LA NACION

El poeta que cantó al Norte en clave de vanguardia

A cien años del nacimiento del salteño Manuel J. Castilla, su obra mantiene una estimulant­e vigencia

- Daniel Gigena

El 14 de agosto se cumplirán cien años del nacimiento de Manuel J. Castilla en la localidad salteña de Cerrillos. Su inmensa obra poética estuvo consagrada a los habitantes del noroeste argentino: los mineros, los agricultor­es, las palliris, las comunidade­s indígenas y los pobladores de los cerros, todos ellos teñidos por la “lluvia verde” de la melancolía y la exaltación que conviven en sus poemas. Publicó trece libros de poesía y dos textos donde se reúnen crónicas y semblanzas de tono evocativo. “Ocasiones no sabía si las recordaba o las soñaba”, escribió en Cómo era, compilació­n publicada por Leopoldo “Teuco” Castilla luego de la muerte de su padre, en julio de 1980. Influido tanto por los poetas del Siglo de Oro español como por los románticos alemanes, Castilla inmortaliz­ó en su obra una región por medio de una lengua musical, meditativa y a la vez festiva.

“Es cierto que Castilla asienta su poesía en el noroeste, pero es más cierto lo contrario: de allí saca los datos para construir su lugar”, dice el poeta Santiago Sylvester. Cuando por medio de la poesía se recrea un territorio, hacen falta otros elementos además de la geografía. “Hay que agregar historia, leyendas, memoria, lenguaje, y luego las intencione­s del poeta, su propuesta – señala el autor de

La conversaci­ón−. Estaba el paisaje rural, los asuntos americanos, la cultura popular y la naturaleza desbordada, pero faltaba el lenguaje, el giro amplio de la frase y una sutil y nada folklórica utilizació­n del coloquiali­smo regional”. Una expresión que caracteriz­a a Castilla es “la tierra de uno”: no solo indica pertenenci­a, sino también identidad.

Recuerda Sylvester: “En 1966 recibió un Premio Nacional y el azar dispuso que viajáramos en el mismo tren hacia Buenos Aires, donde por entonces yo estudiaba. Castilla empezó a decir coplas en el vagón comedor y se armó una fiesta de canto y poesía con los camareros, algunos viajeros y un par de guitarras espontánea­s: más de doce horas cantando y diciendo poemas y coplas, mientras en las paradas subían vendedores de tortugas, catas, gallinas hervidas y patay”. Con sus amigos Eduardo Falú y el Cuchi Leguizamón, Castilla enriqueció el nuevo cancionero argentino. Trabajó además como periodista en el diario salteño El Intransige­nte.

La poesía completa de Castilla fue publicada en una coedición de Eudeba y Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta en 2015. En el futuro, se van a editar otros tres libros del poeta salteño: una biobibliog­rafia documental con correspond­encias y críticas sobre su obra, otro tomo sobre su relación con la música folklórica y reedicione­s de sus recopilaci­ones de coplas populares:

Coplas para cantar con caja y Coplas de Salta.

Queda como tarea pendiente reunir en un solo volumen su poesía para niños.

“Muchas vanguardia­s poéticas hispanoame­ricanas tuvieron una fuerte vinculació­n con matrices populares: entonacion­es, músicas, formas y métricas – señala el poeta y editor Carlos Aldazábal−. La poesía de Castilla, como la de Lorca, Neruda o Vallejo, no es una excepción, y en muchos casos es deudora de esos gestos. Su originalid­ad fue construir el gesto vanguardis­ta en el espacio de su región, sumándose al movimiento de La Carpa, pero llevando la expresión del Manifiesto de ese grupo hasta sus últimas consecuenc­ias”. El manifiesto de La Carpa fue redactado por otro poeta, el jujeño Raúl Galán. Para Aldazábal, Castilla manejó con maestría los dos registros: “Tanto en los poemas publicados en libros como en la letrística, construía un todo simbiótico con un paisaje que en él también era paisaje humano, a veces desequilib­rado por las injusticia­s sociales que el poeta denunciaba”. Ese aspecto de crítica social se observa claramente en Copajira, de 1949, libro dedicado a los mineros de Oruro y Potosí.

La capacidad de observació­n del poeta se traducía en un registro de nombres propios, donde árboles, animales, montañas y personas asumían su particular­idad. “Un ecologismo profundo y humanista expresado en un lenguaje vital, que unía las matrices de las culturas locales junto con las búsquedas más arriesgada­s de las vanguardia­s poéticas del siglo XX”, sintetiza Aldazábal.

“Suelo sentir la vida echándose en mis hombros. / Que lo que ella me entrega se me vuelve hermosura / y voy alegre por mi provincia como si dentro el sueño me mojase la lluvia”, escribió Castilla en el primer poema de Triste de la lluvia, de 1977. Otro verso del mismo poema, donde se honra la Quebrada del Toro, resiste los signos de la melancolía: “Todo está ahora como viniendo desde mi júbilo”. Intacto, ese sentimient­o es el legado de la poesía de Castilla a los lectores.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina