. Que hayamos llegado al Sarmiento y el San Martín es muy interesante porque en lugar de ajustarnos a los protocolos establecidos en los teatros públicos, tenemos un modo de producción que entra en diálogo con ellos y los pone en discusión”.
La magnitud de El hipervínculo ( Prueba 7), que mantiene a lo largo de casi tres horas un despliegue escénico atrapante, remite a los patrones de las grandes producciones del teatro europeo, siempre solventado con más recursos. “Hay que hacer un aprendizaje sobre ese tipo de teatro. Si no, lo terminan monopolizando los países más desarrollados y a nosotros nos quedan las obras de cámara, completamente dependientes del texto”, sostiene Feldman. “Desde hace un tiempo tengo la necesidad de ir a zonas más visuales, más pictóricas, de paisaje... Me interesa mucho la ópera, pero no hablo de sus convenciones, sino de su gran despliegue visual”, añade.
Otra de las preocupaciones recurrentes del director es la mordaz crítica a la clase media, consumidora principal del teatro independiente porteño, como refleja buena parte de su obra y evidenciaba especialmente desde su kilométrico título Fábula gótica acerca de cómo los habitantes de los extramuros secuestran y sacrifican inútilmente a la retardada ( 0 apresurada crítica a la clase media), protagonizada hace un par de años por un nutrido grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de las artes ( UNA). “Los espectadores de los teatros públicos son, en su inmensa mayoría, gente de clase media. Me parece pertinente evidenciar ahí mismo las contradicciones de un grupo social que las tiene de sobra. El teatro debe tener esa capacidad de provocación”.