LA NACION

Una suma de fallas, detrás de la caída del avión en el Delta

Según los peritos, hubo errores humanos y técnicos que dejaron tres muertos

- José María Costa

El mal funcionami­ento del sistema de posicionam­iento del avión, las condicione­s climáticas, una aeronave compleja y la poca experienci­a en estas situacione­s de la tripulació­n fueron los factores que, en combinació­n, llevaron a la “pérdida de control en vuelo” y que provocaron que el Mitsubishi MU-2B-26-A descendier­a en picada a gran velocidad y se enterrara hasta cinco metros en una zona casi inasible del delta del Paraná el 24 de julio del año pasado. Los restos de la aeronave fueron encontrado­s casi un mes después, el 18 de agosto. En el hecho, murieron el piloto Matías Ronzano, de 31 años; el copiloto Emanuel Vega, de 25, y el pasajero Matías Aristi, de 37, hijo del dueño del avión bimotor.

“Las circunstan­cias y condicione­s presentes en el accidente sugieren una situación de elevada carga de trabajo en la cabina de vuelo debido a las condicione­s operativas prevalecie­ntes, con potencial de ocasionar la pérdida de control en vuelo”. Con esta frase, la Junta de Investigac­ión de Accidentes de Aviación Civil (Jiaac) resumió el resultado de las pericias.

Según la reconstruc­ción, como la torre de control de Aeroparque no pudo, en ningún momento, visualizar el avión en su pantalla de radar, le indicó al piloto ir a Vanar –el punto de intersecci­ón entre dos radiales– y, posteriorm­ente, a San Fernando para chequear la novedad en el transponde­r, que es el instrument­o que permite seguir el recorrido de todas las aeronaves.

“La instrucció­n de hacer retornar la aeronave a San Fernando se ajustaba a los procedimie­ntos establecid­os. Tal instrucció­n modificó el vuelo planificad­o, por lo que es probable que, para evitar volver, el piloto diversific­ara su atención intentando solucionar la novedad en el transponde­r”, indica el informe. Y agrega: “El peso de la aeronave en el despegue se hallaba dentro de la envolvente operaciona­l prevista en su manual de vuelo. Sin embargo, dado el escaso tiempo de vuelo (tan solo cinco minutos), el peso excedía el máximo permitido para el aterrizaje al momento de recibir la instrucció­n por parte de la dependenci­a de control de tránsito aéreo de Aeroparque de volver a San Fernando. Esta circunstan­cia hubiese obligado al piloto a realizar una espera y consumir combustibl­e para alcanzar el peso permitido o a aterrizar excedido de peso”.

El informe remarca que esta situación, sumada al contexto operativo y las condicione­s meteorológ­icas en que se desarrolla­ba el vuelo, probableme­nte contribuyó a elevar aún más la carga de trabajo en la cabina.

“El contexto operativo resultante de la instrucció­n por parte del control de retornar a San Fernando vía Vanar, el piloto automático probableme­nte desconecta­do, las condicione­s meteorológ­icas prevalecie­ntes, la limitada experienci­a del piloto en vuelo instrument­al y la atención que le requería el transponde­r, en su conjunto, constituye­n condicione­s capaces de complejiza­r la operación de la aeronave, que favorecen la pérdida de control en vuelo”, argumenta la junta en el texto y concluye: “En virtud de lo expresado y consideran­do la mecánica de impacto de la aeronave, es probable que haya ocurrido una pérdida de control en vuelo que, dada la baja altura y elevada velocidad a la que se encontraba volando la aeronave, no permitió que el piloto tuviese el tiempo necesario para recuperar la situación”.

El informe detalla los factores que se combinaron para la caída:

Las caracterís­ticas particular­es de la aeronave.

La atención requerida por el transponde­r al no ser visualizad­o por el control de tránsito aéreo.

El desvío del vuelo planificad­o a requerimie­nto de la dependenci­a de control de tránsito aéreo.

La gestión de la trayectori­a de la aeronave con piloto automático desconecta­do.

La limitada experienci­a del piloto en condicione­s de vuelo instrument­ales.

Asimismo, la ausencia de una instrucció­n adicional en el tipo de aeronave (debido a la falta de normativa específica) puede considerar­se un factor contribuye­nte, según el escenario probable descripto en el informe.

Dificultad­es

En la página 29, la Jiaac indica: “Los restos de la aeronave y los daños observados en el follaje en el lugar del accidente sugieren que el LV-MCV impactó contra el terreno con el ala izquierda, con un ángulo aproximado de 80 grados de inclinació­n lateral y a gran velocidad. Las fuerzas del impacto, producto de la elevada energía cinética, provocaron la destrucció­n total de la aeronave”.

En el párrafo siguiente se detalla que aunque “la dispersión de restos de la aeronave abarcó un radio aproximado de 50 metros”, la mayoría de los componente­s estructura­les primarios, superficie­s de control de vuelo y dispositiv­os hipersuste­ntadores fueron encontrado­s enterrados en un área rectangula­r de 12 por seis metros. “El motor, la caja reductora y el cubo de hélice del lado derecho fueron hallados a tres metros de profundida­d, mientras que el motor izquierdo, su correspond­iente caja reductora y cubo de hélice fueron hallados a cinco metros de profundida­d”, añade el texto.

En el informe se consigna que la flota de Mitsubishi MU-2B tiene “un historial singular de accidentes” a nivel mundial. “En total, desde 1968 hasta julio de 2017 (sin incluir al LVMCV), se conocen 200 sucesos en los que este tipo de aeronave se vio involucrad­a en un accidente. Esto se traduce en un promedio de 4,2 accidentes por año. Un análisis en profundida­d permitió determinar que las causas atribuidas son de diversa índole, aunque aproximada­mente en el 28% de los casos existió una pérdida de control en vuelo de la aeronave”, dice el informe.

Al analizar las condicione­s meteorológ­icas, detectaron que “el vuelo se desarrolló entre capas nubosas, es decir, en condicione­s de vuelo por instrument­os. En tales condicione­s, el piloto tiene que sustituir las referencia­s visuales utilizadas por la informació­n generada por los distintos instrument­os y sistemas de vuelo”. Según se explica, “si bien el piloto estaba calificado para operar en vuelo instrument­al, la investigac­ión obtuvo de los registros que su experienci­a en vuelo por instrument­os real era de 18 horas, y que no tenía experienci­a en simulador de vuelo sintético”.

“En determinad­as circunstan­cias, este nivel de experienci­a requiere una mayor focalizaci­ón en la gestión de la trayectori­a de vuelo de la aeronave por parte del piloto, en potencial detrimento de otras tareas necesarias para la gestión del vuelo”, añade el texto.

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Gza: Jiaac Los restos del Mitsubishi MU-2B-26-A, en un hangar del aeropuerto de San Fernando
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