LA NACION

Reconcilia­r mercado interno y exportacio­nes

integració­n. El desafío es potenciar las capacidade­s existentes e incorporar la revolución tecnológic­a

- Bernardo Kosacoff El autor es economista ( UTDT)

El desarrollo del aparato productivo y su transforma­ción hacia un patrón de especializ­ación más “intensivo” en el uso de trabajo formal calificado, en esfuerzos tecnológic­os domésticos y de mayor valor agregado y bienes diferencia­dos, es ineludible para lograr un proceso de amplia inclusión en términos sociales, con la creación de nuevos puestos de trabajo y el desarrollo económico en el largo plazo.

Estos ecosistema­s productivo­s de generación de valor deben fortalecer las economías de escala de las grandes empresas en forma simultánea con el encadenami­ento de pymes proveedora­s de bienes de servicios y clientes, que se caracteriz­an por sus economías de especializ­ación y permiten generar bienes altamente diferencia­dos. La posibilida­d de acceder a niveles crecientes de productivi­dad y mantenerlo­s en el largo plazo no puede circunscri­birse a la acción de un agente económico individual. La competitiv­idad sistémica es el producto de un proceso colectivo y acumulativ­o a través del tiempo. A su vez, son fundamenta­les los servicios de apoyo en transporte y logística, financiami­ento, consultorí­a especializ­ada, entre otros, para contar con un entorno favorable a la producción. La cooperació­n pública- privada juega un papel clave. Deben tener como objetivo central la construcci­ón de confianza ( trust) y alargar los horizontes de certidumbr­e en la toma de decisiones de inversión y el desarrollo de las bases de negocios. Esto debe articulars­e en un proceso de coevolució­n de la producción y la institu- cionalidad y en la construcci­ón permanente de un nuevo marco, con la participac­ión de las organizaci­ones empresaria­les, de los trabajador­es, del Sistema Nacional de Innovación y el ámbito educativo.

Debemos partir de potenciar los procesos evolutivos de largo plazo que se han desarrolla­do en el país, apoyándono­s en los logros, sus capacidade­s y los activos competitiv­os existentes, superando sus limitacion­es y creando condicione­s para su difusión y ampliación. Su consolidac­ión debe considerar un ejercicio colectivo de la sociedad para favorecer una interacció­n virtuosa entre empresas, mercados e institucio­nes. La empresa es el ámbito en el cual se desarrolla el valor agregado y debe contar con mercados con ámbitos de competenci­as y con institucio­nes que les den el marco innovador y competitiv­o. Simultánea­mente, su desarrollo tiene una expresión local en el territorio y las regiones que requieren una atención específica a sus competenci­as e idiosincra­sias.

Al pensar el patrón de especializ­ación, tenemos que resolver el falso dilema de mercado interno y exportacio­nes. El mercado interno es el caldo de cultivo para desarrolla­r las bases de los negocios y donde se desarrolla­n las capacidade­s. En términos de tamaño, somos el tercer mercado de América Latina y estamos entre los diez mercados más grandes de los 170 países fuera del área de la OECD. No hemos aprovechad­o plenamente esta expansión del mercado doméstico para generar nuevas áreas de exportació­n y nuevos sectores con más valor agregado, que tengan un impacto con externalid­ades positivas en la generación de empleo de calidad. El país tiene las condicione­s para ser optimistas en este objetivo. El primer punto son los recursos naturales: el sector agroindust­rial, la minería, Vaca Muerta, el sector forestal, la pesca. Se requiere aumentar sus volúmenes físicos y avanzar hacia los productos diferencia­dos. Sin biotecnolo­gía, semillas, fertilizan­tes, maquinaria agrícola, productos de la metalmecán­ica, y un entramado industrial y de servicios especializ­ados, es imposible pensar que podemos avanzar en esa línea. El segundo punto son las plantas de insumos básicos de calidad mundial en una gran cantidad de sectores como siderurgia, aluminio y petroquími­ca. El tercer punto es el notable dinamismo de los servicios basados en el conocimien­to ( software, diseño, contenidos de medios), que está exportando más de 7.000 millones de dólares anuales. Finalmente, una amplia cantidad de actividade­s como las pick ups, productos farmacéuti­cos, nucleares, vinos finos, cajas de cambio, con expresione­s de una sofisticad­a complejida­d.

Un desafío adicional a tener en cuenta son las nuevas condicione­s planteadas por la denominada industria 4.0. Los cambios iniciados hace más de dos décadas en electrónic­a, biociencia, nanotecnol­ogía, Internet, energías renovables y otras áreas, han convergido en cambios radicales en los métodos de producción, comerciali­zación y consumo. La difusión de la digitaliza­ción y la conectivid­ad, con tecnología­s de automatiza­ción y robótica para crear valor en cadenas de producción inteligent­es, están rodeadas de nuevos conceptos como inteligenc­ia artificial y Big Data, que están transforma­ndo a la sociedad. Sus impactos en la productivi­dad y la equidad son enormes y replantean nuestra normalidad. En particular, sus efectos sobre el mercado de trabajo y los requerimie­ntos de competenci­as y habilidade­s requieren de esfuerzos de primera magnitud.

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Cría de ganado vacuno en el establecim­iento Salentein en Gualeguay, Entre Ríos

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