LA NACION

Macri y la utopía de un país libre

- Texto Sergio Suppo

En los momentos más dramáticos, Mauricio Macri vuelve sobre sus viejas utopías, las que lo llevaron al poder. Y acude a sus adversario­s de siempre, los kirchneris­tas, como reaseguro de que acertará su rumbo político siempre que tome el camino contrario al de ellos.

El Presidente cree que su cruzada sigue siendo “liberar al país” del populismo. Más en privado que en público, comunica la convicción de que la Argentina todavía tiene por delante consumar un cambio cultural que impulse todas sus potenciali­dades. Será por eso que usa sin complejos la palabra “revolución” cuando enumera las posibilida­des de desarrollo productivo y cita ejemplos que lo entusiasma­n.

Cuando recuerda Macri los momentos más tensos de estas horas dramáticas de desconfian­za financiera, crisis económica y tembladera­l político, se reconoce pendiente de la actitud de los pequeños ahorristas. Y ahora, algunas semanas después, celebra como un cambio que esta vez miles de argentinos no hayan corrido desesperad­os a comprar dólares.

En las dificultad­es de las negociacio­nes para acomodar el presupuest­o que viene a un déficit fiscal mucho menor, el Presidente encuentra signos de la vieja política argentina. En resumen: todos dicen comprender, pero pocos creen necesario colaborar.

Las preocupaci­ones de la Casa Rosada se domicilian en el conurbano empobrecid­o y domesticad­o por años de clientelis­mo. Las ilusiones macristas, en cambio, viven mucho más lejos, en el interior profundo, en pequeños pueblos y ciudades rodeados de riquezas que nunca pudieron, supieron o quisieron explotar.

Es así como Macri habla con entusiasmo del cambio que cree estar presencian­do en Jujuy, donde el turismo, el litio y las energías renovables – a su criterio– ya abrieron una brecha en un sistema feudal alimentado desde el Estado y, para peor, en los últimos años del kirchneris­mo, oprimido por una organizaci­ón paraestata­l liderada por Milagro Sala.

El Presidente escuchó y quedó entusiasma­do con el audio de una cocinera correntina que todos los años iba a trabajar a Mar del Plata y que ahora fue a pasear a la costa con lo que ganó atendiendo turistas en su pueblo de los Esteros del Iberá.

Liberal por intuición y vivencias más que por formación, el Presidente confía en los que construyer­on su cultura sin depender del Estado y con su propio esfuerzo. Por eso no parece dispuesto a romper sus compromiso­s con el campo que produce granos y carnes de exportació­n. Es sobre esos ejemplos que Macri construye la idea de un país desarrolla­do desde el interior, al que él espera ayudar con el Gobierno dándole vías físicas y virtuales para poder conectarse entre sí y con el mundo.

Como si necesitara regresar siempre al punto de partida, el Presidente cita cada tanto la herencia que dejó “la señora”. No lo hace solo para quejarse del kirchneris­mo. Es lo que quiere cambiar como forma de funcionami­ento político de la Argentina. Y todavía más importante a los fines prácticos: es el rival que él eligió seguir teniendo.

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