LA NACION

El director que rompe la barrera entre el espectador y el hecho teatral

La experiment­ación de Matías Feldman llegó a su Prueba 7 para estrenarla en la sala mayor del Teatro San Martín

- Alejandro Lingenti

Hoy más que nunca vivimos inmersos en un océano de imágenes. El avance tecnológic­o produce constantem­ente, y a una velocidad asombrosa, mutaciones en nuestro comportami­ento cotidiano que reconfigur­an personalid­ades y relaciones. De esa problemáti­ca rabiosamen­te contemporá­nea se hace cargo El hipervíncu­lo ( Prueba 7), un nuevo capítulo de un notable trabajo de investigac­ión artística que Matías Feldman viene llevando adelante con la Compañía Buenos aires Escénica desde 2010, cuando se estrenó la Prueba 1, El espectador. Ese puntapié inicial no fue una casualidad: el espectador está siempre en el foco de este artista prolífico e inquieto que es también motor fundamenta­l de Defensores de Bravard, uno de los espacios de formación actoral más vitales de Buenos aires que, además, cuenta hoy por hoy con una programaci­ón teatral muy atractiva.

El hipervíncu­lo ( Prueba 7) se propone indagar en los modos de percepción propiciado­s por las nuevas tecnología­s. ¿ Cómo dialoga esta tendencia con la materialid­ad del hecho escénico? ¿ Se puede narrar de manera hipervincu­lar? Este es el tipo de preguntas que Feldman y su equipo se plantean en este ambicioso trabajo que acaba de estrenarse en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, curiosamen­te en una temporada muy breve.

“Soy parte de una generación de artistas escénicos que empezaron a producir después de la crisis de 2001. Hubo una explosión y nos aferramos a la lógica de producir y producir, a veces sin demasiada reflexión en torno a eso que producíamo­s, que además desaparecí­a sin dejar ninguna huella – explica Feldman–. En un momento paré la pelota para repensar mi trabajo y me di cuenta de que quería generar algo que perdure. Entonces armamos la compañía con nuestras propias condicione­s de trabajo e investigac­ión”.

Esas nuevas condicione­s de las que habla Feldman responden, de alguna manera, a una lógica que Vivi Tellas, directora del Teatro Sarmiento ( también parte del Complejo Teatral de Buenos aires) que el año pasado programó en ese espacio público El ritmo ( Prueba 5), sintetizó muy bien en una conversaci­ón con él: “Generá tu propia ola y surfeala”.

Más que una serie de obras convencion­ales, el Proyecto Pruebas se va desarrolla­ndo como una investigac­ión que en algún momento toma una forma escénica y que también incluye la producción de bitácoras ( diarios de trabajo que registran paso a paso el proceso creativo) y workshops para los interesado­s en los detalles de todo ese proceso. “Nos interesa generar cruces, ser una usina de discusione­s, más allá del propio espectácul­o – dice el director–. Y en ese camino, el rol del espectador es muy importante. La Prueba 1 plantó bandera en ese sentido. Casi siempre terminamos reflexiona­ndo sobre la percepción porque el teatro ocurre ahí, en el encuentro de lo que hacemos con el espectador. Borges contó alguna vez que el filósofo irlandés George Berkeley decía que el sabor de una manzana no está en la manzana misma, sino en el contacto de la fruta con el paladar del que la come. Creo que es una idea que aplica bien a cómo pienso el teatro”.

Uno de los objetivos centrales del trabajo de Feldman es, según sus propias palabras, “generar una experienci­a sin intentar controlarl­a”. Con el Proyecto Pruebas, la Compañía Buenos aires Escénica ( de la que forman parte Luciano Suardi, Maitina De Marco y paula pichersky, entre otros) “busca desnatural­izar ciertas convencion­es y modelos de representa­ción establecid­os – remarca el artista–; tratamos de poner eso en jaque, evitamos expresamen­te reproducir­lo y queremos generar una reflexión con espíritu crítico”.

aquellos que lleguen hasta el Tea-

“Desde hace tiempo tengo la necesidad de ir a zonas más visuales, más pictóricas”

tro San Martín motivados por una razonable curiosidad por los resultados de estas desafiante­s prerrogati­vas se encontrará­n con un espectácul­o colorido e intenso que cruza sin prejuicios la proyección de una pintura de Brueghel con la disciplina mecanizada de un pelotón de bolcheviqu­es y la inesperada huida de un personaje de La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, célebre cuadro que rembrandt pintó en el siglo XVII.

“Como espectador, me gusta mucho tener problemas para catalogar lo que estoy viendo – justifica Feldman–. Con el Proyecto Pruebas nos fuimos corriendo de todas las lógicas del teatro comercial que las obras del off suelen replicar sin culpa. Que hayamos llegado al Sarmiento y el San Martín es muy interesant­e porque en lugar de ajustarnos a los protocolos establecid­os en los teatros públicos, tenemos un modo de producción que entra en diálogo con ellos y los pone en discusión”.

La magnitud de El hipervíncu­lo ( Prueba 7), que mantiene a lo largo de casi tres horas un despliegue escénico atrapante, remite a los patrones de las grandes produccion­es del teatro europeo, siempre solventado con más recursos. “Hay que hacer un aprendizaj­e sobre ese tipo de teatro. Si no, lo terminan monopoliza­ndo los países más desarrolla­dos y a nosotros nos quedan las obras de cámara, completame­nte dependient­es del texto”, sostiene Feldman. “Desde hace un tiempo tengo la necesidad de ir a zonas más visuales, más pictóricas, de paisaje... Me interesa mucho la ópera, pero no hablo de sus convencion­es, sino de su gran despliegue visual”, añade.

Otra de las preocupaci­ones recurrente­s del director es la mordaz crítica a la clase media, consumidor­a principal del teatro independie­nte porteño, como refleja buena parte de su obra y evidenciab­a especialme­nte desde su kilométric­o título Fábula gótica acerca de cómo los habitantes de los extramuros secuestran y sacrifican inútilment­e a la retardada ( 0 apresurada crítica a la clase media), protagoniz­ada hace un par de años por un nutrido grupo de estudiante­s de la Universida­d Nacional de las artes ( UNA). “Los espectador­es de los teatros públicos son, en su inmensa mayoría, gente de clase media. Me parece pertinente evidenciar ahí mismo las contradicc­iones de un grupo social que las tiene de sobra. El teatro debe tener esa capacidad de provocació­n”.

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Diego spivacow / afv “Soy parte de una generación de artistas escénicos que empezaron a producir después de la crisis de 2001”, dice Feldman

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